El esperpéntico presidente argentino se lo pasó tan bien en España insultando al presidente del Gobierno, a su esposa y a todos los españoles, incluidos los votantes del Partido Popular, que antes de deshacer la maleta ha vuelto a venir de fin de semana en viaje privado, aunque eso sí, el avión lo han pagado los argentinos, y además de no esconderse para que nadie lo viera, ha tenido la desfachatez de pedir ser recibido en audiencia por el Rey.
Hasta ahí llega su ignorancia, su insolencia y su atrevimiento. En esta ocasión la culpable de tan impresentable visita ha sido la no menos chabacana presidenta madrileña que, por su cuenta y riesgo, sin informar al Ministerio de Asuntos Exteriores como exige la ley en estos casos, no se sabe si con el permiso de Feijóo o sin él, decidió invitarlo para distinguirlo con la medalla internacional de la Comunidad de Madrid.
Las medallas, los collares, las cruces, los lazos, etc., son condecoraciones con las que los gobiernos reconocen, agradecen y premian a personajes ilustres, a ciudadanos ejemplares, a hombres y mujeres que han hecho algo importante por la sociedad, pero la presidenta madrileña confunde lo positivo con lo negativo, lo bueno con lo malo, lo útil con lo inútil, lo loable con lo censurable, y en uno de los frecuentes ataques del trastorno que sufre, en lugar de nombrar persona non grata al tal Milei que es lo que procedía, decidió invitarlo para condecorarlo por energúmeno, por provocador, por grosero, por querer acabar de convertir las residencias de mayores de su país en asilos, las clínicas de salud mental en manicomios, por segar derechos para multiplicar la pobreza y hacer un país de hombres machistas y mujeres esclavas, y creyéndose digno de ella, a buscar la medalla se vino.
Si en la cena que compartieron, para presumir de no ser menos que él, que todo cabe esperar, le contó que cuando la pandemia más de siete mil personas murieron en las residencias de mayores de la comunidad sin permitir que recibieran asistencia sanitaria mientras que ella contagiada del virus se confinó en un piso de lujo que le prestó un empresario amigo, y los amigos, esto es más viejo que nacer desnudo, cuando dan es porque reciben, y si son políticos no poco porque ellos regalan y los ciudadanos pagamos los regalos, el escándalo de las comisiones cobradas por su hermano en la venta de mascarillas a la Comunidad de Madrid, los fraudes fiscales de su novio y su método de recortar servicios a las clases más bajas y favorecer a las de más alto nivel económico, el tal Milei no tardará en cumplir con ella, y entonces será él quien la invite a recibir una medalla similar, y los españoles quienes tengamos que pagarle el viaje para ir a buscarla. Pero lo más sorprendente de esta visita ha sido la actitud del señor Feijóo.
Ni acudió a recibirlo con la presidenta, ni cenó con ellos, ni ha abierto la boca hasta la fecha. Desde que asumió la dirección del partido lleva pidiendo a gritos que el presidente del Gobierno cese ministros y presidentes autonómicos y que dimita él de una vez para dejarle el sitio, y ahora, ante este despropósito, es incapaz de hacer lo que no pocos militantes del partido le agradecerían: que la cese mejor hoy que mañana, porque dimitir, no va a dimitir. Y bien haría en hacerles caso porque de no hacerlo corre el peligro de seguir los pasos de su antecesor en el cargo.
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