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Simplemente humanos
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Simplemente humanos

Actualizado 28/02/2024 07:58
Juan Antonio Mateos Pérez

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca /pide que el camino sea largo, /lleno de aventuras, lleno de experiencias

KONSTANTINO KAVAFIS

Todo lo humano me interesa porque soy hombre

PUBLIO TERENCIO

La gran aventura humana comienza en África, allí bajamos de los árboles y comenzamos a caminar por la sabana. Ese caminar bípedo lo compartimos con nuestros antepasados, australopitecos y parántropos. Un cambio climático debió tener un gran impacto en los ecosistemas, desapareciendo los bosques en África a favor de la sabana. Esto supuso liberar las manos para transportar, manejar objetos e incluso crear herramientas, recorrer grandes distancias, pero también un desarrollo del cráneo y el cerebro, así como una mayor capacidad de adaptación a las condiciones cambiantes.

Un salto cualitativo y cuantitativo en la evolución supuso el descubrimiento y la domesticación del fuego. El fuego supuso una vida social más compleja, una división de tareas, servía para calentarse, tener luz, socializar, dormir en profundidad o desarrollar mejores herramientas. La evolución humana se desarrolla en dos niveles, el individual y el grupo. Comentan los expertos en antropología evolutiva, que los genes egoístas son el resultado de la evolución individual, los altruistas de la evolución de grupo. Dicho de otra manera, la selección individual es responsable de lo que llamamos “pecado” y, la selección de grupo lo que llamamos “virtud”. La selección es un equilibrio delicado de las dos pulsiones.

Otra de las características de lo que somos es el amor y la empatía. Benjamina es el fósil más increíble de la evolución humana. Apareció en el año 2001 en el Yacimiento de la Sima de los Huesos, que tiene casi medio millón de años de antigüedad. Una niña de 12 años que sufrió una patología infrecuente en nuestra especie, que consiste en que el parietal izquierdo se fusionó con el occipital mucho antes de tiempo. El cráneo no pudo crecer acompasado con el cerebro. El grupo no sólo no abandonó a la niña, sino que la cuidó durante doce años, ahí está el amor y la empatía. En nuestra vida existencial no sólo necesitamos comida, vestido y cobijo, también amor, amistad, belleza, gratuidad, fe y esperanza. Si el amor y la amistad es un distintivo humano, también lo son el odio y la mentira, siempre tenemos que hacer equilibrios entre lo individual y lo social. Saber evitar la mentira y el odio, hasta en los momentos más duros y difíciles de la vida, es una prueba de gran personalidad y de enorme temple ético.

Otro elemento propio de nuestro ser humano es la cultura. El ser humano aprende en el seno de la sociedad para adaptarse al medio en el que vive, pero con su inteligencia lo transforma para hacerlo más habitable. Para esa transformación pensada e inteligente de su entorno necesita la cultura: el lenguaje, la técnica, la moral, el derecho, la economía, el arte, la ciencia y la religión. La cultura no es accidental en el hombre, es un atributo esencial del ser humano, es fruto y vehículo de relación y convivencia. La cultura no es individual es un proceso colectivo, tanto se trate de una tribu, una comunidad o una nación. El mero hecho de vivir juntos, cada generación transmite a la siguiente una serie de pautas de conducta, una forma de ser en el mundo, cada individuo se socializa en el grupo al que pertenece.

El cerebro y su estructura son producto de la evolución biológica, etológica y tecnológica del género Homo. Junto a la producción de herramientas, el lenguaje constituye una capacidad adaptativa que no se da de manera tan consistente en otros grupos de primates. Lo que llamamos “mente” no es otra cosa que un estado funcional del cerebro. Esto es un estado dinámico en el que determinadas neuronas componen una red temporal gracias a la sincronización que se establece entre la actividad de todas ellas. El ser humano nace con un cerebro inmaduro que tiene que desarrollar, será en el grupo donde se termine de madurar, con determinadas características sociales, culturales y lingüísticas. El cerebro humano es producto no sólo de factores genéticos, también culturales e intersubjetivos.

Todo este entramado de nuestra realidad humana se complementa con elementos como el lenguaje, la ciencia, la tecnología, la belleza, la ética y la religiosidad. Serían los elementos más elevados de nuestra evolución y propios de nuestra realidad como individuos y como sociedad. El lenguaje ha sido presentado siempre como el elemento más esencial del ser humano, sustrato de nuestro pensamiento y nuestras ideas. El lenguaje humano, basado en símbolos, es inseparable de la autoconsciencia, al menos en el sentido de que la única especie de animales plenamente conscientes de sí mismos que conocemos, la nuestra, es también la única especie simbólica y lingüística.

El desarrollo del lenguaje permitió el nacimiento de la ciencia. La fabricación de herramientas es tecnología, la ciencia va un paso por delante de las aplicaciones prácticas, describe el mundo, su contenido y sus leyes, permitiendo luego los avances culturales. No es menos importante el arte y la belleza, como capacidades simbólicas más elevadas en la evolución que llevarían a producir objetos simbólicos más avanzados que se plasmarían en las profundidades de las cuevas o en los objetos más cotidianos. Los animales no experimentarían el placer que sentimos los humanos por las artes plásticas, no aprecian la belleza por la belleza, el puro goce visual o auditivo.

La libertad forma parte de nuestra esencia humana y es la base de nuestra dignidad. Los sistemas morales que existen actualmente en la humanidad son aquellos que han sobrevivido durante la evolución cultural, posiblemente por ser beneficiosos, al menos en la medida en que promovían la estabilidad social. Los seres humanos somos capaces de anticipar las consecuencias de nuestras propias acciones, transcender las posibilidades y establecer la conexión entre los medios y los fines.

Una segunda condición para que se produzca un comportamiento ético es la capacidad de realizar juicios de valor, preferir ciertas acciones o hechos como más preferibles que otros. Muchos valores humanos no sólo son morales, también lo son económicos, políticos, empáticos, etc., para ello se necesita una gran capacidad de abstracción. Por último, la tercera condición para un comportamiento ético es la capacidad de elegir entre posibles acciones alternativas.

El hombre en cada momento histórico está en constante búsqueda de su humanidad, ya que esa realidad existencial ayuda a vislumbrar el sentido de su vida. En esta búsqueda descubre que el mismo es también un enigma, hay algo en él sin límites, sin comprensión posible. Esta parte enigmática e incomprensible de nuestro ser no podrá ser abolida ni por la racionalidad, la ciencia, la tecnología, ni por la fe. Sabemos que, en el viaje de la vida, no solo es un camino exterior, es también interior, lo importante no es llegar, es enriquecerse de todo lo que nos aporta ese camino.

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