Cumplen condena en régimen de semilibertad en el Centro de Inserción Social de Salamanca
La vida en el CIS (Centro de Inserción Social) Dorado Montero es muy distinta a la de un centro penitenciario. Las celdas pasan a ser habitaciones, hay móviles, los internos salen a la calle y pueden ir a casa el fin de semana. Entre las 45 personas que residen actualmente en el centro, se encuentran Carlos y Manuel (nombres ficticios), que se readaptan poco a poco a su próxima vida en libertad.
Carlos llegó en enero tras pasar dos años en el Centro Penitenciario de Topas. Aún le quedan diez meses para finalizar su condena y su motivación es volver a casa con su mujer y su hijo pequeño, reincorporarse al mercado laboral y cerrar por fin este paréntesis. Manuel es un veterano del CIS. Acaba de volver tras un año y medio en la enfermería y en la Unidad Terapéutica de Topas. “Me dio un brote psicótico y me trasladaron porque aquí no hay enfermería y en el hospital no tenían habilitado un sitio para tenerme”. La fecha que tiene como horizonte para su libertad es el 1 de enero de 2027. Después, le gustaría trabajar como jardinero.
Ambos reciben la ayuda del Programa de Intervención Social en prisión de Cáritas Diocesana de Salamanca. Manuel acude al Centro de Día, tratamiento y prevención de Drogodependencias y está centrado en recuperarse de sus adicciones. “Trabajamos las habilidades sociales, hacemos talleres de ocio y tiempo libre: uno de arte que nos enseña la ciudad, de informática, deporte”. Gracias a la colaboración del CIS y la entidad Manuel también volvió a estudiar y terminó Secundaria.
Carlos se prepara para su nueva vida en libertad formándose para la búsqueda de empleo y asistiendo a las actividades de Cáritas. “Hace dos semanas estuvimos también en la Fundación Tormes y nos lo pasamos fenomenal”. Estos talleres que menciona llevan a los internos a aprender a disfrutar del ocio y del tiempo libre de otra manera, vinculándolo con la naturaleza y la cultura.
A Manuel su paso por el CIS y prisión le ha transformado de forma positiva. “Antes, era muy nervioso, muy impulsivo, ahora soy una persona muy paciente y mucho más tranquila”. Los dos coinciden en lo que más echan de menos: a la familia y “estar tranquilo en casa”. “Siempre vas con la hora pegada al cuerpo, pero hay que estar agradecido de dónde se está”.