El profesor de literatura comparada, especialista en lo fantástico y narrador visita este la Librería Letras Corsarias para presentar su nuevo libro de relatos
En la fantástica portada del nuevo libro de relatos de David Roas, el niño anfibio, aterrador con su mirada de cíclope e inocente con su bañador azul, se muestra en un teatrito de monstruos de Coney Island como un personaje inquietante de las fotografías de Diane Arbus. Niños, reza el título como si no hiciera falta nada más para erizarle al personal la piel de lector sensible. David Roas, profesor de Literatura Comparada, narrador y experto en la trama de lo fantástico, ni se inmuta.
Charo Alonso: ¿Es la primera vez que presentas un libro en Letras Corsarias?
David Roas: He estado en Salamanca, en la Universidad, pero no, nunca en Letras Corsarias. Mi editor y los compañeros de la editorial que han venido me han hablado muy bien de este espacio y del público, pero no ha habido un encuentro hasta ahora.
Ch.A.: Qué inquietante la portada de tu libro de relatos…
D.R.: El pintor Fernando Vicente que lleva mil años haciendo portadas e ilustraciones, ha hecho las portadas de mis libros y en ocasiones le hemos dado tanto Juan, mi editor en Páginas de Espuma, como yo, alguna indicación, pero por lo general le hemos dejado libertad absoluta y cada libro ha sido un acierto. Esta portada tiene que ver con un niño monstruo un poco enternecedor, con su cubito y también con el teatro freak del cuento de Coney Island.
Ch.A.: Es un libro muy inquietante de relatos no de miedo, ni terror… ni tampoco de literatura fantástica únicamente. Es un libro sobre el ejercicio de la paternidad ¿Hubieras podido escribir este libro sin haber sido padre?
D.R.: Pues no, sin ser padre este libro no se hubiera escrito. Nuestro hijo tiene en la actualidad 12 años y ha sido una fuente de inspiración constante. En mi literatura yo parto de la realidad para ir más allá, no solo hacia lo fantástico y en el caso de este libro, la realidad ha sido él.
Ch.A.: ¿Y qué dirá él cuando lo lea?
D.R.: Este es un crack, ya escribe ficción. Cuando iba haciendo estos cuentos, se los iba pasando, era pequeño y ahora, claro, los lee y los sigue mejor. Se ve reconocido, me dice que hasta me quiere cobrar derechos. En algunos casos, no recuerda nada de lo sucedido, como el tiempo en que vivimos en Nueva York, en el que se basan alguna de las anécdotas porque era muy pequeño.
Ch.A.: Tus relatos ofrecen una atmósfera muy desasosegante.
D.R.: Esa era mi intención.
Ch.A.: No soy una lectora entusiasta de la literatura fantástica o de terror, pero me gusta que este libro hable de padres e hijos, ese para mí es el verdadero tema que articula todos los relatos en él.
D.R.: Me di cuenta de la idea cuando escribí varios microrrelatos que cerraban mi último libro, que eran relatos delirantes sobre la paternidad, incluso uno de los cuentos viene de ahí. Mi pareja fue la que me dijo, junto con Juan, el editor, que había un filón que tratar. Es verdad que los hombres hemos trabajado la paternidad de una forma realista, autobiográfica, hemos hablado quizás en ocasiones del padre terrible… pero no así, creo que yo no soy el primero que trata el tema de forma fantástica, pero me gusta.
Ch.A.: ¿Crees que nos ocupamos ahora tanto de los niños porque hay menos niños?
D.R.: Es una buena pregunta, no lo había pensado. Hemos tardado mucho en incluir al niño en la literatura, en el cine, en la ficción, y yo no quería un niño como en el cine, un niño monstruo, sino que el niño fuera el camino hacia lo raro, no que fuera el fantasmita, lo fácil hubiera sido eso. No, había que hablar del padre y del hijo, la relación con el hombre en esta nueva masculinidad, un campo que mi padre ni adivinaba porque los niños eran algo que andaba por casa y que alguien cuidaba…
Ch.A.: Lo lógico es pensar que el niño tiene miedo y el padre le tranquiliza, pero en tus relatos el padre tiene más miedo que el hijo.
D.R.: Sí, ¿Quién tiene más miedos? Creo que el padre. Me di cuenta, y eso que fui padre a los 47 años, de que con la paternidad descubría miedos que no sabía que tenía. Los niños te despiertan cosas que ni tú sabías de ti mismo. Y no solo el miedo al futuro, sino miedo al miedo del niño, miedo del propio niño. No es un libro de miedo, sino sobre el propio miedo.
Ch.A.: Enseñas literatura comparada, eres una autoridad en literatura fantástica, escribes ensayos sobre ella… Analizas el mecanismo que rige la literatura ¿Piensas que puede enseñarse a escribir?
D.R.: Profesionalmente no me dedico mucho a los talleres, y a veces no sé si se puede enseñar a escribir relatos o en ellos se ayuda a escribirlos. No sé si lo que se hace es más estimular, descubrir… más que enseñar en un taller. Quizás hay algo en ti y se descubre, pero tiene que estar dentro de ti. Lo que se hace en un Taller y es necesario para escribir, es leer mucho, leer para que la gente vea cómo se hace.
