“Las Clarisas de Orduña tachan de «herejes» al Vaticano por frustrar la venta de un convento”; “Las monjas clarisas de Orduña y Belorado abandonan la Iglesia Católica”; “El cisma de Belorado: un obispo excomulgado, una operación inmobiliaria y unas monjas que abandonan la Iglesia” … Un sacerdote que no es sacerdote, bendecido por una obispo que no es obispo y que celebra misas que no son misas. Y muchos titulares y personajes parecidos están siendo noticia en estos días. Pero… ¡qué me dices! Si es que el mundo está loco.
¿Y qué hay de verdad en todo esto? Pues ya veremos, aunque lo más probable es que no, porque el titular ya está rodando por los medios y las redes sociales, ya ha sido rentable, y el resto no interesa demasiado. Estamos en la sociedad de la inmediatez y hay que pasar rápidamente a otra cosa ¡Que no nos da la vida!
Cuando algún escandalo salpica a ciertos colectivos tendemos a generalizar. Si un juez es corrupto… ¡Joder con los jueces! Si un cura es pedófilo… ¡Vaya con los curas! Si un militar es un violador… ¡Cuidado con los militares! Si un cirujano plástico es un chapucero… ¡Si es que son unos carniceros! Si un gitano o inmigrantes es un delincuente ¡Es que todos estos son iguales! Y así con el resto de los colectivos sociales o profesionales. Porque lo que la noticia nos está ni en el delito ni en la victima sino en el delincuente. ¿No se han percatado de que no aparecen titulares que diga algo así como Un perito agrícola acusado de asaltar un banco, un fontanero es denunciado por violación, un peluquero asesino a su pareja…?
Y el caso es que en todos los colectivos hay delincuentes y gente honrada, hay buenas y malas personas, pero aun siendo las menos, son las que acaparan los medios y las redes. Los titulares no son para las buenas personas. Millones de jueces, curas, monjas, militares, cirujanos plásticos, gitanos e inmigrantes son buenas personas, y cada día se comportan como tales, pero eso no es noticia. Será por eso que el periodista e historiador polaco Ryszard Kapuscinski dijo: Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.
No nos engañemos, los medios de comunicación y las redes sociales no estas en manos de los ciudadanos, sólo somos consumidores. Están en manos de poderosas empresas privadas y sus principales clientes, aunque pueda no parecerlo a simple vista, son sus anunciantes, porque viven de la publicidad, y los poderes políticos y económico, porque a ellos obedecen para obtener su apoyo. Creo que a esta perversa situación se refería la periodista y escritora Julia Navarro al decir: “Tengo un defecto gravísimo para el ejercicio de mi profesión. Creo que el periodismo es un servicio público donde debe primar la verdad y no los intereses de los políticos, de los empresarios, de los sindicatos o del que me paga” El negocio es el negocio.
Pero en realidad la responsabilidad de que esto sea así no es ni de los medios ni de las redes, ni de las empresas privadas o los poderes políticos y económico, es nuestra, de los consumidores. Porque en esta sociedad de consumo, si algo no vende se deja de producir. Tenemos los medios y las redes que nos merecemos por nuestra apatía y conformismos.
Hay miles de mojas por el mundo dejándose la vida por ayudar a millones de personas. Hay miles de millones de buenas noticias protagonizadas por buenas personas, por jueces, políticos, curas, monjas, militares, cirujanos plásticos, gitanos e inmigrantes que son silenciadas en pro de una minoría de malas personas que se llevan todo los titulares y el protagonismo. Pero ¡quién iba a tener interés en publicar y menos a leer buenas noticias! Y nos quejamos de la agresividad del lenguaje político y la polarización social mientras la alimentamos. Repito. Los titulares no son para las buenas personas.
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