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Rafael Salmerón, Premio Nacional de Literatura Juvenil 2022, visita el IES Mateo Hernández con motivo de las celebraciones del Día del Libro
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Rafael Salmerón, Premio Nacional de Literatura Juvenil 2022, visita el IES Mateo Hernández con motivo de las celebraciones del Día del Libro

Actualizado 16/04/2024 19:04

El escritor e ilustrador madrileño llega con su espléndida novela ambientada en Japón 'La rama seca del cerezo'

Tiene el IES Mateo Hernández vocación de centro abierto a todos los vientos, sean literarios, solidarios, teatrales… y cuando aún resuenan los ecos en el Salón de Actos del instituto de la impresionante visita de los internos del Centro Penitenciario de Topas, quienes relataron sus vidas a nuestros alumnos, llega el escritor e ilustrador Rafael Salmerón con su altura llena de alegría, su voluntad alegre de contar historias y sobre todo, una capacidad infinita de responder a todas las preguntas. Preguntas que los alumnos habían preparado cuidadosamente, como los carteles y dibujos con los que recorren la ya muy fecunda obra del autor madrileño nacido en 1972 que estudió para ser maestro y acabó aprendiendo dibujo e ilustración ¿Le venía de cuna esta vocación por el libro infantil y juvenil? Hijo de una de las autoras más leídas de nuestras aulas, Concha López Nárvaez, ha llenado con sus dibujos las obras de su madre y ha continuado con ella la estela de sus adaptaciones de títulos clásicos para hacerlos más cercanos a un público que ha disfrutado de sus libros infantiles y que ahora, lo hace de los juveniles, una actividad, la escritura, que le gusta tanto que ha abandonado la ilustración… de momento.

Porque Rafael Salmerón es incansable. A su larga lista de títulos se unirá la novela que, nos cuenta, va a empezar a escribir esta misma tarde, aquí, en Salamanca, después de esta charla con dos grupos de alumnos que no dudan en preguntarle, pedirle autógrafos, aplaudirle y quedarse verdaderamente extasiados cuando les relata una posible segunda parte de la novela que tanto les ha gustado y que han preparado cuidadosamente con sus profesoras, Nuria Benito, Mar Hernández y Yolanda Sánchez. De ahí que no sea una conferencia al uso, sino un auténtico coloquio, porque el autor afirma que son adultos quienes le dan los premios, y que él quiere oír la voz de sus lectores. Unos lectores que le preguntan por el inicio de esta novela, que fue lento y complejo. Fascinado por Japón e impresionado por lo que sucedió en la central nuclear de Fukoshima, Salmerón investigó durante meses y escribió, como suele, escuchando la música adecuada, un pop japonés que no recomienda a nadie (por cierto, nos revela que ha escrito sobre un personaje fascinado por Taylor Swit y se ha pasado meses escuchando a la cantante sin parar) Sin embargo, el original de la novela no le gustó a su padre y lo guardó hasta que, en el confinamiento, fue él, quien moriría precisamente de COVID, quien le sugirió que lo retomase. Por desgracia, los grandes premios que le ha aportado esta novela que le está dedicada, no ha podido vivirlos este padre al que recuerda amorosamente.

Con el mismo amor con el que evoca como, muy niño, en unas vacaciones infantiles, descubrió que su hermana se interesaba más por las historias que él dibujaba que por las que contaba. Historias que le surgen a cada momento y que ahora escribe y escribe hasta tal punto que ya son otros quienes se las ilustran ¿Y por qué escribe? preguntan nuestros lectores con el libro azul en la mano… y Rafael Salmerón les contesta que para él, escribir es una forma de explicar la vida y que mientras lo hace, vive la historia, disfruta de sus personajes que, tras la publicación, ya le pertenecen a los lectores.

Lectores, en el caso de los adolescentes, que parecen alejarse del libro, sin embargo, aquí están levantando las manos, preguntando quiénes son sus autores favoritos –Murakami, Gonzalo Moure, Nando López…-, de nuevo cuál fue la idea primera que le impulsó a escribir este libro que tan bien describe la sociedad actual japonesa que tanto fascina y que el escritor ha sabido unir a la Hirosima anterior a la bomba, que deja, en la pared de la página, una sombra, la de un cuerpo que fue vida. La historia de los niños que jugaban antes de la explosión se une a la de una adolescente con rama seca, Sakura, la chica que desea morir por no ser perfecta, la dibujante de manga con una manita contrahecha. Las historias se trenzan hábilmente y el autor consigue hablarnos de la soledad y la inadaptación sin caer en ese horror de la literatura juvenil de tratar temas y no contar historias. Y es precisamente de contar historias, de lo que sabe Rafael Salmerón, dispuesto a seguir escribiendo, buscando, poniéndole banda sonora a su cabeza mientras se documenta, escribe, rehace, y después, entrega a los lectores con seriedad y rigor, el mismo con el que ha cuidado los kanjis, escritura japonesa que titula los capítulos de la novela que, supervisados por su amiga Mayu Ishikawa, quien se ocupó de que todas las referencias a la cultura y vida nipona fueran correctas, no quiso escribir ella por no confiar en su caligrafía y que confió a su cuñada para que fueran no solo correctos, sino hermosos. Tan hermosos como la historia, contada después en forma de manga a la manera de los antiguos guerreros samuráis, de Ichiro, Masuji, Sakura y Tetsuo, y que en el fondo, es la historia de cada uno de nuestros jóvenes y fascinados lectores, la de la superación de los miedos para aprender a crecer y asumirse. Lectores que siguen escuchando al escritor que tanto les ha gustado aunque haya tocado el timbre para salir al recreo ¿Y quién ha dicho que no leen?

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