Para la mayoría de nosotros, es bastante fácil defender a otra persona. Digamos que te resulta placentero y agradable defender el ascenso de un compañero a una posición de liderazgo, porque crees que es justo y que hace ya un tiempo que lo merecía.
Pero por alguna razón, encontramos diferentes historias que justifiquen que sea realmente incómodo, con frecuencia creemos que egoísta, que defendamos nuestros propios intereses y necesidades. Y lo peor de todo es que, caemos en nuestra propia trampa: de ignorar de manera consciente no solo nuestras exigencias, sino nuestros propios deseos, por lo que sin darnos cuenta estamos inhibiendo nuestra voz interior que debe esforzarse en recordarnos que “¡no te olvides de mí…que yo también importo”!
Dale la importancia que tiene a tu autoestima
¿Has imaginado alguna vez tu autoestima como tu capacidad de ahorro? Si gastas más de lo que ingresas, seguro que vas a tener dificultades financieras. En el ámbito de la estima que tienes de ti mismo funciona igual: debes poseer más, sentir esta propiedad que posees y desarrollarla de manera que por más que entregues energía y cariño a otras personas que las defiendas y apoyes, siempre tu balance de energía, como la batería de tu móvil, la tienes que tener cargada.
¿Tienes claros cuáles deben ser tus límites?
Es como si dibujaras un perímetro a tu alrededor, obviamente inmaterial, pero que estás definiendo tus límites, comprendiendo en primer lugar cuáles son aquellas cosas que dejas entran en tu zona de influencia y cuáles no. Esta superficie que has determinado está integrada por tu espacio mental, emocional, físico y espiritual. Es el espacio en el que vives día a día, que ocupa todo lo que tú eres como persona. O sea que, debes sentir que en él están incluidos todo lo que valoras y consideras como las cosas y principios que son importantes en tu vida.
Pero, además, tienes que tener una especie de recordatorio (una hoja de ruta) en la que tengas presente aquellos aspectos de ti mismo que has olvidado, negado y reprimido.
Y ten en cuenta una cosa: este espacio es de tu propiedad y nadie más pertenece a él. Por ello, no se puede compartir.
Los límites son tus pautas (tus normas de conducta) que te están diciendo lo que debes proteger. Son tus reglas sobre quién, qué, cómo y por qué te sientes confortable estando cerca de otra persona, ayudando a otros a saber quién eres y cómo interactuar contigo.
Cuando tienes claros tus límites, nadie a tu alrededor se queda con dudas de cómo interactuar contigo, porque has establecido un mínimo de reglas de juego. Si eres confiable los demás saben que no aceptarás mentiras ni verdades a medias.
Por tanto, estarás construyendo tu autoestima teniendo en cuenta cuáles son esas fronteras que has establecido (partes de la base que consideras saludables las que te has impuesto), porque como suele decirse coloquialmente, “la caridad bien entendida empieza por casa”, o sea, debes no solo cuidarte a ti mismo, sino honrarte y respetarte.
Saber decir que no sin titubeos
La próxima vez que te pidan como favor participar, por ejemplo, de una reunión vecinal de la que no formas parte, antes que dar un sí debes pensar en cuál será para ti el coste de no haber tenido la firmeza de negarte, y te lo digo para que reflexiones: te va a significar en términos de tiempo, energía, salud (por la tensión y enfrentamientos que suceden en este tipo de reuniones) y porque también te costará dinero, en el sentido de que habrás dejado tiempo profesional que ibas a dedicar a tu negocio, pero finalmente se lo quitas.
¿A que no te están sobrando los recursos en general, como para decir sí a todo? Por tanto, simplemente diciendo “gracias por contar conmigo, pero no puedo en esta ocasión”, es la respuesta más directa y que más rápido te desvincula de esa responsabilidad que te pesa porque estás pensando en si debes por fin negarte o no.
¿Te preocupa complacer a las personas de tu entorno?
Sabes que a la gente le agrada que le agraden, y muy especialmente que seas complaciente, que significa ser amable, atento, tolerante y generoso, entre otras características de lo que significa la complacencia. Pero si esta es tu manera continua de actuar, puede ser devastadora para tu sentido de autoestima. Y esto se agrava, cuando te esfuerzas en que tanto tu apariencia como lo que los demás piensen de ti, sea lo que revista más importancia en tus relaciones interpersonales. En cierto sentido, te estás auto-devaluando. Se van agotando esos recursos emocionales que tenías ahorrados.
Tienes que quitarte ese miedo a agradar siempre y darle preeminencia a tu fuerza interior, para estar cómodo, aunque no agrades a los demás, y hacerlo con tranquilidad, ya que tu nivel de autoconsciencia te permitirá tener la capacidad de aguantar reveses, la resiliencia para soportar el rechazo y el coraje para enfrentar todas las situaciones que el cambio te esté exigiendo.
Las peticiones de los demás o tus propios deseos
En la mayoría de situaciones reaccionamos favorablemente a las peticiones de los demás sin detenernos a considerar nuestros propios deseos.
Con frecuencia no nos es fácil descubrir lo que queremos, pero sin duda, cuánto más claro tengamos nuestros deseos, más fácil nos es defender lo que necesitamos y pedir cosas sin remordimiento.
Si tienes necesidades no debes preocuparte porque quizás no estás atendiendo las de los demás. Porque siempre saben que atiendes sus peticiones, porque eres empático y flexible. Tienes sensibilidad por los problemas y retos del otro, pero has aprendido a decir también al resto del mundo sin ningún tipo de miedo cuáles son tus deseos.
Hacer escuchar tu voz sin temor, es que estás dando la dirección a tu vida, estás mostrando cuál es tu posición en el mundo, y te lleva más profundamente a una vida llena de significado, propósito y sustancia.
Tus deseos merecen atención, energía y respeto. Defiéndelos que es defenderte a ti mismo.
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