Probablemente tengan ustedes un calendario colgado en la cocina; ese donde anotaban nuestras madres el pedido de la bombona de butano o la cita con el dentista; donde apuntábamos nosotros nuestros cumpleaños y excursiones colegiales y nuestros padres, la fecha límite para hacer la declaración de la renta. Probablemente, ese calendario tenga dos hojas (mayo y junio) llenas de acontecimientos que nunca antes celebraron y que ahora copan las fechas, desajustan los presupuestos familiares y convierten calles y plazas en una verbena permanente que se prolonga durante las ocho semanas que ambos meses abarcan.
Si viven ustedes en Salamanca, probablemente no peguen ojo de jueves a domingo y pensarán que ahora, época de exámenes, quizás alguna noche sea propicia al sueño reparador (que ese sí es un derecho humano y no el ruido que lo impide) pero temo que acabarán resignándose a la vigilia gracias a las múltiples celebraciones de graduaciones, finales de curso, despedidas de solteros y solteras, comuniones, bautizos, pre bodas, bodas y tornabodas; y todo eso, dando gracias que no tengamos fiestas patronales, inauguraciones de luces y guirnaldas y algún evento deportivo acompañado de charangas y tambores brasileños. Como las graduaciones se celebran ya desde el momento en el que los chiquillos abandonan la guardería, las facultades se han multiplicado por diez y las bodas no se conciben sin que duren tres días, las posibilidades de no pegar ojo por el ruido nocturno son muchas. Como son muchas las posibilidades de que a uno le inviten a una de esas estafas piramidales que son los eventos familiares, antes destinados a juntar a los parientes y adquirir algún sacramento y ahora requisito indispensable para financiar un viaje a las Maldivas o amueblar un cuarto infantil. Me cuentan mis amigos de entre treinta y cuarenta (que los tengo, no se crean) que no hay mayor desgracia financiera que la de que te inviten a una boda de las de ahora.
Como la vida es corta y, por si no lo sabemos, nos lo recuerda el calendario y hay que disfrutar (que no es un verbo de la primera conjugación sino un imperativo categórico) hay que gastar en mayo y junio unos dineros que no siempre tenemos en regalos, trajes de fiesta de medio pelo pero de falda larga, americanas y pantalones que jamás se usarán en otra ocasión, viajes de fin de semana, hoteles donde se pueda armar la marimorena (eso para los solteros) y una larga impedimenta que va asociada a todo este lío de jaranas y eventos que traen consigo estos dos meses que antes eran para estudiar y aburrirse profundamente y ahora se han convertido en una fiesta interminable. Eso, entre otras muchas cosas, me lo he perdido con la expatriación; aunque siendo yo poco fiestera, creo que en ese particular he salido ganando.
Súmense a todo ello las ferias del libro como en cualquier provincia que se precie, el Corpus, los traslados de vírgenes y santos de una iglesia a otra (ya no basta con que procesionen por Semana Santa, hay que orearlos de vez en cuando) los festivales musicales al aire libre, las romerías varias que incluyen simulacros del Rocío incluso en Logroño; las exhibiciones folclóricas, la consagración de la primavera y las hogueras de San Juan hasta en aquellos lugares donde la sequía no ha dejado ni agua para apagarlas; las auroras boreales que aparecen donde no suelen y los meteoritos que iluminan los cielos en mitad de una noche cualquiera y que sirven de excusa para instalar un puesto de observación con terraza y copas a precio módico. En 1926, Hemingway escribió “Fiesta” después de pasearse por España con un grupo de amigos y quedarse estupefacto al contemplar los Sanfermines y todo lo que ocurría en aquellos días de jolgorio y toros por las calles de Pamplona. Si Hemingway resucitara en estos meses de mayo y junio no daría abasto a escribir novelas sobre la fiesta permanente en la que vivimos.
¿Y ustedes? ¿Tienen ya su calendario de fiestas y eventos para estas semanas? No me digan que no les han invitado a nada en estos dos meses; que no tienen una comunión, un bautizo, una graduación, sea de bachillerato o de guardería, la inauguración de un chalet adosado, lo que sea. ¿Nada? Entones, siento decirles queridos lectores que son ustedes tan raros como yo.
Concha Torres
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.