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No en nuestro nombre
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Al cabo de la calle

No en nuestro nombre

Actualizado 17/02/2024 08:50
Francisco Aguadero

La comunidad internacional está apunto de decirle a Israel que no acepta al genocidio que está cometiendo en Gaza, pero no se atreve. Hace tiempo que debería haberle dicho “No en nuestro nombre”, pero no se atrevió. Ahora ya es tarde y, además, no sería suficiente. La comunidad internacional debería imponer un alto el fuego obligatorio en la zona, si no quiere cargar sobre su conciencia y espaldas la complicidad de la masacre humana que se está llevando a cabo.

Pero ¿qué es eso de la comunidad internacional? El Diccionario Panhispánico del Español Jurídico (DEJ) dice que la Comunidad Internacional es una “comunidad jurídica fundada en la protección de intereses y valores colectivos esenciales compartidos por el conjunto de sus sujetos, que pretende la realización solidaria de un orden público internacional en virtud del reconocimiento en su seno de normas de derecho imperativo”.

La definición que nos ofrece el DEJ no nos aclara demasiado, a pesar de que nos la da dentro de un contexto jurídico. Y, no es de extrañar, porque tanto el significado exacto de “comunidad internacional” como su origen, son complicados de precisar y mucho más difícil de percibir. Dejando así un espacio a la ambigüedad, muy propio de las relaciones internacionales, pero que plantea muchos problemas a la hora de resolver asuntos importantes y, sobretodo, urgentes, en conflictos armados deplorables en relación con los derechos humanos. Como lo que está pasando en Gaza.

Más allá de la terminología y la semántica, la realidad es que, para muchos, simplemente no existe una comunidad internacional. Para algunos, el concepto se refiere a cuando todos los países deciden actuar conjuntamente sobre algo. Y, para otros, el ámbito comprende a aquellos países con influencia internacional reconocida que decidan participar en debates y toma de decisiones sobre grandes temas globales o regionales.

A lo largo de los tiempos, durante miles de años o siglos, las Civilizaciones, Naciones o Estados soberanos, han regulado sus relaciones exteriores mediante tratados. Para delimitar fronteras, definir relaciones comerciales, establecer privilegios diplomáticos, o poner fin a las guerras, toda guerra termina siempre con un tratado. El conjunto de tratados y acuerdos oficiales comprenden lo que se ha venido en llamar el “derecho internacional”, cuya transgresión comporta una falta internacional que conlleva sanciones globales específicas.

Sería muy largo, excediendo el espacio del que disponemos y el tema principal que nos ocupa, remontarnos a los orígenes de los tratados internacionales. Partiremos de la época moderna, citando a la Escuela de Salamanca con sus aportaciones en el siglo XVI. Los integrantes de la citada Escuela, formada por humanista, teólogos, políticos y juristas, renovaron la teología, sentaron las bases del derecho de gentes moderno, del derecho internacional y de la ciencia económica moderna.

En 1874 se creó la Unión Générale des Postes, luego convertida en la Unión Postal Universal, primera institución creada con la intención de abordar acuerdos globales, pero que pasó sin tener influencia significativa. La llegada y devastación de la Primera Guerra Mundial puso de manifiesto la necesidad de una mayor cooperación internacional y preservación de la paz, lo que llevó al establecimiento de la Liga de Naciones. Pero la organización resultó ineficiente, entre otras cosas, por la no ratificación de sus estatutos por parte de Estados Unidos. No fue lo suficientemente eficaz para preservar la paz y evitar la llegada de la Segunda Guerra Mundial.

El impacto y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial fue tal que no había ninguna duda, era necesario la creación de una institución fuerte con influencia mundial y así surgió Naciones Unidas (ONU) estructurada con una agencia especializada para cada ámbito de la sociedad humana, una Asamblea y un Consejo de Seguridad.

Con su actividad la ONU ha facilitado la descolonización, la creación de Estados, la erradicación de enfermedades contagiosas, el Derecho del Mar, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y ha evitado muchos conflictos regionales. Pero no evitó la Guerra Fría, la de Argelia, Vietnam y Yugoslavia, entre otras muchas, ni tampoco evitó el genocidio de Camboya, Ruanda o el que se está dando ahora en Gaza. Todas las grandes negociaciones internacionales emprendidas desde finales del siglo XX han fracasado. ¿Qué nos pasa?, ¿qué le pasa al mundo?

Pues que parece que la ambigüedad se extiende, también, al papel de responsabilidad de la comunidad internacional. Si se da una definición muy amplia de sus funciones podría socavar la soberanía de algún país, mientras que, unas responsabilidades limitadas, da como resultado un mayor florecimiento de la violencia y una proliferación más frecuente de la inestabilidad. Lo que parece que prevalece, últimamente.

Lamentablemente y pese a la cantidad de tratados e instituciones a lo largo de los siglos y de las décadas, la violencia entre pueblos y países ha persistido. Se necesita el empuje de la opinión pública mundial, impulsada por las actividades de las ONG para fortalecer el derecho internacional y crear nuevas instituciones internacionales como la Corte Penal Internacional creada en 1998.

Israel está desoyendo por completo las peticiones de preservación de la población civil y los derechos humanos que le hace Naciones Unidas, que es quién porta el estandarte de la comunidad internacional, es decir, de la humanidad. Para el público mundial, cada vez es más evidente que Israel está cometiendo crímenes de guerra y contra el derecho internacional humanitario, masacrando a la población civil de Gaza, entre la que se encuentran más de 10.000 niños.

El Primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, está convencido de llegar hasta la destrucción de Gaza en aras del derecho a defenderse y que, además, es políticamente rentable. Lo será para él, porque para Israel y para los judíos, lo que está pasando es contraproducente. La opinión pública internacional se está poniendo en su contra y muchos judíos ya se manifiestan contra Netanyahu diciéndole “no en mí nombre” a lo que está haciendo. La comunidad internacional también debería decir “no en nuestro nombre” y denunciar a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para que esta decrete un alto el fuego obligatorio, inminente y duradero.

Les dejo con el Ave María de Dolores O'riordan y Pavarotti por los niños bosnios:

https://www.youtube.com/watch?v=TgxCxdACm90

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© Francisco Aguadero Fernández, 16 de febrero de 2024

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