El salmantino, actualmente apoderado de Borja Jiménez, rompe su silencio tras varios años para abrirse en canal en esta entrevista exclusiva.
Lleva desde que tenía siete años bajando a entrenar prácticamente a diario al Parque Fluvial, donde en un improvisado ruedo sueña faenas, antes como matador de toros y ahora como apoderado de uno de los toreros del momento: Borja Jiménez. Julián Guerra, en una entrevista exclusiva, abre su corazón mientras observa detenidamente cada uno de los movimientos en el toreo de salón del torero sevillano, que prepara a conciencia su próximo compromiso en San Fermín.
La conversación con nuestro protagonista empieza conociendo qué fue lo que movió a Julián Guerra para lanzarse al mundo del apoderamiento: “En aquellos años en los que yo luchaba por querer ser torero importante de ferias, pensaba mucho cómo me gustaría que me hubiesen defendido. Además, creo que si Dios me ha regalado algún talento es el tener cierta intuición para la formación en la técnica. Con todo esto me sentía en la obligación de aportar mi granito de arena a algo que me ha dado tantas noches y días de felicidad y de ilusión. Empecé queriendo ayudar y aconsejar a cualquier chaval, pero después esto se ha convertido en un medio de vida por el que yo puedo seguir vinculado al mundo del toro”.
Otro de los motivos que siguen moviendo al salmantino para continuar luchando por sus toreros es el de la independencia: “Para mí no debería existir otra manera de apoderar que esa. Mi carácter es un poco rebelde y el ver que están intentando que desaparezca el apoderado independiente me llevó a un punto de rebeldía para intentar demostrar que a veces cuando la voluntad va unida al deseo se pueden conseguir cambiar cosas”.
A lo largo de su carrera, Guerra ha apoderado a toreros como Fortes, Miguel Abellán o López Simón. “Lo primero que busco en un torero es que tenga algo que decir. No me importa que sean toreros a los que les cueste. La facilidad no me llama la atención. Yo no quiero que un chaval “ande bien”, quiero que tenga una historia que contar aunque no le salga”, explica el apoderado, quien añade: “Pese al tópico que hay en el mundo del toro, yo creo que la personalidad en cualquier arte sólo sale desde el conocimiento y desde el dominio de la técnica. La inspiración te tiene que pillar trabajando para que en ese momento estelar tú te puedas abandonar”.
Ahondando en esa virtud del conocimiento de la técnica, Julián Guerra manifiesta que “el toreo tiene una velocidad totalmente opuesta a la de la sociedad actual, donde todo va muy deprisa. En el toreo casi siempre se necesita un poquito de fuego de puchero…”. Su apasionada personalidad le ha generado varias críticas, de las que es consciente: “Uno de los problemas que yo tengo es que yo me creo que sigo toreando y que soy torero, pero mi momento ya pasó. Creo que a veces consigo transmitir, con mis virtudes y defectos, una pasión especial para que los toreros encuentren una entrega por lo que yo disfruto tanto de esta profesión, donde se actúa desde la naturalidad siendo lo más antinatural que le puedes pedir al cuerpo, que es despreciar su vida”.
Respecto al actual sistema en La Fiesta, a Julián no le duelen prendas al afirmar que “ahora es muy difícil abrirse camino. Intentan asustar a los toreros nuevos que tienen proyección”. Sobre la trascendencia de los triunfos, tiene claro que “si tu aguantas y tienes paciencia, valen más todavía y tienen más sabor. Las figuras del toreo de antes arropaban a este tipo de toreros y le daban su sitio en todas las ferias. Ahora todo depende de lo que molestes y lo que hables, tanto en la plaza como en los despachos”. El apoderado de Borja Jiménez continúa: “Hay casos, que no voy a nombrar y que el aficionado lo sabrá, en los que dos orejas en una plaza de segunda le valen como si hubiese cortado cuatro orejas en Madrid, o que se les puede esperar veinticinco tardes para que den una vuelta al ruedo. Es muy respetable pero no creo en eso”.
