«No pasa nada si una persona desea expresar su identidad de género de forma diferente. No merece ser víctima de violencia. Y si a alguien le incomoda, que mire en su interior» (Laverne Cox, actriz y defensora de los derechos de la comunidad LGBTIQ+)
Diego Moreno Fernández
Defensor de los derechos humanos
No es la primera vez que oímos acerca de crímenes de odio, tampoco la primera que vemos que van dirigidos a personas del colectivo LGBTIQ+. Los hutíes (chiítas de Yemen) siguen actuando contra las personas que no se ajustan a una norma establecida acerca de la orientación sexual, identidad o expresión de género de las personas, sometiéndolas a detenciones arbitrarias, torturas y todo tipo de crímenes de Lesa Humanidad. Las fuerzas de seguridad huzíes detienen en plena calle a personas queer o miembros del colectivo LGBTIQ+ bajo la acusación de ser «desviados sexuales», acusando su comportamiento (distinguen entre masculino y femenino) y acciones en público, redes sociales o por su activismo en redes sociales a favor de los derechos humanos. Es un comportamiento denunciado por no ajustarse a las convenciones sociales, pero, ¿de qué convenciones hablamos? En Yemen, la religión tiene un gran peso social, muchísimo mayor que en Occidente, promoviendo una ley medieval que persigue a aquellos que la desafían o simplemente abrazan su forma de ser, siendo discriminados porque no actúan como esta ley social exige.
Para una persona criada en Occidente esto es muy chocante y difícil de comprender, pero no tenemos que recorrer medio mundo para descubrir que el odio a aquellos que son diferentes a nosotros está presente en todas partes. La persona que no es tolerante odia al que no cree o piensa como él, viéndole como inferior o como una persona que sufre de alguna enfermedad. Duele, de verdad que duele escuchar esto, saber que dentro de nuestros círculos más cercanos hay personas que piensan así. No solo la integridad social de las personas LGBTIQ+ está en juego, sino también sus vidas. No es una decisión que se tome, ni siquiera una carga pesada como algunos lo quieren hacer ver. Una persona queer, homosexual, bisexual, asexual, tiene motivos de sobra para ser feliz y ninguno para sentirse inferior o a disgusto con su persona.
Ninguno somos una amenaza, no vamos a matar a nadie, ni adoctrinar al mundo para que todos piensen y actúen de acuerdo a nosotros. Sin embargo, esta es la acción que están tomando gobiernos fundamentados en estas sádicas leyes. Forzar a las personas a actuar acorde a sus designios, limitando la libertad individual y estableciendo un patrón único que de ser rechazado pueda costarte todo.
No hace mucho, el Papa se disculpaba tras la filtración de su comentario homofóbico sobre los seminaristas homosexuales. Si bien rectificar es de sabios, sabiendo que la religión cristiana acepta el perdón de los pecados si uno se arrepiente de corazón, es necesario que se erradiquen todas estas formas de desprecio hacia la comunidad LGBTIQ+.
Porque cada comentario homofóbico es una piedra más en el camino hacia la aceptación de lo que es un derecho humano universal. El mismo Vaticano dictaba que el cambio de sexo violaba la dignidad humana. No, definitivamente no, lo único que viola la dignidad humana es la ridiculización, el desprecio y la persecución de aquel que es diferente. Estás no solo limitando su libertad, sino su propia persona, ya que una persona trans, a la que se le niega su derecho a ser como de verdad ella cree que es, vivirá constantemente con el lastre de fingir algo que no es.
Para lograr un mundo en el que todos podamos ser quienes realmente somos, luchamos contra las injusticias y la discriminación.
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