El relato acerca de la muerte de un hijo, publicada por Barbarie Editora, es un ejercicio narrativo deslumbrante y original sobre la dolorosa experiencia personal de la autora
Una novela de una crudeza atroz que, sin embargo, es un dechado de belleza. Una editorial cuidadosa que trabaja la edición con exquisito mimo y que elige a la imprenta salmantina para sacar a la luz su trabajo, con el empeño de ofrecer al lector con valentía nuevas voces, las de quienes merecen un espacio para asomarse a los lectores. Sonia López Baena, editora de Barbarie, nos trae a Salamanca a una autora particular, la abogada madrileña Reyes Navas Montalvo, quien relata en su segunda novela la dolorosa pérdida de su segundo hijo tras caer a una piscina y pasar esos minutos, entre tres y cinco, que suponen la muerte cerebral. Una historia real convertida en el relato de una relación abusiva, una desoladora y descarnada reflexión sobre la maternidad y un ejercicio muy consciente para afrontar los temas más crudos con una escritura original, que atrapa al lector y supone un auténtico descubrimiento. Una espléndida oportunidad para conocer a una autora muy recomendable de quien Marta Sanz ha alabado la voz indefensa y consciente y Benjamín Prado el hecho duro y poético que se narra en una “escritura muy poderosa”.
Charo Alonso: Una novela magníficamente editada que sorprende al lector, y con un título muy acertado ¿Qué cabe en de tres a cinco minutos?
Reyes Navas Montalvo: En 'De tres a cinco minutos' hay pérdida, hay recuperación de la memoria, hay identificación de la dominación, hay maduración, hay diferentes formas de maternidad, hay culpa, hay sanación, hay esperanza. De tres a cinco minutos es fundamentalmente una historia de redención que basa su recorrido narrativo en un ejercicio de buceo en la memoria por parte de la protagonista. María, mientras espera que su marido acabe con la vida de su hijo en situación de muerte cerebral irreversible, analiza qué los llevó hasta colocarlo en esa situación. Qué hicieron mal. Y en ese recorrido, todo aflora, todo se devela: su relación tóxica, el ejercicio asfixiado de la maternidad, la soledad, la culpa, la deriva existencial. Es una historia que va atrás y adelante, que da bandazos, en un intento de la protagonista de entender y sanar.
Ch.A.: ¿Por qué un título que tiene que ver con el tiempo?
R.N.M.: Porque uno de los ejes temáticos más importantes en torno a los que gira la novela es precisamente ese. El tiempo en el que un niño, falto de oxígeno, pierde la capacidad cerebral, el tiempo en el que María espera por la muerte de su hijo, el tiempo en que María pierde y recupera el control de su vida, el tiempo, en fin, ese limbo que nos atrapa en sus garras.
Ch.A.: La protagonista, María, ni siquiera usa su verdadero nombre ¿Cómo planteaste el tema de la relación tóxica, del abuso psicológico que sufre la protagonista?
R.N.M.: El hombre, Rafael, le dio un nuevo nombre y para ella fue un acto de amor cuando se produjo. Era su nueva identidad, esa con la que ella ingresaba a una vida ilusionante. Todo a su alrededor se inunda de destellos, de espejismos, de fuegos fatuos que la deslumbran. En torno a ese nombre se teje una tela de araña que acaba por dejarla sin control de su vida, que le da una nueva identidad sobre la que no tiene control. La consecuencia no puede ser otra que una desgracia.
Ch.A: Y desgraciadamente, todos lo vemos, menos ella.
R.N.M.: Mientras está inmersa en la relación, María no es consciente de su toxicidad, hecho que es muy común en estos casos. No es sino bastantes años después, cuando al abrigo de la distancia y ya lejos de ese hombre, siente la libertad de abrir la herida a través de la memoria y cuando se da cuenta de lo que en verdad vivió. María va analizando en ese periplo en torno a la plaza todos esos momentos en que ella dijo que sí, cegada por la admiración, el amor, la inexperiencia… y la relación se devela tan tóxica, que aún habiendo pasado tantos años y aún habiéndose hecho consciente de esa toxicidad, la culpa la invade. Ese es uno de los poderes de la dominación, el que la víctima se convierta en verdugo de sí misma. Pero María no se quiere presentar como víctima, ni a él como a un ogro. Son dos seres humanos, con sus defectos y sus virtudes. No juzga. Presenta hechos. Y cada cuál será libre de sacar sus enseñanzas o sus consecuencias.