Antes de ahondar en su relación con Borja, Guerra lanza un mensaje de esperanza: “Los taurinos con poder y los que manejan esto deberían fomentar personajes que ayuden a sacar toreros, porque necesitan ese apoyo moral y una guía para que en los tiempos de desconfianza y de soledad sepan que están en el camino adecuado y no se tuerzan. Además le pido a las empresas que no jueguen a apretar tanto a los toreros y que tengan un poquito de visión de futuro, respeto y cariño por personas que han dedicado su vida entera y han sacrificado muchas cosas por tratar de alcanzar un sueño”.
Julián Guerra recuerda cómo comenzó su relación con el torero sevillano al que apodera actualmente: “Borja pasó el desierto, pero la voluntad unida al deseo mueve montañas. Yo lo conocí en un tentadero en Aldeanueva. Allí vi un torero exageradamente cuidado, casi con un aspecto enfermizo. Estaba escuálido”. El salmantino se emociona al rememorar aquel momento: “No fue un tentadero fácil pero le vi queriendo agarrarse a un clavo ardiendo. No estuvo bien pero a mí me encantó porque aunque no le salía nada, todo lo que hacía tenía verdad y además tenía la humildad de no querer mentir para defender lo que no le estaba saliendo”. A raíz de ese momento se fueron sucediendo los encuentros hasta que Borja Jiménez quiso que Julián Guerra llevase las riendas de su carrera y puso rumbo a Salamanca, donde entrena a diario bajo el amparo y la exigencia del charro: “Hay que elogiar lo bueno y hay que tener paciencia para lo malo, pero cuando se analiza, siente bien o siente mal, se critica, y eso es necesario para poder crecer. Si no tienes ese pensamiento no vas a crecer en ninguna profesión”, afirma rotundo.
El apoderado salmantino elogia al torero: “Borja tiene unas cualidades muy buenas y es una gran persona. Tiene una cosa que es muy importante: cuando consigue torear expresa y transmite, que es lo que se le pide a un artista. El valor hay que regalárselo a los conocimientos para poder entender el máximo número de embestidas y el alma para sentir”. Al hilo de esta idea, a Julián le llega la inspiración para definir el arte en el toro: “Pese al tópico actual, el arte no es ningún concepto estético, ni va relacionado con vestir como figuras del toreo antiguas. El arte es sentir y transmitir algo al mismo tiempo y sí tiene definición, que es esta que te doy”.
También hay tiempo para hablar de Salamanca, que enamora a nuestro protagonista: “Esos amaneceres y atardeceres en la piedra de Villamayor, la dehesa, los figurones del toreo que ha habido, los genios de la ganadería… Si en Salamanca supiésemos vendernos…”. Antes de finalizar nuestra conversación, Julián profundiza sobre su persona: “Nunca tuve la suerte de tener las tardes de gloria que han tenido los toreros que he apoderado. Además, me gustaría que se me fuese entendiendo y que se me recordara como un tío con pasión y que todo lo he hecho con el corazón, aún sabiendo que hecho cosas mal y otras muy bien. No soy de números, pero que los busquen… No he sido mejor que nadie pero sí creo que he tenido tanta afición como el que más y he dedicado todo mi tiempo, pese a momentos de amargura y frustración, al toro”.
Guerra no puede contener las lágrimas cuando echa la vista atrás con un largo camino a sus espaldas: “Como decía el maestro Manzanares, el torero salvó al hombre. Posiblemente en mi caso también sea así. Con todos los disgustos y satisfacciones que he tenido, (llora), cambiaría todo menos a mi hijo Julián por volver a tener nueve o diez años y tener un hatillo al hombro para hacer tapia en los tentaderos. Recuerdo y añoro mucho las tardes de campo en las que veía torear a las figuras del toreo de la época. Esas cosas me han marcado de por vida. Cambiaría todo lo que he conseguido, por volver a ser ese niño, pero si pudiera ser con todo lo que sé ahora”.