Cuando uno llega a una edad las deserciones son variopintas y, generalmente, sin vuelta atrás. La vida es corta, me enteré ayer. Me lo dijo con misterioso gesto de melancolía, una clienta. Aprovecha hijo, que hoy estás y mañana no. El breviario del ilusionismo viene bien para enfocar convenientemente este asunto ante el que uno siente cierta reverencia y miedo. O mejor inquietud.
El miedo, después, se convierte en desasosiego cuando de golpe se te mueren dos o tres amigos, o algún conocido de buenos recuerdos vividos juntos. Gente de tu quinta, más o menos, o personalidades que no parece deber estar para criar malvas y para allá que se van, como la respetada periodista y admirada Victoria Prego.
Y ya honor al titular, que para eso está. He ido últimamente un par de veces al fútbol. Hacía que no veía un partido in situ hace 50 años. Era un chaval interno en el Rodríguez Fabrés y nos regalaron un carnet para entrar gratis. Necesitaban por aquel entonces en el Helmántico chavalería en abundancia que diera guerra y vocerío al ambiente. No recuerdo equipos, pero vi al Salamanca en categorías superiores. Me acuerdo, eso sí, de nombres como Sánchez Barrios, Muñoz, Rezza, D´alexandro, Chaves, Huerta…les vi jugar, hoy andan perdidos en la nebulosa de mis recuerdos, pero no en el olvido, que conste. Hace unos años hice un intento de enganche con mi hijo, pero no fructificó..
El asunto es que, casualmente, tengo un amigo que coordina muy bien la sensatez de buen aficionado al fútbol, con el conocimiento exhaustivo del costumbrismo típico y emocional del deporte rey. Y ya llevo dos jornadas viendo al Salamanca UDS. Soy novato en el tema y pregunto mucho. La verdad es que tiene un punto filipino esto del fútbol que es interesante. Me gusta el protocolo del espectáculo, amigable y respetuoso, la dinámica ornamental del asunto es curiosa: saludos de los contendientes, aplausos de la parroquia, cánticos efervescentes, de festivo cachondeo…Estuve el miércoles en Ávila, viendo el partido. Los chicos sudan la camiseta con ganas. La afición que se desplazó, bastante numerosa, por cierto, con los atavíos propios del evento (bufandas, mantas, gorras, escudos, banderas…), vive el acontecimiento con sincera pasión.
Y se saben los nombres de los jugadores del equipo contrario, gritan: ¡matao!, ¡muertodehambre!, ¡joputa!, etc, etc… Arbitraba una chica. Yo pensaba para mí: ¡Virgen Santa, se la van a comer!, pero no, la mujer pasó muy dignamente la prueba. El penalti era claro.
Al final ganaron los charros, o ganamos, ¿cómo se dice?. Imagino a la peña de regreso en el autocar. Más contentos que unas pascuas: ¡Oeeé,Oeeé,Oeeé! Pues de eso se trata, se cosechar alegría, aunque sea solo por un par de horas.
El caso es que yo soy más de toros. Desayunando me entero que han suprimido de la cosa oficial el Premio Nacional de Tauromaquia. Somos una especie a extinguir. Gente VIP.
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