Hay días de… que no tienen mucho sentido, es como si se nombraran para adornar una fecha del calendario, o como si se hubieran olvidado de borrarlo. Por ejemplo El Día del Monaguillo que se celebra cada 1 de mayo. ¿Para qué sirve este día de… si yo creo que ya no hay monaguillos, y los que lo fueron de niños, seguro que ni se acuerdan? Pero hay otros que desgraciadamente tienen que existir. Por ejemplo el Día de las Enfermedades Raras. Se celebró el pasado miércoles como cada 28 de febrero. Y como todos los años, me pregunté lo mismo: ¿Es que hay enfermedades raras? Siempre me pareció que no. Las enfermedades pueden ser más graves o menos graves, contagiosas o no contagiosas, curables o incurables, pero raras, lo que la mayoría entendemos por raras, no hay ninguna, porque existen, lamentablemente, desde que existe el hombre, y ojalá estuviera equivocada pero mucho me temo que los médicos jamás tendrán que irse al paro o cambiar de oficio por falta de enfermos.
Me explica una amiga que es sanitaria que lo de llamarlas raras es porque son menos las personas que las sufren, y que por ser menos las afectadas no se investigan como se investigan las que afectan a muchas personas, y que por no investigarse ni pueden diagnosticarse ni tener tratamiento. Y ahora lo tengo claro: el Día de las Enfermedades Desconocidas, que es como las llamaría yo, tiene mucha razón de ser. Este día es el que los enfermos, sus familias, las asociaciones y las personas que luchan por defender sus derechos aprovechan para exigirlos públicamente, porque en una sanidad que pagamos entre todos, ni puede ni debe haber enfermos de primera clase y enfermos de segunda.
Esto sucede porque las autoridades, en lugar de invertir el dinero de la sanidad en la investigación de todas las enfermedades sin excepción, lo invierten en enriquecer a sus parientes y amigos. Y no estoy señalando a nadie, porque ni las que están en primera fila, ni las que intentan saltarse la cola a patadas, están en condiciones de afirmar que no han hecho negocio con ella. Para muestra, un botón: la vergonzosa situación en la que nos pilló la pandemia.
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