El autor madrileño se ha convertido en un éxito de ventas con su novela juvenil de ambiente japonés 'La rama seca del cerezo'
El Día del Libro despliega sus páginas en calles, plazas, redes sociales y hay un rumor de hojas y de firmas que también alcanzan al fecundo mercado de la literatura infantil y juvenil que, por cierto, goza de buena salud aunque nos quejemos amargamente de que los jóvenes no lean. Sin embargo, hay autores, como Rafael Salmerón, que consiguen conectar con este público difícil y logran, en el contacto directo con sus lectores, despertar su interés y conseguir que hagan una fila ordenada para que el autor les firme libros, papeles e incluso, un esbozo de manga, un dibujo con hechuras japonesas. Publicado de forma muy hermosa por Anaya, 'La rama seca del cerezo', Premio Anaya Juvenil en el 2021 y Premio Nacional de Literatura Juvenil en el 2022, va camino de convertirse en un título imprescindible a la hora de enganchar a los jóvenes a la lectura. Y esa satisfacción es la que pone una sonrisa enorme a este hombre alto a quien tanto le gusta el contacto con sus lectores, porque, según él, los premios y las críticas las hacen y otorgan adultos y él escribe para jóvenes. Sus opiniones y comentarios son los que más le interesan… y me disculpo entonces por tener más años de los debidos…
Charo Alonso: ¿Por qué piensas que los jóvenes están tan enamorados de la cultura japonesa?
Rafael Salmerón: En mi opinión, su “enamoramiento” es puramente estético. Los códigos visuales del manga y del anime son muy directos, ágiles e impactantes. Y esos códigos conectan muy bien con el mundo en el que ellos se manejan. Ojalá su interés abarcase otros ámbitos de la cultura japonesa más tradicional, como la literatura, la poesía y la caligrafía, aunque creo que no suele ser así.
Ch.A.: En La rama seca del cerezo desarrollas una excelente idea a la hora de mezclar el pasado de Hirosima con una historia situada en el desastre de Fukusima, ¿Enseñamos tan mal la historia que los chicos no llegan a conocer bien la Segunda Guerra Mundial?
R.S.: El problema no es que los profesores la enseñen mal, en mi opinión, los temarios son demasiado extensos, por lo que apenas da tiempo a pasar de puntillas, especialmente por los momentos históricos más cercanos en el tiempo como el lanzamiento de la primera bomba atómica.
Ch.A.: El libro trata muchos temas, la amistad, la superación, la diferencia y la no pertenencia al grupo, el bulling, el manga como forma de expresión, la relación con la familia, el trabajo ¿Habías planteado un panorama tan rico cuando escribiste la novela?
R.S.: En general, muchos de los temas surgen a través de los hilos de los que voy tirando cuando compongo el esquema general de la obra. Otros son consecuencia lógica de las características particulares de cada uno de los personajes. Lo que sí es cierto es que, en gran medida, cuando comienzo a escribir el relato ya tengo una idea bastante clara de lo que quiero transmitir y de las realidades que quiero abordar.
Ch.A.: Es perfecta tu ambientación en el Japón del pasado y del actual, me ha llamado la atención hasta tu alusión a la comida ¿Cómo lo has conseguido?
R.S.: Durante meses me he documentado y, como hago en el proceso de escritura de mis libros, escucho sin parar música relativa al tema, en este caso un pop japonés que no recomiendo a nadie. ¡Es como un Tamagochi hablándote al oído! He acabado una novela en la que el personaje es un incondicional de Taylor Switf y me he pasado meses escuchándola. Por otro lado, me ha ayudado mucho mi amiga japonesa Mayu Ishikawa, no solo ha corregido los términos japoneses, sino que, insegura de su caligrafía, encargó la escritura de los kanjis que inician cada parte del texto a su cuñada.
Ch.A.: Vienes de la educación y sobre todo, de la ilustración ¿Cuándo supiste que tenías que escribir tus propios textos?
R.S: Escribo desde que soy pequeño. Lo que ocurría era que, anteriormente, me lanzaba a la escritura sin un plan establecido, conociendo solo el punto de partida de la historia. Y, a mí, particularmente, eso no me funciona. Una vez que cambié mi modo de enfrentarme a la narración, trabajándola y puliéndola antes de comenzar a escribirla, todo fue rodado.
Ch.A.: ¿Es más difícil escribir para adolescentes que para niños? Has ilustrado y escrito muchos libros para niños prelectores, de cuatro a seis años…
R.S.: En mi caso, me resulta más sencillo escribir literatura juvenil. Tanto por los temas que abordo como por cómo lo hago. Además, cuando escribo para niños tengo que realizar un acto casi de traducción para adecuar el lenguaje a la edad de los lectores. En el caso de la literatura juvenil, no tengo que hacerlo.
Ch.A.: ¿Cómo es tu serie “Andanzas” en la que trabajas con personajes de la literatura clásica?
R.S.: Es una serie que he realizado con mi madre, Concha López Narváez. Nos encargaron el proyecto desde la editorial, pero, lo que sí tuvimos muy claro desde el primer momento, es que no queríamos hacer adaptaciones al uso. Nos lo planteamos más como un proceso de trasmisión, en el que contamos a los niños historias que los clásicos nos han contado a nosotros, tratando de hacerles esas historias más cercanas y atractivas.
Ch.A.: Hay que reconocer que todos los profesores de secundaria y los maestros tenemos una deuda impagable con el trabajo de Concha López Narváez, tu madre. Felicidades. Y no puedo evitar la pregunta de siempre ¿Cómo hacer que lean los adolescentes? No hay término medio, o leen mucho o no leen ¡Nada! ¿Cuál debería ser el trabajo del docente junto con el autor?
R.S.: Es cierto que es lo que llamaríamos “la pregunta del millón”. Y no creo tener una respuesta categórica. Lo que sí que he comprobado es que, como ocurre con el género audiovisual, ofrecerles una píldora de la historia puede ayudar. Leer en clase un pasaje que les intrigue y dejarles con las ganas, por ejemplo. O, últimamente, algunas editoriales están realizando “book trailers” de algunas de las obras que publican, lo que es, en mi opinión, una manera muy acertada de enganchar a los lectores. Sin embargo, no podemos olvidar que, al igual que nos sucede a los adultos, no todos van a interesarse por las mismas historias. Y, seamos realistas, en algunos casos, por mucho que lo intentemos, nunca vamos a conseguir que todos se conviertan en grandes lectores. En el caso de los adultos, especialmente entre los hombres, el porcentaje de lectores habituales no es precisamente alto. De todos modos, nunca hay que perder la esperanza y, si en el intento conseguimos crear, aunque no sea más que un lector ávido, el esfuerzo habrá valido la pena.
Charo Alonso.