Ignacio Ferreira, de Ferreira Ópticos Optometristas, habla de la trayectoria de una de las empresas familiares más longevas de Salamanca
Después de casi siglo y medio de existencia, Ferreira Ópticos Optometristas es una de las pymes salmantinas con una de las trayectorias más largas. Esta empresa familiar se fundó en el año 1875 y ya son cinco generaciones dedicadas al cuidado de la salud visual.
En un principio, aparte de óptica, la empresa también fue relojería, cuenta Ignacio Ferreira. “Mi bisabuelo vino de Reinosa y le gustó Salamanca, por lo que primero montó una relojería en la acera de correos de la Plaza Mayor y en 1910 se trasladó a la calle Toro; montaba muchos relojes de pared y mi padre era el que se dedicaba más a la óptica”. Él en 1969, con 18 años, se hizo cargo de la empresa y dejó la relojería para dedicarse solamente a la óptica, “gafas, lentes de contacto, optometría, control de las miopías… todo lo que se refiere a la óptica; el local era pequeño y no podíamos abarcar todo y me decanté por la óptica”.
Ignacio Ferreira es diplomado en Óptica y Optometría y es la cuarta generación de esta empresa familiar, en la que están sus dos hijos, con otras ópticas en Santa Marta y la calle Filiberto Villalobos de Salamanca.
El pilar fundamental de la empresa, explica Ferreira, es “una atención muy personalizada. Lo que queremos es que la persona que entra en nuestras ópticas sepa que es auténticamente una personalización y que lógicamente nos preocupamos de que lo que vayan a elegir, gafas o lentes de contacto, sean muy específicamente para ellas. No vamos al gran público, sino que normalmente lo que queremos es que sea una óptica, digamos, familiar. Tengo clientes que son de dos y tres generaciones, porque saben cómo hacemos las cosas y repercute en que tanto una generación como otra siguen viniendo”.
Ese trato personalizado es el valor fundamental de Óptica Ferreira, como lo es de muchas de las pequeñas empresas salmantinas. Un trato personalizado al que se añade que “siempre trabajamos con los grandes proveedores, las mejores calidades y lógicamente la gente que nos conoce sabe cómo funcionamos”. A todo esto, se añade la implantación de la tecnología de última generación en sus consultas.
Quizás todo ello ha provocado que esta empresa familiar se haya mantenido en una línea constante, sin altibajos. El cambio de ubicación de la calle Toro a la actual del Pozo Amarillo quizás sea el principal aspecto que le han influido. Ignacio Ferreira explica que el local de la calle Toro era muy estrecho y con varias alturas y tuvieron que trasladarse a una instalación “a ras del suelo, porque era una normativa de Sanidad, lógicamente no tiene que haber ninguna barrera arquitectónica. Ese cambio de estar allí desde 1910, casi cien años, fue un momento delicado. Quizás el único, porque la verdad es que nosotros hemos estado en una línea muy uniforme, sin altibajos; los clientes que tenemos nos conocen y estamos satisfechos, tenemos una clientela muy cuidada, de muchos años”.
Entre los problemas que tienen, alude a su ubicación en una calle que ahora es peatonal, “pero siguen pasando coches y es un problema importante, tendría que tener más vigilancia y que solamente pasaran los coches autorizados, ahora con las cámaras imagino que mejorará, pero la verdad es que es un problema; ver si las zonas peatonales son verdaderamente peatonales”. También se refiere a la seguridad, “aunque ahora ha mejorado bastante, porque hubo una época en la que no era así a la hora de entrar a la óptica a robar”.