Miércoles, 16 de octubre de 2024
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El calamar
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El calamar

Actualizado 25/02/2024 08:58
Francisco López Celador

Semana negra para el sanchismo. Después de la debacle en Galicia, sale a la luz el feo asunto de la mano derecha de Ábalos. Entre los ministros que ha nombrado Sánchez, cuando tenga que recordar cuál fue el que más contribuyó a reforzar su figura, no colocará a Ábalos en los primeros lugares –en realidad, lo tendrá muy difícil con todos, todas y todes-. El ministro valenciano le ha causado no pocos dolores de cabeza. Fuera de las obligaciones propias de un ministro, ya sonó su nombre como pagador –en efectivo y con billetes de 500 €- de las juergas de una camarilla de simpatizantes socialistas en reuniones de dudosa finalidad. Desde que el PSOE tuvo responsabilidades políticas, han sido demasiado frecuentes los jolgorios, salpicados de bebidas y mariscos, y adornados con secretarias femeninas. No es de extrañar, porque quien fuera Vicepresidenta Primera declaró que el dinero público no es de nadie. Ante semejante afirmación, algunos socialistas piensan que no aprovecharse de ello es de personas atrasadas.

Para complicar más la agitada biografía de su presidente, Ábalos también se vio envuelto en el turbio asunto de las maletas de Delcy Rodríguez. La vicepresidenta del gobierno de Maduro –que no tenía permiso de la Unión Europea para pisar territorio Schengen- aterrizó en Barajas el 19 de enero de 2020 con 40 maletas que fueron descargadas. Después de negar Ábalos que se había reunido con la venezolana, tuvo que rectificar y acabar reconociéndolo. Además de que la cartera le caía demasiado grande, tuvo ocasión de dejar bien claro el escaso valor que para él tiene la verdad. Del contenido de las maletas, nunca más se supo. Su empeño de empalmar un fallo con el siguiente, provocó su salida del cargo. Con escaso relieve político, el hecho de haber sido colocado ahora en lugar preciso para obtener el acta de diputado, parece indicar que, para el partido, era más aconsejable que siguiera con cargo bien remunerado a que, por culpa de su currículum, tuviera que estar en el destierro de su partido.

Lo que ahora salpica de lleno al PSOE viene de quien fue la mano derecha –y la izquierda- de Ábalos. Llegó la funesta pandemia y, en pleno desbarajuste por la falta de previsión del gobierno, los servicios sanitarios tuvieron que atender a los enfermos sin la imprescindible protección. Mientras nuestros ministros y ministras se dedicaban a encabezar manifestaciones feministas, y nuestros sanitarios se jugaban la vida, otros políticos de dentro y fuera de España habían hecho los deberes. Por llegar tarde al mercado, las dificultades de suministro fueron mucho mayores, y la ley de la oferta y la demanda, como siempre sucede, hizo posible que los corruptos hicieran su agosto. Como responsable del Ministerio de Transporte, Ábalos recibió el encargo de adquirir mascarillas. Dicho y hecho; su peón de confianza, Koldo García, “El guardaespaldas enmascarado” puso manos a la obra a base de “redondear” el precio de cada una. Todo apunta a que ese redondeo ha dado muy buenos frutos. Después de tanto escarbar en el caso del hermano de la Sra. Ayuso, tratando de encontrar lo que nunca apareció –la justicia lo dejo muy claro-, resulta que la rapiña la tenían en casa. Como no es suficiente tinta, hay que repetir el tema de las residencias madrileñas de ancianos. Parece que en las residencias de comunidades gobernadas por los socialistas no hubo defunciones. Por cierto ¿Cuándo sabremos el número exacto de fallecidos por la pandemia? Se ve que el Dr. Simón los está contando con los dedos.

Cuando la operación ha trascendido, y los responsables han sido puestos a disposición de la Audiencia Nacional, como en el caso de las maletas de Barajas, Ábalos ya ha declarado que no tenía ni idea del asunto. Pues, mal asunto. Cuando una persona observa que su íntimo amigo, de la noche a la mañana multiplica por diez su patrimonio y desconoce su procedencia, una de dos, o está salpicado en la operación o, como siempre hace el PSOE, pretende poner en marcha el ventilador para enmascarar el asunto.

Se desconoce la identidad del cerebro que planeó la “Operación Delorme”. Si se demuestra que fue el adjunto a Ábalos –ya es mala pata que un Koldo se apellide García-, eso explicará por qué pasó de guardaespaldas y portero de discoteca a cabecilla de la Renfe. El partido, primero, y Ábalos después, fueron pagando sus servicios con cargos oficiales, sin tener en cuenta sus antecedentes penales -condenado dos veces por tratarse de una persona violent-. El aizkolari Koldo, y cuatro compañeros de negocios, han declarado ante el juez y, después, puestos en libertad con cargos.

Una vez más, el PSOE saca de paseo su particular calamar para que enturbie las aguas hasta hacerse prácticamente invisible. Todo apunta a que el juez cuenta con las pruebas suficientes para empapelar a más de un responsable, aunque, conociendo el paño, será muy difícil hacer pleno en la “limpia”. De momento, lo de siempre. Cuando se comenta la corrupción de algún socialista, suena la sirena de emergencias: todo el mundo debe sacar a relucir los trapos sucios de la oposición, sean o no ciertos. La verdad… ¿a quién importa la verdad? Calumnia, que algo queda. El asesor de Ábalos, consciente de lo que se le viene encima, ya ha advertido: “Lo sé todo”. Esta vez, desde el gobierno, no se cierran filas con el supuesto culpable. Por el contrario, tanto Sánchez como alguna de sus ministras han insinuado la conveniencia de que Ábalos abandone su acta de diputado y quién sabe si también el partido. Ya se sabe, el barco y las ratas.

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