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Si yo supiera...
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Si yo supiera...

Actualizado 06/04/2024 09:15
Eusebio Gómez

Ha resucitado. ¡Alegraos! Este es el grito de millones de cristinos en estos días.

Los evangelistas cuando hablan de la resurrección de Jesús, afirman que se trata de una transformación presentando personas que conocieron bien a Jesús y no lo reconocen y describiendo a un Jesús que podía saltarse las leyes físicas (pasa a través de puertas cerradas y aparece y desaparece de repente).

Una fe sin obras, es una fe muerta; pero es baldía si no se cree en la resurrección. Si Cristo no resucitó, entonces nuestra predicación es baldía y baldía es vuestra fe (1Co 15, 14). Todos los escritos neotestamentarios hablan un mismo lenguaje: Dios ha resucitado a este Jesús, y de ello somos testigos todos nosotros (Hch 2,32). Es característica la antiquísima aclamación: Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón (Lc 24,34).

El creer que él resucitó, nos da fuerza para aceptar las muertes generadoras de vida. El Dios de Jesús ha resucitado a Jesús, era el grito de los primeros cristianos. Hoy siguen proclamando lo mismo: Cristo ha resucitado. Os anunciamos la Buena Nueva de que la promesa hecha a los padres, Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13,32). Esto mismo lo afirma el Catecismo de la Iglesia católica (638): La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: Cristo resucitó de entre los muertos. Con su muerte venció a la muerte. A los muertos ha dado la vida.

Después de la muerte del Señor los discípulos estaban desorientados, así lo demostraba su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres; la fe en el resucitado, no brotó de manera natural y espontánea. Así lo busca María Magdalena, busca al crucificado en medio de tinieblas, lo busca en el sepulcro. Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida.

Cuenta Martín Descalzo que una de sus hermanas trataba de explicar a uno de sus sobrinillos —que tenía entonces seis años— lo que Jesús nos había querido en su pasión, y le explicaba que había muerto por salvarnos. Y queriendo que el pequeño sacara una lección de esta generosidad de Cristo le preguntó: ¿Y tú qué serías capaz de hacer por Jesús, serías capaz de morir por él? El sobrinillo se quedó pensativo y, al cabo de unos segundos, respondió: Hombre, si sé que voy a resucitar al tercer día, sí.

Muchos de nosotros también diríamos, hombre, si yo supiera a ciencia cierta que voy a resucitar, cambiaría mi vida.

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