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La escritora salmantina que rinde homenaje a su padre en un poemario conmovedor
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Literatura

La escritora salmantina que rinde homenaje a su padre en un poemario conmovedor

Actualizado 29/06/2024 16:37
Berta Joven

Maribel Andrés Llamero, ganadora del prestigioso Premio Hiperión de poesía con “Autobús de Fermoselle” (Hiperión, 2019), ha publicado recientemente “80.000 soldados de terracota” en Isla Elefante

Un diálogo con la figura del padre durante la enfermedad, la muerte y el duelo. 80.000 soldados de terracota (Isla Elefante, 2024), el poemario que ha publicado la escritora salmantina Maribel Andrés Llamero, traslada una expresión del dolor como “amor defendiéndose” sin dejar de ser por ello un canto a la vida. La poeta regresa después de Los inútiles —publicado en la misma editorial en 2022— con un libro madurado y reescrito a lo largo de cuatro años. Un proceso de escritura que, según confiesa, le ha servido para poner orden dentro de la confusión que supone la muerte de un padre. El mundo, tal y como conoces, se destruye. Y la palabra es la única herramienta que yo tengo para reconstruirlo”. Con este poemario, la literatura alcanza una nueva dimensión: se convierte también en medio para seguir manteniendo conversaciones infinitas con él. “El primer motor de escritura era el deseo de hablar con mi padre. ¿De qué manera podría contarle lo que hemos vivido? A través de estos poemas”.

Pese a los años de reposo y distancia, Maribel se sigue reconociendo en la emoción de los primeros borradores. “La poesía siempre tiene algo de ficción, pero esa ficción tiene que ver más con el modo de expresar la verdad. Y, a veces, la ficción es la mejor manera de llegar a una verdad. Me parece un libro francamente verdadero, y en ese sentido no puedo, como, no sentirme identificada, porque así fue y así lo dejé escrito”.

La autora de Autobús de Fermoselle (Hiperión, 2019) —premiado con el prestigioso Hiperión de poesía— ofrece al lector el relato de la relación entre una hija y un padre en la transición entre la enfermedad y la muerte. “Me encantaría que pudiera ayudar a alguien, pero tenía mucho miedo. Me daba cierto pudor pensar que a lo mejor había personas que entristecían con el libro. Yo sé que es muy, muy emotivo y no es un tema fácil para nadie. Quería que fuese, en gran medida, vitalista. La idea es que el dolor es el amor defendiéndose. Yo deseaba transmitir esa idea de luz, de amor y de canto a la vida que hay en el libro”. Lo cierto es que la lectura del poemario funciona también como una catarsis para quien lo sostiene. “Parece que les consuela y sienten que pone palabras donde ellos tenían intuiciones. El poder nombrar las cosas, entenderlas y situarlas es algo fundamental, ser capaz de darle un espacio a cada sentimiento, a cada palabra, a cada tristeza, a cada alegría, a cada sensación”.

El homenaje al padre se cuela también en las referencias, escondidas o no, a la mitología, a la historia y a la filosofía. “En mi casa, todo el mundo, mi padre, mi madre y también mis tíos son muy lectores. Yo he tenido la inmensa suerte de crecer en una casa llena de libros en la que era normal que leyeras porque todo el mundo en algún momento del día se sentaba en silencio a leer. Entonces, uno por imitación hace lo mismo. Mi padre, que era filósofo, me puso en contacto con algunos discursos, con maneras de pensar, de proceder o de entender la vida, porque para él la filosofía era un modo de vivir, no un área de estudio”.

80.000 soldados de terracota, que ha merecido la atención de varios medios nacionales y la presencia de su autora en la Feria del Libro de Madrid, es el poemario más personal de la poeta. Una obra que acompaña, arropa, ofrece consuelo y alivio al lector a través de la palabra escrita porque como ella misma afirma en su epílogo "solo la belleza y el amor nos salvan de lo irremediable".