Ch.A.: ¿Por qué nos gusta pasar miedo leyendo o viendo cine de terror?
D.R.: Es moderno esto de disfrutar con el miedo. El miedo antes se vivía en la vida cotidiana, era la pura realidad. Ahora, qué gusto da pasar miedo, estar leyendo o viendo una película o una serie, es uno de los placeres modernos…
Ch.A.: Los antiguos cuentos populares también daban miedo.
D.R.: Pero eran más para enseñarte a que tengas cuidado cuando vayas por el bosque. El miedo como placer empieza en el siglo XVIII, y es un placer porque cuando te agobia, apagas la tele, sales del cine o cierras el libro.
Ch.A.: A ti que eres un experto ¿Qué autores te dan miedo?
D.R.: A mí siempre Stephen King, también me perturba mucho Cristina Fernández de Cubas, y de la gente de Páginas de Espuma autores como Patricia Esteban Erlés. Se trata de autores que trabajan muy bien ese algo inquietante mezclado con lo cotidiano… pero sigo siendo muy fiel a King.
Ch.A.: Escribes novela ¿Cómo sabes que tienes que sentarte a escribir relatos o a escribir narrativa más extensa?
D.R.: Yo escribí una novela muy loca que apareció por entregas en un periódico, “Celuloide sangriento” y luego “La estrategia del koala”, una novela sobre Galicia porque mi familia materna era de ahí, en ella hablo de mi abuelo franquista… es como un ajuste de cuentas. Quiero escribir otra novela pero entre las clases y que siempre me complico con libros de cuentos no tengo tiempo. Pero sí, tengo una idea sobre un asesino de niños, un libro más gamberro, con más presencia del humor y de lo inquietante que quiero que sea agro-horror, nada de dioses sedientos de sangre, nada, una historia delirante, una parodia humorística.
Ch.A.: Esa libertad tuya como escritor ¿Cómo casa con el profesor universitario?
D.R.: Doy clase sobre la literatura fantástica y de literatura comparada, lo mismo te pongo una película de Coppola que un cuento de Pardo Bazán, que uno de Poe estudiando el siglo XIX. Hasta uso cuentos míos para analizar, las clases son un tiempo que disfruto.
Ch.A.: Con este libro redondo hay que preguntarte si seguirás escribiendo sobre padres e hijos. Y además, un acierto dividir el libro con las fases de crecimiento de un insecto.
D.R.: No, no quiero escribir sobre niños, sería repetirme escribir un libro otra vez sobre niños. Y acerca de lo que dices, me siento muy aristotélico, divido en partes, quiero que el lector vea que todo tiene un sentido. Me di cuenta de que los niños de estos cuentos tenían edades diferentes y pensé en algo mágico sobre las estaciones, pero se impuso el ritmo de crecimiento del insecto, porque al fin y al cabo el niño es un monstruo. Recuperé el cuento del libro “Distorsiones” para iniciar todo con una historia sobre el embarazo que se me había ocurrido antes de nuestro embarazo y salieron las cuatro fases del insecto acabando con el último relato que me costó horrores escribir.
Ch.A.: Es un relato terrible y perfecto. Y con un final poco predecible.
D.R.: Lo dejo abierto el final, no quiero decir qué pasó como no quería mostrar al hombre como salvador de la familia. La madre sale y que los lectores piensen lo que quieran. El libro se ha leído en varios institutos de secundaria y en mis encuentros con los alumnos y alumnas surgían interpretaciones para todos los gustos.
Ch.A.: Seguro que serían tremendas y delirantes. Todos te haremos ahora el mismo chiste, que para monstruos puedes dedicarte en este momento a escribir sobre adolescentes. Claro que tu hijo puede pedirte derechos de autor.
D.R.: Ya me han hecho la broma, a lo mejor sale. Y sí, mi hijo tiene constancia de su importancia, en el cuento del Chupacabras el dibujo reproducido en el cuento era de él e incluso un día vino a una presentación y firmó los libros.
Ch.A.: Decididamente, te va a poner una demanda. Eso dará para otro relato.
D.R.: Es posible.
Al otro lado de la conversación puedo oír su enorme sonrisa. La de un autor que ha escrito en uno de sus relatos lo siguiente sobre su obsesiva criatura: “Escribo cuentos fantásticos, investigo y doy clase sobre ello. Desde que nació ha vivido rodeado de libros, figuritas, grabados y películas que tratan sobre esos asuntos.” Como dice Stephen King en una de las citas de este libro, los monstruos nunca lo parecen y quizás, David Roas haya salido de la mente inquieta y calenturienta de alguno de sus niños fantásticos, o de la de su propio hijo escritor, su espejo en miniatura. Cotidiano reflejo de lo que no conocemos y apenas sospechamos: niños.
La presentación del libro de David Roas, 'Niños', será este martes, 27 de febrero, a las 19:30 horas, en la Librería Letras Corsarias (calle Rector Lucena 1) con la presencia del autor acompañado por Paqui Noguerol
Fotografías de Isabel Wagemann.