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El valor de un minuto
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El valor de un minuto

Actualizado 27/04/2024 09:47
Juan Ángel Torres Rechy

La fotografía de la columna la tomé a la puerta del campus Jiangpu, cuando abordaba un taxi. El regreso a Gulou lo hicimos en una serie de túneles que surcan la ciudad y el río Yangtsé en un instante. En China, debido a la continuidad histórica de la civilización en un arco milenario de muchísimo tiempo, hoy en día todas las cosas se hacen a la velocidad de un dragón que azota con su garra poderosa y delicada la tierna dificultad de construir una verdad sin contradicciones en el mundo.

Cuánto cuesta un minuto. Cuánto cuesta un minuto para ofrecerlo a las personas, como un gesto de generosidad desbordada en la ontología del ser social. De otro lado, ¿qué pasa si desplazamos el foco de atención de la mirada en el día a día no hacia el sujeto en relación con un objeto o unas circunstancias, sino hacia esas circunstancias o ese objeto primero, en relación con el sujeto implicado? Todavía más allá, ¿dónde deja de esconderse la vida, cuando la vida la descubre uno abriéndose a sí mismo al exterior?

El movimiento, sin lugar a dudas, genera no solo las cosas de la energía, sino también las de la creatividad y la salud. Las puertas de la percepción quizá no radican en ninguna apertura de los sentidos a mundos no conocidos, ni frecuentados; probablemente, en cambio, esas puertas las tenemos en los sentidos materiales e inmateriales de las demás personas, que nos permiten apreciar desde sus puntos de vista las perspectivas de las que nosotros carecemos. La geometría se expresa mediante la unión de diversos puntos en el espacio. El diagrama completo de la figura del momento consigue su equilibrio mediante la conjunción de las partes en el todo.

Cuánto cuesta un minuto. Cuando yo estoy en el salón de clases, aunque lleve suficientemente preparada la clase, todavía pocos minutos antes del inicio termino de ajustar alguna lámina del PowerPoint, termino de leer algún artículo sobre el tema en cuestión, termino de responder algún mensaje de la red social WeChat, etc. Pocas veces, realmente, me encuentro completamente libre, como una página en blanco, para ofrecer esa totalidad a mis estudiantes antes del inicio de la clase. Sí converso con ellos antes de que suene el timbre y comencemos a hablar de literatura latinoamericana, escritura, lingüística, etc. Hablamos sobre temas de la clases o la vida en general. Miramos dudas de la tarea y preguntas de otras asignaturas. Pero generalmente, cuando lo hago, en esos instantes previos al inicio de la clase, en ocasiones echo un vistazo al ordenador para terminar de ajustar alguna lámina del PowerPoint, o miro un par de renglones de algún artículo almacenado en mi teléfono, o envío un mensaje breve por WeChat. Pocas veces consigo en verdad disponer de la plenitud cabal de mi existencia para desbordarla en todos sus caudales a la atención directa de mi trato con los estudiantes en esos minutitos previos al toque del timbre del inicio del trabajo.

En el lugar donde me encuentro leo una estampa pegada en una alacena: “Enjoy your own life”. Una persona tendida en una tumbona toma el sol con una bebida al lado. En la pared opuesta del inmueble donde escribo la columna tenemos un cuadro colgado en la pared. La voluptuosidad se amontona encima y arriba y a los costados y debajo del diván organizando el (des)equilibrio de la composición de las pasiones. Todas esas cosas resultan de cierto natural atractivo. En el caso de la lengua latina, como en el de algunas lenguas más, se ha elevado a la condición del arte, con Petronio. El placer y el erotismo han generado abundantes listas de índices de libros prohibidos, que a la postre sirven de catálogos exquisitos. No obstante, nosotros aquí no perseguimos el nado en esas aguas profundas de la vitalidad germinal de la existencia. No tenemos la apnea sumergida allá abajo. En cambio, la elevamos arriba a lo que en un libro de Carlos Fuentes ha recibido el nombre de la región más transparente.

En el transcurso de la semana, nosotros (yo) intentamos prepara las clases lo mejor posible. Una buena parte de nuestra vida, de nuestro tiempo cotidiano, lo invertimos en el trabajo. Como carecemos de pareja e hijos, no tenemos esas atenciones ni responsabilidades derivadas de la vida conyugal. Entonces vamos de aquí allá y permanecemos clavados al lugar de trabajo como un poste de semáforo en la calle, o un bambú en un bosque. Debido a eso, nuestra atención prioritaria del día a día la hemos desplazado al cultivo del jardín intelectual de las y los estudiantes de la universidad.

En la construcción sintáctica de nuestra ontología gramatical, hemos dirigido el foco de atención del cuidado prioritario de la Facultad de Español de Nanjing Tech University, en lugar de mirar primero por uno mismo. Tal condición, eventualmente, nos ha reportado una vida nueva manando de la uni a uno mismo. Entonces, la posibilidad de disfrutar siquiera un minuto de silencio antes de las clases, con todos los PowerPoint perfectamente acabados, con todas las tareas revisadas, con todos los asuntos de WeChat zanjados, nos permite escuchar un silencio nuevo entrando con el sol de la luz de la ventana en los pupitres. El aula brilla con una inteligencia extraordinaria y uno se apaga en un estado de gracia carente de léxico.

Anteayer, al cabo de la jornada laboral, caminando en la uni, en el campus Jiangpu, del distrito Pukou, Estela, Zoe y Javier me alcanzaron y me dijeron que si iba de regreso al campus donde duermo (Dingjiaqiao, Gulou), o que si iba a comer ahí. Los cuatro fuimos juntos al KFC del campus y tras una buena comida bien platicada ellos volvieron a clases y yo me dirigí a mi hogar. La fotografía de la columna la tomé a la puerta de la uni, cuando abordaba el taxi. La vuelta a Dingjiaqiao la hicimos en una serie de túneles que surcan la ciudad y el río Yangtsé en un instante. En China, debido a la continuidad histórica de la civilización en un arco milenario de muchísimo tiempo, hoy en día todas las cosas se hacen a la velocidad de un dragón que azota con su garra poderosa y delicada la tierna dificultad de construir una verdad sin contradicciones en el mundo.

Un minuto, por consiguiente, cuesta mucho. Poder ofrecerle a la vida un minuto completo de tu existencia implica muchas horas de trabajo en la soledad oscura de la mesa de trabajo a la lámpara del escritorio. Lo que compramos, o lo que pagamos, no es un minuto de nuestro tiempo. Es un minuto de la existencia en torno nuestro. Es la eternidad. Por eso cuesta caro.

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