Hace unos días un familiar me envió unas fotos de una escena campestre que acababa de presenciar en la Casa de Campo de Madrid: una oveja acababa de parir un corderito, y otra, al lado, estaba también a punto de dar a luz. Lo peculiar de esta escena es que fuera contemplada, espontáneamente, por madrileños que daban su paseo diario por la Casa de Campo. Unos meses antes algún funcionario del Ayuntamiento o de la Comunidad tuvo la inteligente idea de permitir que algunos rebaños pasten por esa finca pública, y así el terreno es más útil y está mejor conservado de cara a posibles incendios.
Cuando nos enteramos cada día por los medios de comunicación de tantas decisiones y hechos que van en la dirección contraria al mantenimiento y crecimiento del medio ambiente, de las plantas y animales de nuestro entorno, una pequeña noticia como esta, se convierte en una “gran” noticia por el mero hecho de que se dé. Cuando los días anteriores la prensa había informado exhaustivamente de la tala de árboles grandes en la zona de Madrid Río y hace pocos días de la disparatada “mascletá” en el mismo lugar, habitado por aves, patos, y también humanos, que soportan mal la pólvora y los altos niveles de decibelios, al ver la “noticia” que me enviaba mi familiar, pensé que una medida eficaz para que los fantasmas de un final de los tiempos debido al cambio climático no nos invadieran hasta inmovilizarnos de miedo sería la publicación cada día de una buena pequeña (o grande) noticia que nos informara de las fuerzas de la vida que siguen expandiéndose al lado y a pesar de la falta de cuidados y de prudencia que los seres humanos exhiben con la naturaleza, desde hace muchas décadas.
La prensa escrita, las televisiones, las revistas, podrían tener como criterio fijo (como este periódico, salamancartvaldia lo hace ya con mucha frecuencia) el dar la noticia de algo vivo que crece o simplemente una foto de algún aspecto de la naturaleza sana, fuerte, bella, como tantas que existen a nuestro alrededor. Pues ha llegado el momento de que no solo las malas noticias son noticias, sino que, desgraciadamente las buenas noticias han de ser expuestas por ser tan escasas. Y porque necesitamos como seres vivos en este planeta intercambiar funciones y sentirnos acompañados aún por muchas otras especies.
El anuncio del final de este planeta como hábitat para la especie humana se dará cuando algún día no veamos ninguna otra especie animal ni vegetal a nuestro alrededor.
En Salamanca, cuando no veamos ya las nubes de estorninos diseñando en los aires su hermoso ballet, o no percibamos las cigüeñas construir sus nidos en las altas torres, o no escuchemos los graznidos de los patos revolotear por las aguas del Tormes, sentiremos que a los seres humanos nos queda poco tiempo para desaparecer de este paraíso terrestre, que ha empezado a metamorfosearse en infierno.
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