Ch.A.: También es una novela sobre la maternidad, sobre los aspectos más negativos de la maternidad, el dolor, el extrañamiento, la soledad de la mujer sin ayuda... ¿Seguimos viendo la maternidad como un momento luminoso sin incidir en lo peor de esta experiencia?
R.N.M.: Creo que, a pesar de todo, la maternidad es algo luminoso. Cierto que se enfatiza siempre lo que sin duda tiene de maravilloso, el poder de engendrar una vida, esa maravillosa comunión que se produce entre madre e hijo. Y que ante este deslumbramiento, se opacan inevitablemente sus sombras. El terror ante lo desconocido, la falta de preparación, las dudas que nos asolan cuando se adquiere la responsabilidad de cuidar a otro ser humano. La maternidad sume a la mujer en una revolución hormonal que la aniquila, la convierte en un contenedor de otra vida, la coloniza. Y quizás sí, ante el aspecto romántico y sublime que conlleva, se pone en segundo plano todo lo demás.
Ch.A.: Hay un tema desolador en esta novela, la absoluta soledad de una mujer aislada, pero que también está sola en su propia ciudad al regreso.
R.N.M.: La soledad atraviesa la historia. María vive en un limbo temporal marcado por la absoluta soledad y la imposibilidad de conectar con el mundo que la rodea, en el extranjero, por motivos obvios, pero en “casa” por imposibilidad de empatía y conexión con quienes la rodean.
Ch.A.: ¿Una mujer acompañada es menos víctima de su maltratador?
R.N.M.: Si María no hubiera estado tan sola, las cosas quizás hubieran sido de otra manera. Pero enlazando con la pregunta anterior y esos aspectos negativos de la experiencia que envuelve a la maternidad, es precisamente, esa misma maternidad la que salva a María de su soledad. La compañía de su hija y el amor por su hijo perdido es su tabla de salvación.
Ch.A.: Entras directamente en la acción con el aspecto más controvertido y duro de la historia ¿Cómo supiste que tenías que empezar tan bruscamente?
R.N.M.: “In media res” es una forma de empezar una historia que siempre impacta. Pero en este caso, al margen de efectismos, fue algo que surgió después de darle muchas vueltas al mejor modo de contar algo que se basaba en el recuerdo y en un hecho tan fuerte y determinante como la decisión de quitar la vida al propio hijo. No es la caída en la piscina, con ser impactante, lo más duro, sino la decisión de acabar con la vida de un hijo para salvarlo. No quería hacer ni una crónica del suceso ni una crónica de mi vida, ni siquiera un relato lineal. Tenía que darle forma literaria. Y esa plaza era el comienzo y el final, el final y el comienzo. El momento que siempre me atormentaba en el recuerdo era el de la espera en ese espacio e igual que mi tormento empezaba y terminaba ahí, así iba a ser la historia. Dejar fluir la memoria fragmentada desde la plaza y dejar que el lector acompañara a María en su deambular, por su presente, por su pasado y por su futuro, todos ellos siempre anudados a ese lugar de un modo irremisible.
Ch.A.: ¿Un hijo salva la pérdida de otro hijo?
R.N.M.: No, imposible, pero ayuda. Al hilo de esto, el otro día comentaba con Sonia, mi editora, el cómo la imposición de un nombre marca o condiciona la personalidad de los individuos. Y sobre esto, la tremenda carga que supone poner a un hijo el nombre de otro que se ha perdido. Algo que puede parecer un acto de amor se convierte en un peso insufrible, tanto para los padres, que nunca encontraran en ese hijo al que perdieron, como para el hijo superviviente, que sufrirá la injusticia de cumplir unas expectativas imposibles de cumplir.
Ch.A.: Una relación abusiva no se resuelve con el hijo y el lector asiste a la desesperación de la madre ¿Puede el lector sentirse desesperado por la inacción de la protagonista?
