La bióloga Cristina Hernández lleva un año involucrada en un proyecto de investigación sobre el comportamiento de estos primates en una Estación Biológica de Corrientes (EBCo) dependiente del CECOAL- CONICET - UNNE.
Las conductas de los primates en total libertad, su manera de relacionarse y la similitud con el comportamiento humano habían llamado la atención de Cristina Hernández Riesco desde hace años. Esta bióloga salmantina de 27 años cruzó el Atlántico en 2022 para estudiar cómo afecta la degradación del hábitat a los monos carayá, especie considerada en peligro en algunas zonas de Argentina. “Es un grupo de animales que me llama mucho la atención porque de alguna manera su investigación es una forma más simple de comprender a los humanos de manera comportamental y psicológica”.
Como técnica de campo, colabora con otra investigadora, Débora Gilles (Becaria doctoral del CONICET), cuyo objetivo principal es estudiar la estructura social de las hembras de esta especie en áreas degradadas. “Cada vez hay menos zonas naturales no impactadas por el ser humano y están más aisladas debido a la construcción de carreteras, ciudades, líneas eléctricas… Se hace muy complicado que los individuos puedan moverse de una zona natural a otra. Esto lo que hace es aislar a las poblaciones genéticamente y que no puedan distribuirse tan fácilmente como antes. Queremos comprobar que hay bastante menos variabilidad genética que hace 50 años y cómo ha cambiado su comportamiento: si hay más relaciones entre individuos emparentados y si ahora los grupos tienen una mayor relación genética o no que antes”.
Cristina y el equipo del que forma parte siguen a un varios grupos de monos aulladores desde el amanecer hasta el atardecer durante tres o cuatro días para poder registrar su comportamiento completo: los cambios de actividad y la disposición del grupo. En Argentina no tienen depredadores naturales, pero su principal amenaza es el ser humano. “Cada vez tienen que estar más cerca de zonas urbanizadas. Si no hay un camino natural para cruzar de un bosque a otro, al final se desplazan por tendidos eléctricos y se electrocutan, o tienen que bajar al suelo y son atropellados o les atacan perros”.
La vida en esta reserva natural —el Parque Provincial de San Cayetano, al norte de Argentina— a 45 minutos de la ciudad más cercana, Corrientes, es muy distinta a la que Cristina llevaba en Salamanca. En medio de la naturaleza, con cortes de luz en días de lluvia. “Es una vida muy tranquila, que te da para leer cuando no hay mosquitos y no llueve. A veces, las estructuras no están 100% adaptadas al calor o a la lluvia, pero es una zona muy bonita para salir a correr, a relajarte y tomar unos tererés o unos mates (bebidas típicas de la zona)”.
La técnica de campo deja claro que de lo que más disfruta es de su tiempo en medio de la naturaleza conviviendo con los monos aulladores. “Siempre se echan largas siestas en las horas de calor. Tumbarse mientras los observas a la sombra de un arbolito viendo cómo las interacciones que tienen entre ellos son tan parecidas a las nuestras, que cada uno tiene su propio carácter, a la vez que escuchas todos los sonidos de la selva es una sensación increíble que no cambiaría por nada”, confiesa. No obstante, esta pasión por el estudio de los animales en total libertad no empaña la percepción que tiene Cristina sobre la realidad de sus tareas: “Tampoco se puede romantizar el trabajo de campo. Al final, la selva también es un lugar bastante hostil, muy húmedo, muy caliente con muchos mosquitos y muchas plantas con espinas. A veces es muy difícil pasar de un lugar a otro, tienes que pelearte con ramas, lianas, troncos… es un trabajo muy cansado”, reflexiona.
Cristina valora especialmente la mejora de la implicación de la población local con su fauna. La joven relata cómo los vecinos de la zona les informan de dónde han visto a grupos de monos o de si han encontrado a uno muerto. “Las becas MAS de cooperación de la Universidad de Salamanca me permitieron venir a Argentina por primera vez en 2020 para trabajar en una reserva de pumas. Gracias a ese viaje conocí este proyecto tan interesante y en un lugar tan increíble”.
Además de convertirse en una experta en la especie que estudia, esta experiencia está transformando a Cristina en una joven consciente su suerte. “Somos personas muy privilegiadas por el lugar en el que hemos nacido. Hasta que no te encuentras en otras situaciones, no te das cuenta de todas las facilidades que tienes”. La bióloga apura sus últimas semanas en este bosque tropical al norte de Argentina antes de buscar nuevos retos vinculados a la conservación de especies.