Lo que pase en las elecciones europeas del próximo domingo 9 de junio (desde el día 6 en otros países europeos) nos afecta a todos, y mucho. Por eso, pienso que la mejor manera de ser y sentirse europeo es votando. Pero ¿qué nos diferencia o más nos define como europeos? Sin perjuicio de otras consideraciones, creo que lo que más nos define como europeos es el Estado de bienestar, ese que actúa como el corazón de la Unión Europea (UE).
Y ¿qué es eso del Estado de bienestar? Es algo que lo configuran las pensiones, la enseñanza para todos, la sanidad pública universal, los servicios sociales concebidos y prestados para el bien común y sin que nadie se queda desamparado, la protección social. Es el respeto a la democracia, al ciudadano, a los derechos humanos, surgidos en suelo europeo. Son ese conjunto de consideraciones y servicios los que nos hacen europeos. Ellos son nuestra razón de ser y la esencia de la UE. Algo que nos diferencia de otras organizaciones sociopolíticas o potencias como Estados Unidos, China o Rusia que carecen de alguna de esas consideraciones y valores fundamentales.
Consecuentemente, cabe que nos planteemos ¿qué es ser europeo? Cada uno tendrá su propia respuesta. Para mí, ser europeo es pertenecer a un estado miembro de la UE, como lo es el Estado español. Es defender nuestros derechos como ciudadanos, nuestra enseñanza y nuestra sanidad pública, nuestras pensiones. Es vivir un europeísmo compartido, sus raíces, sus valores, sus costumbres y su futuro. Eso es ser europeo, una unidad dentro de la diversidad, basada en los derechos humanos.
Con todo, la UE es un proyecto inacabado. Hasta ahora se ha conseguido el objetivo fundacional de evitar otra guerra mundial. Pero no se ha conseguido eliminar los nacionalismos europeos emanados de la emotividad tribal de las naciones europeas y por eso, también en estas elecciones europeas cruciales se ha hablado poco de Europa y mucho de aspectos internos de cada país. Consecuentemente, seguiremos votando en clave nacional más que por los intereses de la Unión y en cuanto que ciudadanos europeos. Sin saber o sin tener en cuenta, que el 60% de las leyes que nos gobiernan ya provienen o tienen su origen en la UE y que el 70% de lo que se decide allí nos afecta.
Los dirigentes europeos actuales y del pasado no han sabido crear o generar un europeísmo emocional. Esa emoción que se siente cuando estás ante las instituciones europeas y que yo mismo pude vivir en febrero de 2009 visitándolas en Bruselas, conociendo su funcionamiento por dentro. O sentirme embargado de emoción a finales del mes de junio del 2022 al sentarme en la tribuna del parlamento multinacional más grande del mundo como es el Parlamento Europeo en Estrasburgo. Una emoción que enamora no por la grandeza de los edificios y las instalaciones, sino por la toma de conciencia sobre las capacidades de gobernanza que las instituciones de la UE tienen para facilitar y mejorar la vida de las personas.
Ese europeísmo emocional no se ha logrado en la mayor parte de la ciudadanía europea, y, en su ausencia, una gran parte de los europeos ven a las instituciones y a la Unión como algo frío, tecnócrata, funcionarial, soso, lento, carente de un proyecto ilusionante. Nos gusta enfatizar las diferencias nacionales en cada país miembro, pero no promover o reconocer los aspectos sentimentales en cuanto que Unión Europea, al respecto, esta queda desdibujada, difuminada. Y eso es un vacío, un caldo de cultivo en el que los populismos simplones siembran sus semillas nacionalistas o soberanistas particulares y florecen cual amapola en los trigales.
En la encrucijada de estas elecciones europeas, se vaticina que en algunos países haya un avance significativo de la extrema derecha y nacionalismos euroescépticos, antieuropeístas, que pretenden desmontar desde dentro la UE, su arquitectura, el Estado de bienestar que proporciona y, quién sabe, si hasta la democracia tal y como lo conocemos. Una encrucijada de Europa de alto contenido que puede hacernos retroceder en libertades, democracia y derechos humanos. La UE está inacabada, sigue siendo un gigante económico con los pies de barro en lo político.
Si bien, personalmente creo que somos más europeos de lo que pensamos. El sustrato que la historia nos ha ido dejando nos hace a todos europeos inseparables en la cultura, la educación, el arte, las ciencias, los comportamientos, una visión del mundo y de la vida. Elementos todos ellos con fuerza suficiente para que surja y florezca ese europeísmo emocional que reclamamos y que tanto necesitamos, para seguir construyendo juntos el futuro.
Con inquietud y nervios entre los dirigentes políticos y con cierta apatía entre el electorado, llegan estas elecciones europeas cruciales. Las más europeas por su trascendencia. Cerca de 400 millones de europeos estamos llamados a las urnas para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo, compuesto por 720 europarlamentarios y para una legislatura con desafíos y oportunidades fundamentales en cuanto a la consolidación y ampliación de la UE, la transformación del modelo energético carbonizado a otro de energías renovables, impulsar la reindustrialización y competitividad de su industria, la seguridad, reforzar la autonomía estratégica e independencia del continente, la inmigración y la Inteligencia Artificial, entre otros.
El resultado de las elecciones será fruto del mayor ejercicio de democracia transnacional realizado en el mundo conocido. La renovación del Parlamento Europeo es el punto de partida para un nuevo ciclo político comunitario que, dado el ambiente existente en vísperas de las elecciones, cuando se escriben estas líneas, no sabemos muy bien en qué dirección irá. Europa está en una encrucijada cuyos pilares, los que acabamos de citar como desafíos, son los cimientos de su soberanía.
El camino a seguir dependerá mucho del tipo de alianzas políticas que se tejan tras las elecciones. Europeas han sido las respuestas a las grandes crisis que hemos tenido últimamente y transnacionales son los retos que tenemos por delante, incluido el reto de conservar el propio modelo sociopolítico y económico de la UE en este mundo acelerado, cambiante, desafiante y dudosamente sostenible, en el que vivimos.
Seamos conscientes del alto valor de nuestro voto.
Escuchemos el Himno a la Alegría:
https://www.youtube.com/watch?v=lKPWZi25DA0
© Francisco Aguadero Fernández, 7 de junio de 2024
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