R.N.M.: Sí, claro. Pero el lector tiene todo delante para poder dirimir lo paralizante que es una relación abusiva combinada con elementos tales como la soledad, la juventud, el abandono, la inexperiencia, la fascinación por el abusador, la falta de referentes… Es más, no sólo puede ser desesperante para el lector, lo es para la propia narradora, una mujer madura que mira su historia a través del tamiz del tiempo y la experiencia. El conocimiento, el develamiento no sólo del abuso sino de esa inacción terrible y sus consecuencias, se da precisamente desde otro momento, cuando la protagonista, alejada de la toxicidad de esa relación y de su influjo es capaz de verlo todo a la luz de la serenidad que da la distancia. Y le resulta desesperante.
Ch.A.: La escritura de este libro es poética, directa, dolorosa... ¿Cómo fue el proceso de ensamblar cada una de estas piezas delicadas, de tan buen final?
R.N.M.: Su estructura fragmentaria es la de la memoria. E igual que funciona la memoria, con sus saltos y sus vacíos, lo hace la historia. Fueron surgiendo recuerdos, se fueron reconstruyendo otros y al final, combiné piezas de pasado y presente para que unas y otras se resignificaran, procurando darles esa pátina de “descolocación”, que no sólo caracteriza a la memoria sino al propio sentir de la protagonista. Su fluir es el de una vuelta constante alrededor de un sitio físico, alrededor de un hecho, es volver una y otra vez al mismo punto del que no parece haber salida, alimentándose de recuerdos, reflexiones y encuentros que se retroalimentan.
Ch.A.: La protagonista es una cámara que asiste a la acción, duele su consciencia y a la vez, desespera, como ya te he preguntado ¿Cómo supiste que tendrías que finalizar con este último paseo esta durísima novela con final anticipado?
R.N.M.: Ese final es la luz de la novela. La extinción del abismo de la soledad, al menos en una parte. El reconocimiento de que el amor puede coexistir con el dolor. El olor del hijo pegado a las cosas de esa plaza, el olor que no se va a ir nunca, que lo habita todo, es un olor que a veces desaparece, se mitiga; aunque sea un espejismo, quién no vive a ratos de espejismos. Pero a pesar de ello, nunca más ese recorrido lo será en absoluta soledad.
Ch.A.: Hay algo sorprendente, la mujer no cuestiona la decisión final del hombre ni vemos cuál es la consecuencia...
R.N.M.: Cuando ella sube al piso, hay un momento muy sutil en que ella se empieza a referir a su marido en tercera persona, en lugar de llamarlo por su nombre, se refiere a él como “el padre”, en una progresión narrativa de desconexión, hasta hablar de que “el padre desaparece”. Es una forma de anticipar el final, en el que ese hombre ya no estará más en su vida. Sobre el cuestionamiento de la decisión, como he dicho antes, la María del pasado no cuestiona en absoluto esa decisión porque cree que es la mejor, lo que él le ha hecho creer que es lo mejor; ella no cuestiona nada de lo que él le dice, ni siquiera eso. Lo desolador es que la María del presente sí que cuestiona, pero no específicamente eso, sino todo lo que los llevó a tener que tomar esa decisión como algo irremediable. No había más solución que esa en ese momento para poner fin al sufrimiento del hijo desahuciado. El problema que se le plantea ahora, en el presente y, lo que le lleva a auto-cuestionarse, es este porqué lo que le permitió precisamente llegar a ese punto.
Ch.A.: No puedo por menos que preguntarte dada tu experiencia de pérdida de un hijo ¿Es sanadora la escritura de un libro tan duro?
R.N.M.: Totalmente. Para mí la escritura es la mejor terapia. No siempre escribe uno cosas tan duras, ni tan cercanas a la propia experiencia, pero siempre hay algo de uno mismo en todo lo que se escribe y normalmente son cuestiones que, por uno u otro motivo, nos obsesionan.
'De tres a cinco minutos', de Reyes Navas Montalvo se presenta en la Librería Letras Corsarias el sábado 27 de abril a las 19 horas.