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Fútbol 3.0
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Fútbol 3.0

Actualizado 09/05/2024 07:52

Me gusta el fútbol. Y puedo confesar que soy más blaugrana que del blanco nuclear. Algo perica, también, por influencia familiar, aunque esto sea un tanto contradictorio. Pertenezco a esa generación que ha crecido con la voz de Pepe Domingo Castaño y su “ ¿cuánto queda José Francisco? de fondo, los domingos por la tarde. Ese particular soniquete de pitidos y “hay goool en Sevilla, Paco…” que a mí, personalmente, me producía y me sigue produciendo sensación de bienestar. Porque me recuerda a mi infancia; a mi padre al borde de la cama con la oreja puesta en el aparato de radio conmigo tumbada a su lado. Ese programa radiofónico forma parte de la infancia de los que disfrutamos del fútbol. Momentos bonitos de deleite del deporte estrella.

En aquella época, abonarse a la televisión de pago era un lujo que pocos se podían permitir, y la radio se convirtió en la mejor manera de disfrutar del juego, desde primera división hasta segunda regional. Sin embargo, hoy por hoy, las plataformas digitales para ver los mejores partidos están al alcance de todos los bolsillos, sin hablar de la cantidad de páginas web que, con un poco de pericia, ofrecen toda la programación futbolera mundial a golpe de click y for free.

Flaco favor le han hecho estos avances informáticos y de telecomunicación al mundo en general y a los niños en particular. Estoy segura, y hay documentos gráficos que lo demuestran, que el fútbol siempre ha sido fútbol, con sus más y sus menos. El juego limpio y las buenas formas nunca han sido su punto fuerte. Recordemos, por ejemplo, cuando Goikoetxea casi retira definitivamente a Maradona de los campos, o el cabezazo de Zidane a Materazzi. En aquel tiempo, como no teníamos acceso al partido en directo, parte de este espectáculo poco educativo, era obviado por los más pequeños. Pero, ¿qué pasa ahora? Pues que los partidos son televisados y, por lo tanto, todo es visto. Y no sólo por los adultos, si no por niños que empiezan a amar el fútbol y a admirar a los jugadores desde una perspectiva algo equivocada y totalmente diferente a la de antaño.

Tenemos una gran mayoría de niños que, desde muy temprana edad, muestran un gran interés por este juego. Y está bien, si se focaliza bien. El fútbol es un deporte que puede aportarles mucho: capacidad para trabajar en equipo, vida saludable, espíritu competitivo. Sin embargo, lo del fútbol se está convirtiendo, en muchos casos, en algo que dista mucho de ser beneficioso para ellos.

Los patios de recreo son una buena muestra de ello. Por un lado, encontramos la problemática de que, si no hay balón, el 90% de los chicos no saben a qué jugar. Por otro lado, los chavales que tienen poco o ningún interés por este deporte, se quedan aislados del mundo recreo, porque no se juega a otra cosa. Y, por último, y no menos importante, las conductas que vemos cada día cuando se pone el balón a rodar. Individualismo puro, por querer ser el mejor; conflictos al no pasar el balón; entradas y “segadas” bastante desagradables (con pocas lesiones, afortunadamente) con el consiguiente teatrillo del niño afectado tirado en el suelo. Es feo ver a un niño de escasos seis años, retorciéndose de “dolor” y soltando improperios porque su compañero lo ha empujado y se ha caído al suelo. Al puro estilo Neymar, Busquets o Cristiano Ronaldo, vaya. Los profesores que vigilamos los recreos vemos estas conductas cada día. Las intentamos corregir y aplicamos algún tipo de sanción cuando vemos que la cosa se desmadra, pero no podemos hacer más.

El problema radica en el espectáculo del fútbol y en lo que los padres consentimos que nuestros hijos vean e imiten. Si viendo un partido de fútbol en familia nos ponemos como unos energúmenos, discutimos con el jugador que está al otro lado de la pantalla y cuestionamos las decisiones de árbitros y entrenadores, todo esto delante de nuestros hijos, los pequeños pensarán que dichas conductas son normales y las imitarán, sin poner en tela de juicio lo que ha dicho papá o mamá porque para ellos somos perfectos. Pero esto no es para nada normal.

No es normal que exista tantísimo fanatismo. Aquel que llega al punto de crear rivalidades entre alumnos de una misma clase o enfrentamientos entre padres en un partido de liguilla de colegios. ¿Habéis acudido a alguno de estos partidos? El espectáculo es dantesco en la mayoría de los casos. Escuchaba hace varios domingos en la Cope cómo nuestro amigo de Tiempo de Juego relataba un episodio ocurrido en Albacete contra un chaval de 11 años. Once años, señoras y señores. Un niño de quinto de primaria atacado por un adulto por haber hecho una falta a su hijo. ¿De verdad es éste el fútbol que queremos para nuestros hijos? Reflexionemos, por favor. El fútbol es un deporte que podría ser maravillo para el desarrollo personal de los pequeños si no le diéramos tanta importancia a resultados, puntos, fichajes millonarios y merchandising.

Por suerte, existen también, y quiero remarcarlo aquí, padres civilizados (como diría el mío propio) que entienden las normas del juego. Y lo más importante: las normas de la moral humana, inculcando a sus hijos unos valores deportivos sanos y apartándolos de toda violencia física y verbal hacia sus compañeros “rivales”.

Gloria Rocas

www.gloriarocas.com

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