Un deporte tan varonil, tan entusiasta, tan positivo, se está convirtiendo en un juego de “llorones”: Entrenadores que solo se quejan del beneficio obtenido por los contrarios de los árbitros (Según ellos); aficionados que se acogen a lo insustancial de sus equipos sin exigirles la esencia de sus quehaceres fundamentales (Jugar bien y ganar); prensa partidista que arrima siempre el ascua a su sardina; árbitros que cambian fácilmente de criterio y se “defienden” con tarjetas amarillas y rojas ya que no disponen de otras armas más cortantes, etcétera
Las gentes del fútbol se han convertido en un ejército de plañideras: “El que no llora, no mama”, aprendieron todos de jóvenes y se olvidan de otras educaciones recibidas. Al parecer, existen investigaciones acerca de las “lamentatrices” en el teatro, la música y otras expresiones artísticas. Y lo vemos en el fútbol también, a veces son “poses” de cara al espectáculo, a la justificación de sus propias carencias, a las segundas intenciones para obtener beneficios…
“Hay quienes han llamado a Jeremías “el profeta plañidero” por el triste mensaje que comunicó y porque vio cumplirse sus profecías con respecto a la destrucción del pueblo de Judá. Como todo hombre de Dios, él amaba al pueblo y trató de evitar su destrucción, pero no pudo hacer otra cosa que decirles la verdad sobre lo que les sucedería si no se arrepentían. El capítulo 9 es un ejemplo del “llanto” de Jeremías por la inminente destrucción de Judá debido a que continuaban adorando ídolos y confiando en ellos”, según Carmen Macías. La verdad es que en el fútbol no existen demasiados Jeremías de nombre, pero sí de hechos flagrantes cometidos por gentes que confirman la regla…
“El sistema lagrimal se desarrolló por primera vez cuando los peces se convirtieron en anfibios terrestres. Dejamos el agua y empezamos a llorar por el hogar que habíamos abandonado” dice Heather Christle en “El libro de las lágrimas”. Llorar, ese acto que responde a emociones de todo tipo. Llorar por miedo, por alegría, por tristeza, desde que llegamos al mundo… Quizás no lloramos por, sino cerca o alrededor”… Por mi cuenta y riesgo, pienso que se llora para dar lástima, para obtener favores, para dar pena ficticia, “recientemente en Madrid han abierto una llorería” y creo que otra está a punto de consolidarse en las oficinas del CF Barcelona… Plañideras, lloronas, “choronas”, “vocetrices”, lastimeras o rezanderas. Se habla de ellas con la distancia del pasado, de lo antiguo, pero su existencia y su presencia histórica durante siglos apelan a la actualidad”. Las “lamentatrices” se están prodigando…
La historiadora Ana Valtierra indica que el origen de las plañideras podría estar en Egipto, en algunas mujeres que siguieron el ejemplo mitológico de Isis, la gran diosa madre. Dicen que Isis lloró desconsoladamente cuando murió su esposo Osiris, asesinado por su hermano Seth. Mito o realidad, las plañideras ya aparecen representadas en restos arqueológicos, desde cerámicas hasta pinturas de entonces. “Las plañideras actuaban como seres psicopompos, acompañando al difunto en el tránsito hacia el otro mundo, y repetían el gesto mágico de la diosa con el fin de procurar su renacimiento en el Más Allá”, sostiene la investigadora Sofía Lili Reyes. “Las plañideras, acudían a los rituales funerarios en representación de las diosas, “eran como actrices trágicas que dramatizaban el dolor con gestos extremos: lágrimas, sollozos, golpes el pecho, rasgándose las vestiduras, arañándose el rostro, arrancándose mechones de cabello o manchándose el cuerpo y la cabeza de barro”.
No me imaginaba tanta historia al consultar textos a este respecto, hasta te encuentras noticias como que “Nabucodonosor II y las reincidencias de su pueblo en el paganismo: “Atended, llamad a las “lamentatrices”, que vengan; buscad a las más hábiles en su oficio” (Jeremías, 9:17). Pero es que “hasta mediados del siglo pasado, las plañideras eran habituales también en España, especialmente en los pueblos. Ofreciendo sus lágrimas a cambio de dinero…”
En fin, me he extendido en las consultas pero no he escrito este artículo para ponernos a llorar sino para reírnos de nuestra propia sombra. Ahora bien, pensemos en la fantasía y el teatro que se le está echando al fútbol actual. Nunca ví tantos jugadores echándose por tierra y más declaraciones protegiéndose de las propias actuaciones y criticando a los demás de sus propias penas. Esta es una cuestión que debemos superar ¡Ya! Y menos mal que, cuando vemos partidos europeos, la mayoría de los vicios observados a diario en la competición española desaparecen. Así que entre todos deben reflexionar para superar ese mal teatro de “lamentatrices”.
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