El color tiene esa misma vida del pleonasmo. Redundante, pero también indefinible. Recuerdo que la primera vez que me enseñaron esta figura literaria tomaron como ejemplo el Cantar del Mío Cid: “De los sus ojos tan fuertemente llorando, tornaba la cabeza y estábalos catando.” Y aún sigo pensando en esa insistencia en la palabra, en el énfasis de la acción y en esa efectista sensación de conocer la realidad siguiente. Escucho “verde era el color de la hierba donde solía leer, en Centennial Park” y me deleito en la obviedad, en ese color vivaz. En la imagen de una hierba que no tocaré con las manos.
Guardo en mi móvil una serie de colores sueltos, indefinidos y recluidos en su cotidiana descontextualización. Una vidriera, una flor que nació en abril, el cielo de una tarde donde no entendí el significado de la distancia, un cuadro barroco, un petirrojo que huyó cuando me temblaba la mano. Y esa continua sucesión de colores que no significan, en apariencia, nada más allá que son colores. La hierba es verde, el cielo azul, las páginas del poemario blancas, la glicina morada. Esa canción es beige y con invisibles iridiscencias. En estos días recuerdo la intensidad con la que Maggie Nelson evocaba e invocaba el color azul en Bluets, sobre todo en uno de esos párrafos iniciales:
“Por favor, deja de escribirme para hablarme de hermosas cosas azules”.
Mi pensamiento musivario, aunque es más acertado “de collage”, compone a través del color. Ata el pendrive blanco que guarda mis apuntes a un día azul y escribo celeste necesitando sumergirme en un azulejo talaverano. Y esta columna, que trata de la reiteración y no del color, aunque lo busca, no tiene otra vocación más allá que la de reivindicar esa pequeña repetición intrínseca al color. He definido el color de una fotografía en blanco y negro como un mundo callado durante una tarde de verano. Porque la hierba es verde, Rodrigo Díaz de Vivar llora por sus ojos, pero yo no entiendo cuál es el secreto que esconde el color para remitir a otras esferas sin que yo pueda definirlo. Ni tampoco cuál es la magia de la sinestesia. Somos una continua repetición, una obviedad. Un color.
Por favor, no me pidas que hable de la paleta cromática de Caravaggio.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.