La presentación será este jueves, en la Librería Víctor Jara
Este jueves, en la librería Víctor Jara de Salamanca, en la calle Juan del Rey 6, se presentará el libro 'Moçambique', de Ricardo Martínez Llorca. El autor salmantino conversará con el periodista, crítico y autor vigués Alfonso Armada, en un acto que comenzará a las 20:00 horas.
«A vista de pájaro, el Sáhara es un territorio que, en tiempos prehistóricos, fue arrasado por una horda de dragones en vuelo bajo. El ejército pasó a fuego medio continente antes de ir a fallecer al confín del mundo, hundido en ese precipicio sin fondo que conduce al último hogar de la derrota. En un momento hubo vida y un día, de repente, todo lo que pudo ser verde había desaparecido. Solo algunos animales, los más salvajes, los más finos, como el escorpión con el cuerpo de melaza o el escarabajo que engendró el sueño de Kafka, fueron capaces de sobrevivir sobre el páramo vacío, donde la soledad es la primera ley y ver salir el sol cada día un regalo con sabor a condena».
Moçambique no es un libro de viajes al uso. Ricardo Martínez Llorca recurre a sus vivencias y recuerdos para presentar la vida en este país del sur de África, donde el tiempo transcurre a otro ritmo y sus gentes aprenden a buscarse la vida en un mundo que se ha olvidado de ellas. Moçambique no solo es un retrato desnudo, también observamos en sus páginas el peso de la tradición y el impacto que tiene la luz en los viajeros que se adentran en sus ciudades.
Ricardo Martínez Llorca (Salamanca, 1966) ha sido profesor, ilustrador, traductor y aficionado al alpinismo y a los viajes. Colaborador de Zenda, fronterad y Culturamas, descubrió tarde la vocación literaria y comenzó a escribir con el mismo instrumento con el que antes dibujaba: el lápiz.
Es autor de Tan alto el silencio (finalista del Premio Tigre Juan), El paisaje vacío (Premio Jaén), El carillón de los vientos, Eva en los mundos, Después de la nieve, Luz en las grietas (Premio Desnivel), Atlas del camino blanco e Hidrógeno, entre otras obras.
En las imágenes que vemos por la televisión, una horda de leones devora a una gacela. O aparecen estampas de una ópera tradicional china, con su armonía de campanillas orientales. O calles de Manhattan colmadas de taxis amarillos. La banda sonora puede haberse añadido más tarde; en la pista de sonido se ha colgado una grabación sinfónica tan conforme como ilusoria. Pero no hay olor a curri si se está visitando un mercado de la India, ni el absoluto silencio submarino de los arrecifes, ni el bronco tacto de la arena o el bálsamo de una flor carnosa. Privados de todos los sentidos excepto de la vista, cuya eficacia se ve reducida por el efecto de la distancia, la pantalla ofrece una ventana a un mundo que permanece tan desconocido como lo estaba en la época de Marco Polo.
¿Qué sería de la India sin las especias frotándose contra los hoyos de la nariz?, ¿de Manhattan sin el tráfico escupiendo petróleo?, ¿de las anémonas bailando al ritmo de un vals en lugar de por los caprichos de la marea, o de una China que nos ocultara su cultura? ¿Qué sería de África sin el icono de la vida salvaje? Sin embargo, hay otro rostro que no aparece en las fotografías, otro rostro humano: los retratos tallados en la cara oculta de esa luz.
Durante un puñado de semanas visité un proyecto humanitario que llevaban a cabo varias organizaciones en Mozambique. Yo también creí que podría escribir un diario y registrar mi experiencia con miles de fotografías, que luego publicaría en un grueso volumen. Pero los matices del tiempo me empujaron a crear una pequeña obra de otro carácter, que reúne lo que me agradó en el instante en el que revisaba los apuntes. Dado que en ocasiones cabe la sospecha de que la mayor sabiduría se encuentre en el interior del silencio, dejé de podar anécdotas, datos y fotografías cuando mi imaginación, que también ha trabajado en esta obra, pensó que había llegado el momento de callar, de cambiar de recuerdos. Diez son los episodios y siete las imágenes que acompañan al texto, seleccionadas no tanto por motivos estéticos como por el placer que despiertan en mi memoria cuando las veo. Y la memoria lo sigue siendo todo para mí.