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De las glorias deportivas...
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De las glorias deportivas...

Actualizado 22/04/2024 11:30
Ignacio Martín

Me fallaron esta vez los de Salamanca pero el Real Madrid me dio una semana inolvidable…

Empiezo a escribir el miércoles pero el artículo lo acabaré el domingo, después de que me entere de los resultados, tanto del Clásico como de los equipos salmantinos; al respecto, ya he escrito alguna vez que tal vez sea la distancia pero mi charrería de dos orillas me hace emocionarme con ambos –no me atrevo a escribir juntos los nombres, que intuyo que puede caldear los ánimos–; el miércoles, les decía, una vez más, solo, medio vi el partido contra los de Guardiola en el teléfono, algo durante la comida y para los penaltis, como ya había vuelto al trabajo, tuve que hacer un alto en la oficina; en fin, que un poco de estrangis, pero volví a emocionarme con el Real Madrid en la Champions.

Digresión: ahora, con permiso de la otrora “bestia negra” –y con todo respeto hacia el Bayern, por supuesto–, me gustaría llegar a la final y que ganasen al PSG ­­–con permiso del señor Mbappé y con alegría para quienes sabemos que Luis Enrique es un gran entrenador pero, oye, no nos cae–.

*

Ya es domingo, por la tarde aquí y lo prometido es deuda; mi charrería futbolística quedó salvada por el Guijuelo, porque no solo no tropezó el Ávila, sino que ganó el Tordesillas –sigo cuidando no herir sensibilidades–; en fin, a seguir esperando; pero el Real Madrid lo volvió a hacer: que si el caos es su esquema de juego, que si tiene un gen competitivo… El caso es que el Barça jugó, pero el Real Madrid también y, sobre todo, ganó.

Entiendo que no sea fácil entender lo que nos pasa a los futboleros, esto de que el fútbol –futbol en esta orilla– sea, como dijo alguien, lo más importante de lo menos importante.

En realidad, más que el fútbol, lo confieso, son los colores, por usar el tópico: sé que es complicado entender que nuestro equipo, nuestros equipos, nos hagan pasar buenos y malos ratos… Claro, y también que sean motivo para fastidiarnos con afecto unos a otros, gastarnos bromas, felicitarnos… Los que van más allá y agreden o insultan no son de los míos, le vayan a quien le vayan.

Pero sí emocionarnos, como me ha pasado esta semana con el Madrid, como me pasó con Torres o Iniesta, o Casillas… O como cuando vi este año a Unionistas ganar al Villarreal en la Copa… O cada vez que veo el Helmántico en mi tele de México, a través de YouTube y retrocedo, de golpe, 40 años…

Mientras tanto, Pilar, mi mujer, se me queda viendo y se ríe de que sigo siendo ese niñote de hace más de 30 años –semana de aniversario– que sigue poniéndose como tonto, como tantos tíos y cada vez más tías, delante de ese rectángulo verde y esos otros tíos corriendo detrás de un balón, metiendo canastas o dándole a una pelotita con una raqueta.

Tal vez sea porque cada vez que nos pasa, vuelve a ser aquel momento en el que, por primera ocasión, gritamos de emoción por aquello que nos era tan ajeno y, a la vez, tan nuestro.

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