Este propietario de una frutería en Van Dyck reconoce la multiculturalidad de Salamanca como un valor
Tras el mostrador de una frutería en la calle Alfonso de Castro. Allí podemos encontrar a Manuel Bermúdez, un hombre gitano que lleva casi 30 años atendiendo al público, los últimos tres, como dueño de su propio negocio. Tiene una relación cercana con los vecinos de su barrio que compran en su frutería. “Siempre se escucha algún comentario, pero como digo, ya estamos vacunados. Hay que ser tolerantes con todo el mundo”, recuerda. Manuel valora la multiculturalidad —cada vez más personas de origen latino acuden a su local— como un elemento positivo que enriquece la vida de Salamanca.
Manuel detecta un cambio en la forma de ganarse la vida de los gitanos. “Antes se dedicaban al mercadillo, ahora los gitanos jóvenes no tienen futuro ahí, tienen que buscar otro trabajo. Pero la mayoría no tienen estudios, entonces acaban en trabajos precarios. La mentalidad del gitano ha cambiado, antes vivía al día. Si tenía cuatro pesetas, cuatro pesetas que se gastaba, y mañana ya se buscaba la vida para encontrar otras cuatro. Ahora ya no. Ahora ya están mirando también al futuro”. Esa proyección implica también una preocupación por cotizar a la seguridad social para “tener una jubilación el día de mañana” y por la formación de las nuevas generaciones.
Otro de los cambios que observa es la dispersión de la población gitana, anteriormente concentrada, sobre todo, en los barrios de Pizarrales, Buenos Aires, San José y Puente Ladrillo. “La gente se va expandiendo más, queremos vivir en otros barrios. Mi zona (Van Dyck) antes no tenía gitanos y ahora aquí cada vez están viviendo más a vivir”.
Este frutero rechaza los programas de televisión en los que aparecen gitanos. "No me gusta verlos porque nos sacan lo peor que tenemos. Es una representación de gente a la que le han pagado muy bien por hacer ese papel, tienen un guion. Nos perjudica muchísimo”, denuncia.