Un día iba yo de paseo con uno de mis hijos por el parque fluvial, cuando de repente se paró en seco, se giró hacia mí y con una mirada entre curiosa y atrevida, con ademán filosófico, me hizo la siguiente pregunta:
Entonces me quedé pensando un instante. Se me venían a la cabeza muchas ideas que decirle a mi hijo, pero ciertamente, caí en la cuenta de que no necesitamos cosas tan distintas a las de la plantas, así que le contesté:
El paseo transcurrió sin muchos más sobresaltos intelectuales, pero esa pregunta despertó en mí una reflexión sobre las necesidades humanas. Ciertamente, en lo más básico, los seres vivos somos más parecidos de los que nos pensamos.
En primer lugar, necesitamos calor del sol, porque necesitamos trascender nuestra propia realidad, teniendo un horizonte más allá de la limitación que lastra nuestra propia existencia. Es decir, saber que yo no soy principio y fin de mí mismo, sino que soy una criatura a la que le han regalado la vida, así sin más, sin haber hecho oposiciones, sin tener méritos, sin haber pagado matrícula o tasa. Entonces aceptaremos con más paz incluso nuestra propia muerte, como parte de nuestra propia vida, porque la vida en realidad va más allá de nuestra carne y huesos.
Pero también necesitamos calor del sol porque necesitamos el cuidado de otros, desde que nacemos, hasta el final de nuestros días. En definitiva, necesitamos sabernos amados, queridos y acogidos con lo que somos o no llegamos a ser. Pero claro, nos tenemos que situar en zonas donde realmente podamos percibir ese calor y esa luz. Las plantas no pueden tomar decisiones, pero nosotros sí.
Además, también como las plantas necesitamos agua en abundancia, porque somos una especie que tiene sed y necesita beber agua para sobrevivir, pero también tenemos una sed más profunda, de profundidad, de conocimiento, de amar, de entrega. Sed que no se calma con cualquier cosa, por eso tenemos que buscar entre las ofertas de bebidas que calman rápido la sed como el dichoso fútbol, las redes o todo aquello que me da satisfacción rápida, otras fuentes más estables, más perennes, que quizá hay que buscar entre las malezas y los bosques tupidos, pero que al final, merecen la pena. Fuentes de agua cristalina que calma la sed con más radicalidad, aunque a decir verdad, estamos hechos los seres humanos para vivir teniendo sed de plenitud, porque algo nos falta siempre.
También necesitamos buena tierra, que es el principio para plantar cualquier semilla. Sin tierra no hay raíces, y no hay posibilidad de que germine la vida. La casa se comienza a construir siempre desde los cimientos. Por eso necesitamos buena tierra para asentar nuestra vida. Nuestros padres son los que nos han tocado, a veces han sido buena tierra y otras veces no tanto. Pero los amigos los vamos eligiendo nosotros, ¡qué buena tierra una buena amistad!
Y finalmente, ¡qué decir del cariño! Eso habla de las relaciones entre las personas. El cariño hecho de gestos, palabras y detalles, de abrazos y de canciones, de sonrisas y de miradas. El cariño que nos hace cuidarnos unos a otros, decirnos una palabra que nos pueda ayudar o hacer pensar, gozar y disfrutar junto al otro aunque sea de algo aparentemente pequeño. El cariño habla también de animarse y sostenerse, de estar cerca en las dificultades y en los gozos.
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