Juan cuida de su hermano, que tiene esclerosis, y de su madre, con demencia. Gracias a un proyecto de Cruz Roja de apoyo a familias cuidadoras de personas mayores, un voluntario le permite unas horas de respiro a la semana.
Juan (nombre falso para preservar su identidad) cuida desde hace seis años de su madre, con demencia, y de su hermano Manuel (nombre falso para preservar su identidad), que padece esclerosis y tiene graves limitaciones de movilidad. Él mismo convive también con una enfermedad crónica, además de con el agotamiento físico y psicológico que le produce desempeñar un trabajo tan duro durante 365 días al año y 24 horas al día. Juan estaba inmerso en la preparación de unas oposiciones cuando su madre, cuidadora principal de Manuel, empezó a desarrollar los primeros síntomas de su enfermedad y él tuvo que dejarlo todo para empezar a ocuparse de los dos. Su vida cambió completamente y desde entonces toda su actividad diaria gira en torno a procurar el mayor bienestar a sus familiares, ambos con el grado de grandes dependientes.
Juan llegó a Cruz Roja porque sentía la necesidad de desconectar durante su escaso tiempo libre y allí le hablaron de la posibilidad de que un voluntario acudiera unas horas a la semana para pasear con Manuel, que va en silla de ruedas. Juan aceptó y así fue cómo Rafael se ha convertido en una presencia luminosa indispensable. Cada jueves va a buscar a Manuel a su casa y pasan un par de horas juntos. Visitan la Biblioteca Torrente Ballester, se llevan libros prestados, los devuelven. También buscan lugares concurridos, como Vialia, porque a Manuel le gusta el bullicio. “Si hay buen día, atravesamos la ciudad hasta la Plaza Mayor y las Catedrales, o vamos a ver alguna exposición”, cuenta Rafael. Mientras tanto, Juan aprovecha para despejar un poco la mente, aunque es habitual que tenga que ocuparse de tareas asociadas al cuidado de su madre y su hermano. “Que venga Rafael es un pequeño desahogo. Estoy muy solo porque no tengo apoyo familiar y hay un abandono general de las instituciones, que quieren que las personas mayores y dependientes no se cuiden en casa, sino en residencias”, se lamenta.
Juan recibe la ayuda económica de cuidados en el entorno familiar por su hermano. Respecto a su madre, tiene media hora de ayuda a domicilio por la mañana y después, el copago del centro de día. Tiene claro que no es suficiente. “El precio del centro de día sube, además hay que pagar las sesiones de fisioterapia de Manuel”, sesiones a las que acude acompañado de su madre, a quien no puede dejar sola en casa.
Para Rafael, Juan es un héroe. “Hago lo que puedo con lo que me ha tocado. Me siento aislado y no estoy bien psicológicamente. Cuando yo no pueda más, tendrán que ir a una residencia”, responde. La visita de Rafael supone un punto de inflexión en la niebla que envuelve el día a día de Juan. “Se espera con ansia a que llegue porque Rafael anima mucho la verdad, es muy espiritual. Cuando llega con esta fuerza todos los jueves a casa, te mueve, te recarga un poco de energía. Tenemos, incluso, amistad”, reconoce Juan.
Juan también ha encontrado apoyo en una asociación de cuidadores de Barcelona: Cuidando de ti, con quienes se puso en contacto durante la pandemia. “He aprendido mucho a intentar cuidarme yo, lo que pasa es que es complicado. Normalmente hay un cuidador por persona, pero un cuidador para dos personas y más si son grandes dependientes los dos, es muy raro”.
Este acompañamiento forma parte del proyecto “Información, capacitación y apoyo a familias cuidadoras de personas mayores” Un servicio de apoyo que ofrece Cruz Roja a cuidadoras/es informales de personas mayores dependientes. Carmen Hernández Juanes, técnico responsable del proyecto, puntualiza que las personas a las que cuidan deben ser mayores de 65 (o al menos alguna de ellas). Entre Salamanca capital y la provincia hay una decena de voluntarios —integrantes también en otros proyectos de mayores— que están disponibles para acompañar a las personas dependientes. Según informa la técnico, el año pasado atendieron, en algún momento, a unas 50 personas. "Lo que hacemos los voluntarios es compartir la alegría, esa sensación de estar a gusto contigo mismo", reflexiona Rafael.
El proyecto “Información, capacitación y apoyo a familias cuidadoras de personas mayores” cuenta con la subvención de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades de la Junta de Castilla y León y está financiado con cargo a la asignación tributaria del 0,7% del Impuesto Sobre la Renta de las Personas Físicas y sobre sociedades para la realización de programas de interés general.