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¿Son galgos o podencos?
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¿Son galgos o podencos?

Actualizado 02/06/2024 18:25
Francisco López Celador

Como decíamos el pasado lunes –con perdón, agustino Fray Luis-, el presidente Sánchez está atravesando un momento muy comprometido. Por más que se esfuerza en remover el fango para que salpique a los demás, cada vez tiene más sucio su propio atuendo. Pone empeño para que todo discurra según lo planeado por el gabinete monclovita –no por las Cortes, ni por el Consejo de Ministros-, pero todavía quedan instituciones libres e independientes que tienen muy clara su función. Afortunadamente, no todo se puede corromper. Juristas verdaderamente independientes, Guardia Civil y algunos periodistas tenaces buscadores de hilos ocultos, están tirando de ellos para descubrir la verdad. Y en esas estamos.

Ahora sabemos que el retiro espiritual de cinco días, no fue consecuencia de una caída del caballo, fue un apresurado briefing, en La Moncloa, presidido por Sánchez, y organizado para diseñar un montaje que eclipsara los nubarrones que oscurecen su futuro más inmediato. A todos los patinazos que está sufriendo nuestra política exterior, se han unido graves contratiempos internos. Con todo, la aprobación de la ley de la Amnistía es el mayor ataque que ha sufrido nuestra Constitución, y por tanto la democracia, desde que comenzó su vigencia. Antes de hacer el recuento de votos, el Congreso ya parecía una algarada entre traficantes. Los independentistas catalanes pidiendo un nuevo referéndum; mejor dicho, exigiéndolo, sencillamente porque saben que nadie podrá impedírselo –y menos este gobierno. Los de Bildu, volviendo a justificar los graves delitos de sus antepasados. Son todos más sinceros que Sánchez. No se esconden para proclamarlo, pregonan una nueva declaración de independencia unilateral, o piden la excarcelación de todos los etarras, porque esta vez nadie necesitará huir en un maletero.

La constante tirantez que ya existe en Cataluña y el País Vasco, y la que se perfila en Galicia, no aconsejan la mínima prudencia a la hora de manejar los procesos independentistas. Sin concederles nada, ya cayeron en la tentación de echar un pulso al Estado en octubre de 2017. El gobierno reaccionó bien y a tiempo. Los autores, nada sobrados de valentía, fueron juzgados y condenados con arreglo a nuestras leyes. Nadie, salvo los que siempre pretenden sacar tajada, escuchó sus intentos de internacionalizar el conflicto. Acabaron en la cárcel o huyeron del país. Una holgada mayoría de los que ahora han apoyado la ley de Amnistía, entonces votaron a favor de la aplicación del artículo 155 de nuestra Constitución; y todos los que después han sido colocados por Sánchez juraron machaconamente que este gobierno nunca negociaría con independentistas, que nunca se permitiría a una Autonomía celebrar un referéndum exclusivo y que la amnistía era algo no procedía por no figurar en la Constitución “¿Cuántas veces quiere que se lo repita?”

La Ley de la Amnistía ya pasó el fielato del Congreso, sólo falta el refrendo del Rey y su publicación en el BOE. Es de suponer que esto suceda después de las elecciones al Parlamento Europeo porque hacerlo antes perjudicaría los intereses de Sánchez. Ante este estado de cosas, España se enfrenta al peor golpe bajo que ha recibido nuestra democracia. La aplicación de esa ley equivale a dejar maniatado al poder judicial, y es así porque el texto no ha sido redactado por el gobierno sino por quienes serán sus directos beneficiados.

El chantaje sufrido por Sánchez –que se ha quedado tan fresco- es el primero de todo un rosario de peticiones que tienen en cartera los socios que le apoyan. Si nuestro presidente, como todo parece indicar- va a seguir aceptando todas las imposiciones, España definitivamente dejará de ser una verdadera democracia para convertirse en una cadena de repúblicas populistas.

Sólo podemos esperar un respiro que llegue de la mano de la justicia, de algunos medios de comunicación y de la descomposición del llamado bloque progresista. De una derecha que sigue discutiendo quiénes son galgos y quiénes podencos, poco se puede esperar. En más de una ocasión, se están sobrepasando los límites de la educación y de la verdad. En la última votación del Congreso, a la vista de lo que se jugaban, partidos con ideologías distantes se pusieron de acuerdo ¿Acaso es menos lo que se están jugando PP y VOX? Si no se apean del burro, la Tercera República asoma las orejas.

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