Sábado, 08 de junio de 2024
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Elogio de la niña
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Elogio de la niña

Actualizado 13/05/2024 09:28
Charo Alonso

Mis pequeñas zancudas corren por los pasillos como arañas de flacas patas que dejan arrastrar tras ellas la melena lacia y larga que nunca atan, porque dejan que flote sobre la cabeza pequeña, que sea cola de cometa cuando vuelan sobre sus pies pequeños. A las niñas que son niñas, patilargas, flacas, flacas, sonrisas llenas de dientes y pelo al viento que las eleva desde el suelo, nadie las viste de Primera Comunión ni les pone el lazo a la carrera, si acaso se les da un balón, una raqueta, se las deja triscar sobre la hierba, mordisquear un bocadillo y arrastrar una cartera.

El tiempo de las niñas de alambre, las raudas mariposas del aire es breve como sueño de gusano. Se dejan fotografiar a la carrera, sonriendo con todos los dientes, apenas conscientes de toda su belleza. Son puro hueso que se estrecha, son pantalón de deporte, lacia trenza. Salen en la foto movidas porque nunca se están quietas, van, vienen, se enderezan, apenas quieren permanecer en clase sentadas frente al libro, nunca atentas. Son niñas de aire, niñas de exterior, niñas excelsas. No saben de pinturas ni de tiendas de ropa, están inmersas en su vuelo y en su vertiginosa cabeza. Son un destello de cometa, una burbuja de luz… y sin embargo, llega un día en el que pierden la extremidad afilada, se curvan de una vez, sienten la coquetería de su melena, son conscientes del ojo que las ve, se cortan el flequillo y se ponen a llorar por cualquier pena.

Cambian mis niñas arañas porque quieren ser miradas cuando antes, no podían parar quietas y pasaban desapercibidas para todos, siempre a la carrera. Eran niñas veloces y de pronto pesan, se dejan seducir por la materia y empiezan a mirarse en los cristales y a verse diferentes y grotescas. Es el tiempo crudelísimo de la adolescencia, cuando dejan de ser niñas y se peinan, cuando se olvidan del chándal y se sientan. Han descubierto la ley de la gravedad y de la tristeza, pero mientras, yo sigo enamorada de una mirada limpia e inocente que interrumpió su carrera para dejar en el objetivo impresa la palabra “deslumbrante”. Una sonrisa plena, un gesto generoso, sin reparo, una pirueta al viento antes de seguir corriendo. La niña que sonríe a la carrera. Y la luz que la envuelve como un lazo, el momento decisivo de su vuelo, el vuelo milagroso de su belleza. Conmovida por el tiempo detenido me pregunto si son conscientes mis pequeñas arañas de su brevedad terrena, de su inocencia divertida, su febril inconsciencia. Son pequeñas, pequeñas, pequeñas… son liebres patilargas, son muchachitas apenas. Y vuelan por el patio, se sientan en la escalera, me emocionan a su paso. Alicias divertidas y trviesas. Son las exquisitas polillas nunca quietas.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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