Una niña de 7 años le escribe una nota a su madre para felicitarle su cumpleaños: “Mamá te quiero mucho. Eres la madre más buena y mejor del mundo. Claro que todos tenemos algún defecto. Pero tú no tienes ninguno. Felicidades, te quiero mucho”.
Y tenía razón esta niña, porque en su mundo infantil su madre era la mejor.
Durante estos años, los pequeños, salvo casos extremos (cuando padres o madres maltratan), sienten, piensan y están seguros de que sus padres son los mejores del mundo. No solo lo sienten así, eso ya lo hacen desde la formación del apego, sino que lo piensan, lo dicen y lo demuestran de mil maneras.
Es un periodo en el que idealizan a sus padres les gusta jugar con ellos, viajar con ellos, escúchales hablar entre ellos (aunque no lo parezca), conversar con ellos, contarles lo que hacen en la escuela, cantar con ellos, etc., etc. También disfrutan mucho con sus iguales, haciendo amistades, nuevas o que vienen de atrás, cada vez más estables. Varias familias de padres juntas, con hijos de similar edad, es una forma ideal para que los niños jueguen, se diviertan y se sientan seguros.
Ya tendrían que haber superado los conflictos propios del periodo anterior, tener un buen desarrollo motriz, del lenguaje, el pensamiento concreto, saber leer y tener comprensión lectora, capacidad de concentrase en las tareas escolares, cumplir las reglas de los juegos y ser cada vez más autónomos en sus autocuidados e incluso prestar ayudas a sus hermanos más pequeños.
También han adquirido valores, normas y costumbres convencionales, distinguiendo lo que está bien o mal.
Por todo ello, salvo excepciones, desgraciadamente no raras, es un periodo plácido en la familia, la escuela y en sus relaciones con los iguales.
Los autores de los catecismos decían que los niños y las niñas adquirían el uso de razón entre los seis y siete años (tiempo de catequesis y comuniones). La verdad es que adquieren la razón adulta, porque son muy convencionales.
Las familia es, ya desde el nacimiento, la institución básica en los cuidados y la formación de vínculos. Pueden y deben transmitir valores, normas, convenciones, costumbres y creencias propias, siempre que no contradigan los derechos humanos. Hay que ayudarles a cantar la vida, tener un sentido positivo de la vida y a cooperar y ayudar a los demás, empezando por la familia y los compañeros de la escuela. También enseñarles a tener una conciencia crítica de los problemas cercanos y lejanos de nuestra sociedad (ecología, pobreza, abusos, etc.. En todo caso, cualquier tipo de adoctrinamiento legítimo no debe ser racista, sectario o dogmático, respetando a los demás.
Abrirles a actividades y grupos de la comunidad enriquece su formación y su vida.
Formar una familia, un hogar (de gozo, refugio y consuelo), un clan con la familia extensa dónde los cuidados, los afectos, la prevención, las ayudas, etc., fluyan con naturalidad.
La familia debe colaborar con los educadores y la escuela. Pero la función de la familia y la escuela es diferente. La familia debe ofrecerle na experiencia vital amorosa e igualitaria, transmitirle creencias, valores privados y nomas, siempre que estén dentro de los derechos humanos y en ausencia de cualquier tipo de maltrato.
En la escuela desarrollan capacidades y adquieren conocimientos. Pero deberían adquirir valores universales, no adoctrinamientos privados, salvo acuerdos con las familias, como en la enseñanza privada. Y siempre que no sean sectarios, racistas, etc.
Que los políticos no sean capaces de consensuar una ley de educación es uno de sus fracasos inaceptables, especialmente en este periodo tan apto para una formación como buenos ciudadanos.
La placidez y gozos de este periodo se puede romper por muchas causas. Cito solo algunas para no abrumarles:
-Problemas que se arrastran del periodo anterior como las rabietas, celos non resueltos, apego inseguro, etc.
-Problemas de salud física o mental. De los hijos o los padres.
-Muertes familiares mal elaboradas, etc.
-Discapacidades no bien afrontadas o costosas.
-Conflictos entre los padres o separaciones mal planeadas.
-Retraso escolar o problemas de aprendizaje.
-Acoso escolar, maltratos en la familia o abusos por personas desconocidas o cercanas.
-Problemas laborales, económicos o sociales de la familia.
-No tener amigos o amigas.
-Inadecuado uso de internet o acceso a contenidos inapropiados para menores.
La lista no está completa. Un periodo plácido puede convertirse en duro para los hijos y los padres.
No es este el lugar para que podamos comentar tantos posibles problemas, aunque lo haremos con algunos, en otros textos.
La mayor parte de las familias y los hijos no sufren esos problemas, sino que llevan una vida llamada normal o gozosa. Disfruten de sus hijos e hijas, del bienestar de la pareja y de la familia.
No se alarmen, todo puede seguir yendo bien.
Y si no es el caso, afronten con todos los medios propios y de los profesionales los problemas. Y no olviden que la incondicionalidad de la familia es lo mejor que podemos ofrecer.
La adecuada vida familiar es el contexto que más valoran los niños y niñas y el factor más determinante de su bienestar presente y futuro ¡Grata y gozosa responsabilidad para los padres¡ Y para la familia extensa también.
Nota: La natalidad sigue bajando. Problemas laborales, económicos y sociales son graves dificultades. Pero ¿Por qué en autonomías más ricas, como el País Vasco, que lleva años apoyando a las madres con hijos con recursos generosos, no deja de disminuir la natalidad? ¿Cuáles son las causas, además de las económicas y la dificultad para compaginar trabajo de los dos padres e hijos?¿ Somos una sociedad narcisista en la que no queremos tener hijos?
Félix López Sánchez
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