El silencio bebe la verdad de nuestras vidas.
CHRISTIAN BOBIN
Si vives silencioso te irás dando cuenta de que cada amanecer es esa preciosa visita de la vida
JOSÉ FERNÁNDEZ MORATIEL
El nihilismo es ante todo una experiencia histórica, es la historia de occidente, donde el dominio de lo suprasensible caduca, pierde su valor y su sentido. El término no designa una nada, un simple vacío, es el escenario de los simulacros, el espacio donde todo es posible, nada es verdad ni mentira, sino interpretación. Por lo tanto, el nihilismo, quiere ir más allá del ateísmo, ya que este pierde también su fundamento, ante todo es politeísta, se proyecta en numerosos valores.
La sentencia de la “muerte de Dios”, puede ser leída desde una perspectiva más amplia, la crisis de la razón, la muerte de lo absoluto, así lo entendió Heidegger. El triunfo del nihilismo, supone no sólo la destrucción de los valores supremos (el más significativo es la muerte de Dios), sino el triunfo del ente que es el final de la metafísica. Con la muerte de Dios, mueren también todas las secularizaciones o sustitutos de Dios: la humanidad, la razón, el proletariado, el principio esperanza, los fines últimos y absolutos, la utopía, etc.
Ahora hay muchos dioses, no hay fundamentos últimos, el sujeto pierde su centro y el logos se convierte en lenguaje, en poesía, en arte. La racionalidad cede terreno ante lo discursivo y simbólico. Nos encontramos ante un abismo abierto, sin suelo firme, sin puerto donde anclar al abrigo de la ideología o el pensamiento, no hay fundamento para el fundamento. El mundo verdadero se ha convertido en fábula, se produce una glorificación de los simulacros y los reflejos. No hay principios fijos, es una época de pluralismo teórico y ético, de proliferación de proyectos y modelos. Así el nihilismo es un politeísmo, en él todo cabe, no hay verdad, sólo interpretación.
El nihilismo es un fenómeno que penetra en nuestra vida, en la sociedad, forma parte de nuestra conciencia y de nuestro inconsciente, y condiciona nuestra experiencia religiosa. Es una base para el pragmatismo, de desentenderse de principios y fines últimos, preocupándose por lo inmediato y diario. Se afirma el yo como única tarea, un yo infantilizado, sin proyectos ni metas. Es un asentarse en la vida sin toma de postura, más allá del bien y del mal, se sobrevive, hasta frívolamente. Los únicos valores que quedan son el placer y el arte, aunque tal vez sea un instante de placer; la estética sustituye a la religión. No hay tiempo para compromisos, se banalizan las utopías, los proyectos globales, los valores y la ética. Es también una ruptura y un derrumbamiento de la experiencia. Así con todo, el nihilismo acaba siendo una experiencia religiosa.
Hoy se han cerrado muchas puertas para acceder a Dios, pero los cristianos que es Jesús el que nos lleva a Él. No podemos afirmar desde el pensamiento que Jesús sea clave infalible para acceder a la existencia de Dios, no así desde la fe, desde la confianza en el amor misericordioso del Padre. Desde el pensamiento estamos con K. Jaspers, que Jesús nos sugiere a Dios, da que pensar el tema de Dios, en su lenguaje filosófico sería una cifra de Dios.
Todo esto nos indica que se debe pensar a Dios superando la dependencia metafísica, tal vez, desde la vivencia personal y no desligada de la cultura actual. Ni una actitud acomodaticia, ni segura de sí misma, tal vez buscar en la noche oscura del alma, por la ausencia, que es a la vez presencia. Es la época del silencio, de la pobreza, de la fragilidad, incluso del sacrificio intelectual, de la espera. No se puede seguir creyendo por pura rutina, necesitamos una purificación, experimentar el silencio de Dios.
Del silencio no se puede hablar, no caben palabras. Pero hay silencios que nos maduran, que nos hacen brotar las palabras más tiernas y hondas, que nos permiten escuchar los susurros más finos. Necesitamos, antes que nada, encontrarnos más profundamente con nosotros mismos y buscar el silencio. No sólo para abrirnos a lo más transcendente, sino para de los objetos que nos hipnotizan. El hombre de hoy tiene soledad, pero no silencio.
En medio de los desiertos de nuestra existencia, donde los ecos proceden del cielo suenan como misterio y silencio. En un atardecer, en la lectura de un libro, en medio de un bosque, en el mar o la montaña, se revela el infinito y el silencio puede participar de ese misterio donde cada brizna de viento tiene su propia voz. Es el momento que el silencio nos introduce en otra dimensión de lo real interiorizada donde se manifiesta como Otro. Ten el valor de quedarte a solas, acercarte a lo más íntimo de tu ser, en esa realidad profunda se manifiesta Dios. Ahí está sosteniendo nuestra fragilidad y empujándonos a vivir. Sólo en Dios espera en silencio mi alma.
Foto:
Foto: El camino.
Acrílico sobre lienzo 50x60
Pintura de PAUL BELL
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