El uso del móvil y de las redes sociales son el gran reto de las relaciones familiares en esta etapa
Laura Martín compite con el móvil por la atención de su hijo de 14 años, Daniel. Hace poco más de un año que ha tenido que adaptarse y redescubrir la maternidad en esta nueva etapa, la adolescencia. Ha pasado de consolar a un niño que lloraba entre sus brazos con cualquier pequeño problema a tener que convencer a un adolescente para que dialogue con ella sobre los temas que le preocupan. “Se porta bien, pero es muy cerrado, le cuesta hablarme de sus cosas: si le pasa algo o tiene algún problema en el instituto… Se expresa más cuando sale con sus amigos. Por muy joven que yo sea, sigo siendo su madre”, cuenta Laura. Su perfil también es atípico. En una época de maternidades más bien tardías, ella dio a luz a los 19 años.
Ser madre durante la adolescencia de los hijos exige desarrollar nuevas dosis de paciencia y de comprensión ante una persona que se adapta a un nuevo cuerpo y a una nueva manera de relacionarse con su entorno. En la actualidad, además, las madres deben enfrentarse a la gestión del uso del móvil y de las redes sociales. Una negociación con la que Laura lidia cada día. “El móvil se lo tengo limitado por los estudios. Cuando tiene el teléfono en la mano, no atiende. Se cierra en el cuarto y se puede tirar horas y horas”, se lamenta.
Pese a estas cuestiones propias de la etapa que atraviesa Daniel, ella persiste para que la comunicación con él sea lo más fluida posible, procurando transmitirle siempre apoyo incondicional y confianza. “A veces me siento mal porque pienso que no sé gestionar todo esto; a mí no me gusta que él no se abra conmigo. Yo siempre le digo: mira, que yo entiendo ciertas cosas. Si has tenido algún problema en clase o has suspendido un examen, prefiero que me lo cuentes tú antes de que me lleguen las notas. No es un chico conflictivo, pero está en una mala edad por los cambios que está experimentando”.
Estas dificultades propias de la adolescencia no le impiden a Laura sigue aprender y disfrutar de la experiencia de la maternidad cada día. “Muchas veces pienso que, si no lo tuviera a él, hubiera tirado la toalla en muchos aspectos de mi vida. No me arrepiento de haber tenido a mi hijo joven”, deja claro Laura. La joven madre reflexiona sobre su valiente decisión, que años después valora como muy positiva. “Creo que, si ahora tuviera un niño pequeñito, quizá estaría peor. Puede que sea mejor ser madre joven que esperar a tener 35 años, una hipoteca, un coche en la puerta y un marido”, plantea.
Esta maternidad temprana, que le ha llevado a vivir la adolescencia de un hijo en la treintena, es una muestra más de la precocidad de Laura. “Me fui de casa joven. Cuando tuve al niño, ya era independiente y trabajaba”, recuerda. Como consecuencia, ella también ha crecido y se ha desarrollado como persona durante la crianza. “Realmente he adquirido mis aficiones cuando ya era madre”, observa. Es consciente de que haber vivido la maternidad tan joven también ha implicado renuncias, como, por ejemplo, a viajes con sus amigas y a otros planes de ocio que se suelen hacer con veinte años. “No puedes hacer tantas cosas, pero sí puedes hacer muchas otras”.
Laura celebrará el Día de la Madre de forma sencilla, con una comida en familia “y poco más”. Ya son 14 años sentada a la mesa con Daniel, el último siendo testigo de cómo abandona la niñez y se va haciendo adulto poco a poco. “Tener un hijo es una responsabilidad, pero también una alegría muy grande”.