La entidad atiende a unas 300 personas dentro del Centro Penitenciario de Topas y del CIS Dorado Montero
Volver a utilizar un móvil después de una década, coger un autobús, redactar un currículum. Todo es un reto cuando llevas viviendo varios años en la cárcel. Almudena Iglesias, coordinadora del Programa de Intervención Social en prisión de Cáritas Diocesana de Salamanca, explica que la misión de este proyecto es acompañar a las personas y a sus familias antes, durante y después de su paso por la prisión de manera individualizada y en grupo a través de actividades dentro del Centro Penitenciario de Topas y del CIS (Centro de Inserción Social) Dorado Montero.
En total, atienden en torno a 300 personas. Entre los principales servicios que ofrecen está la asesoría jurídica y el aval para las personas que no tienen apoyo exterior, lo cual permite que puedan disfrutar de permisos penitenciarios en el centro de acogida Padre Damián. El equipo de este programa está formado por dos técnicos y un grupo de doce voluntarios que desarrolla talleres enfocados a las habilidades sociales, al ocio y al tiempo libre. “Utilizamos técnicas de relajación y manuales. Intentamos que las personas desconecten un poquito del día a día de la prisión. Trabajamos también el sentimiento de grupo porque los conflictos suelen ser habituales, intentamos que esa mirada entre compañeros se dé de otra manera”.
En Topas residen entre 860 y 870 internos, de los cuales solamente alrededor del 7% son mujeres. “Es una cárcel configurada para hombres. Esto afecta a la hora de que las mujeres accedan a trabajos y a formación porque no pueden convivir. Como hay que garantizar los servicios, al final quienes trabajan en la cocina, en la panadería, en la carpintería metálica… son los hombres. Las mujeres quedan relegadas a los trabajos asociados a la limpieza y la lavandería”. Almudena puntualiza que esta situación está cambiando y que en Topas hay un call center del que se ocupan hombres y mujeres, además de ser uno de los primeros centros penitenciarios que ha inaugurado un módulo mixto.
Además del acompañamiento a las mujeres, Cáritas focaliza sus esfuerzos hacia otras personas vulnerables, como los internos en aislamiento —el régimen cerrado dentro de una prisión en el que solo disfrutan de dos o cuatro horas fuera de las celdas—, con quienes trabajan en un proyecto educativo; los reclusos de la enfermería, con patologías físicas o mentales; los migrantes, la mayoría en una situación de extrema pobreza; o las personas con discapacidad o adicciones.
La entidad también asiste al entorno más próximo del interno, especialmente cuando es la primera vez que ingresa en un centro penitenciario. “A la familia se le cae el mundo”, cuenta Almudena. “Nos ponemos en contacto con sus abogados y hacemos de mediadores”. Como en todo, aquí el género del interno también marca la diferencia. “Si las mujeres tienen hijos, la ruptura es todavía mayor. El núcleo familiar se rompe más porque suelen ser ellas las que llevan la carga”.
Otra cuestión en la que inciden es el motivo que les ha llevado hasta allí para que no vuelva a suceder. “Es decir, si la persona tiene un problema de drogodependencia y es el consumo lo que le hace delinquir, trabajamos eso desde dentro. Cuando llega la libertad, lo que podría ser la mejor noticia del mundo, a veces no siempre se vive como tal porque hay muchísimo miedo. Ellos vuelven a una sociedad, vuelven a una comunidad donde no se les acoge. Han sido condenados y han cumplido, pero cuando salen, parece que se les vuelve a juzgar y a condenar de nuevo”, se lamenta.
Para facilitar esa transición a la vida en libertad, dentro de este programa los internos participan, entre otras actividades, de salidas programadas para conocer el Centro de Empleo Padre Basabe, donde reciben información, orientación, formación y mediación; además de otros viajes que tienen como objetivo favorecer su integración en la comunidad. Uno de los últimos ha tenido como destino la Sierra de la Culebra (Zamora). “Repoblamos una finca con castaños y trabajamos la resiliencia. Nuestra forma de sensibilizar es haciéndonos visibles. Son personas normales que han tenido dificultades y necesitan apoyo; la mayoría ya nacieron en una situación de desventaja. La comunidad juega un papel fundamental”.