Me acaba de llegar la tarjeta de discapacidad con un 46%. No parece algo para presumir, pero soy de los que lo aireo todo y busco la vida como situaciones de aprendizaje, como dice la nueva ley de educación. Desde luego no me voy a avergonzar.
Es algo que cuento cada cierto tiempo porque siempre está ahí. En el 2017 un aneurisma me llevó a una disección de aorta y a estar totalmente impedido físicamente, después de una operación a vida o muerte de una cirujana para mi súper heroína. Un mes de UCI y no llegó a cuatro de baja. Mi propósito fue hacer más que antes, creo que lo estoy cumpliendo, doy las mismas clases, la dirección, el voluntariado, los viajes, sigo nadando, jugando a baloncesto, al pádel, horas de motosierra, motoazada, etc.
No es para fardar y todo lo conté a las profesionales que se supone midieron con criterios estándar mi incapacidad. Desde luego no me fui haciendo el pobrecito. Ante la pregunta de si tolero el estrés le contesté que muy por encima de la media.
La he pedido siete años después. He regalado a la administración mis derechos durante esos años. Ahora espero aprovecharlos en beneficio de mi familia. Cuando las evaluadoras se sorprendían de lo que hacía, les pregunté si penalizaba la buena actitud.
Siempre me he considerado una persona afortunada y agradecida. El dar lo que uno puede yo creo que va en beneficio propio. Yo en las rehabilitaciones nunca me bajaron de riesgo extremo, no sé lo que viviré pero esta segunda vida está siendo intensa y maravillosa por disfrutar los logros de mis hijas y de mis alumnos.
Los ejemplos de personas que se encierran y victimizan me refuerza en la tesis de luchar al máximo por dar lo que uno tiene.
Murió Paul Alexander que vivió setenta años en un respirador metálico y aún así fue jurista y escritor.
Por eso debemos reflexionar sobre el sentido de la vida. Los ancianos y las personas con diversidad funcional tienen tantas razones para vivir que los que tienen aparentemente las capacidades intactas. No es ser buenista pero sí creo que todos tenemos capacidades y discapacidades.
Yo no me siento discriminado por esta discapacidad reconocida, otras personas sí. No me siento menos, ni más. No sé si mis hijas podrían estar más orgullosas de su padre porque no se si es un ejemplo de superación o de esfuerzo para mejorar la sociedad.
Todos somos personas corrientes que hacemos lo que podemos con nuestra vida.
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