, 30 de junio de 2024
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El precio de la iniquidad...
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El precio de la iniquidad...

Actualizado 25/06/2024 07:57
Miguel Mayoral

Hay muy pocos estudios acerca de la iniquidad. Muchos cristianos, y la mayoría de los ciudadanos, desconocen el significado de esta palabra a pesar de ser mencionada en varias ocasiones en la Biblia, y estar de moda practicarla y ser inicuo por la mayoría de la ciudadanía. En la clase política, muchos famosos de pensamiento vacuo, en los que crean tendencia o moda, etc., hay muchos individuos que son el paradigma del superhappy o de la iniquidad. El hago lo que quiero porque quiero, porque tengo o tenemos nuestra razón, porque la verdad la impongo yo se está abriendo paso cada día más. Si no tengo razón, tengo la mía.

Según la RAE “iniquidad” significa “maldad o injusticia grande”. En la Vulgata se tradujo por la palabra griega anomía. Ambas palabras significan falta de ley o negación de la ley. En este sentido, anomía o iniquidad sería un calificativo adecuado al liberalismo actual en el que vivimos con toda justicia y verdad, puesto que el liberalismo se desvincula de la ley divina, y a día de hoy de toda ley exterior al propio individuo, incluso la creada por los propios ciudadanos para su perfecta convivencia. Es verdad que hay leyes que con el tiempo o en determinadas situaciones pueden ser inicuas, pero el hombre debe saber discernirlas y aplicarlas de acuerdo con los principios morales.

Creamos o no, para el que quiera leer y aprender, Jesucristo anunció que volvería pero antes habría un periodo de dificultad y de extendida iniquidad. Según nos cuenta el evangelio de San Mateo la civilización se desmoronara; la violencia y los disturbios se extenderán de tal manera que a los habitantes del planeta quedarán atemorizados por las cosas que van a suceder, “porque habrá una gran tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta el presente, ni volverá a haberla”.

A día de hoy es tanta la iniquidad que ya nadie la reconoce, o pasa de ella porque ya estamos dentro de ella miremos donde miremos. Por lo extendida y diseminada que está actualmente la iniquidad podemos afirmar que se ha convertido en el pecado del mundo. Para muchos el liberalismo actual, nuestra sociedad, no es sino la iniquidad personificada en diferentes formas y en distintos ámbitos. Muchos actuando y gobernando en y desde la mayor de las iniquidades creen estar haciendo el bien.

Sería correcto afirmar que nuestra sociedad se está degradando moralmente, a causa de aquella iniquidad consistente en querer liberarse de cualquier sujeción a la ley divina o terrena, en beneficio de la autodeterminación de la voluntad del individuo o de la implantación de una determinada tendencia, que muchas veces el propio individuo no sabe a quién beneficia. En definitiva, la iniquidad no es sino el rechazo hacia quien lleva la Ley a su cumplimiento. Debemos ser conscientes de que en la medida en que nos opongamos al mal y, con ello a la iniquidad, será la medida en que la propia iniquidad no se enseñoree ni de nuestro corazón ni de nuestra vida. El mal avanza. La realidad está silenciando a la verdadera moral, y al final está siempre el desastre. Todo tiene un precio, en este caso el más alto.

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