Putos Médicos

Once minutos y treinta y tres segundos fue el tiempo exacto que la Dra. Carrasco y el Dr. Millán pudieron descansar a lo largo de aquella madrugada, engañando al sueño con un nefasto café de máquina. Ambos llevaban desde las ocho de la mañana atendiendo pacientes, la gran mayoría provenientes del accidente múltiple que se había producido en la A-62 a la altura de Alaejos y en el que habían resultado implicados más de treinta coches. La buena noticia era que sólo había tres fallecidos, aunque probablemente el número se elevaría en las próximas horas. Algo muy distinto ocurría con los heridos, que superaban con creces la veintena y contaban con diversos niveles de gravedad.

—Nos tenía que tocar a nosotros, compi —comentó la doctora apurando el contenido de su vaso de cartón—. Increíble este último politraumatismo. ¿Qué años tenía?

—Era muy joven, apenas quince —respondió él—. Qué injusto todo, ¿no? Encima le hemos tocado tú y yo…

—Suerte que ha tenido, ahora sólo llevamos dieciocho horas de trabajo. Si llega la ambulancia tres horas más tarde yo no me hago responsable de su tratamiento —bromeó la doctora al tiempo que miraba su busca, el cual vibraba, de nuevo, con intensidad—. Vamos a urgencias, llegará otro en breves.

—Por cierto, tu renacuajo, ¿cómo va? —él lanzó la pregunta mientras comenzaba a caminar al lado de su compañera. Ambos iban a un ritmo frenético.

—Renacuaja —corrigió ella—. Esta semana nos tocó ecografía y nos lo dijeron. Marcos prefería niño, pero yo estoy encantada.

—¡Enhorabuena! ¿Cuándo te pillas la baja? No creo que las guardias le vengan bien a tu princesa y menos con el ritmo que llevamos hoy.

—Esto es España, majo. ¡Hasta que el cuerpo aguante! —le guiñó un ojo—. Mira, tengo una amiga de la carrera en Alemania y ella desde el día uno del embarazo se la pudo coger. No digo nada y te lo digo todo.

—Ya, claro, Alemania —El Dr. Millán pudo esquivar de milagro a una celadora al doblar la última esquina—. Ya quisiera yo cobrar la mitad de lo que cobran los médicos en Alemania. ¿Tu ves normal que allí ganen cinco veces más?

—Perfectamente normal, lo anormal es lo que nos toca vivir aquí. Cuando nazca la peque me voy a plantear seriamente irme fuera y a ti te recomiendo lo mismo. Por economía, por horarios y por salud mental.

Ambos doctores tardaron apenas unos segundos más en llegar a su destino y allí pudieron ver, con el corazón en un puño, cómo una niña llegaba intubada y en un estado muy grave. Traumatismo craneoencefálico, varias costillas rotas y fractura de tibia y peroné en ambas piernas. Exhaustos, pero con la adrenalina por las nubes, aquellos dos facultativos siguieron realizando su trabajo con una profesionalidad envidiable. A escasos metros, en una sala contigua a esa estancia, una mujer discutía aireadamente con una de las administrativas.

—¡Putos médicos, se dice bien que lleve veinte minutos esperando y aquí no venga ni Dios a atenderme! ¡Ya lo dice mi marido, que cuanto más lejos los tengas, mejor!

Y así hicieron la Dra. Carrasco, el Dr. Millán y otros tantos como ellos.

Cuanto más lejos de España, mejor.

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