Espera mi llegada

Allí te imagino, tumbada, arena, sobre la playa, acariciada por el tibio sol del tibio invierno, silenciosa y tenue, con ese dorado que no brilla ante esta luz mortecina, casi engullida por el ambiente húmedo y el plomizo astro que mi mente te posa desde este rincón en que te recuerdo.

Allí, como isla desolada, vertida hacia el mar en su desidia, quizás esperas mis sentidos rozando tu horizonte, quizás aguardas mis palabras acunando tu limpio mar, quizás paseas tus silencios en las noches de mi alma deseosa, o esbozas luminarias en el cielo que no dejan de titilar.

Cuántas veces respiras cada día, inhalas el aire fresco de tu firmamento limpio y deslizas oxígeno por cada poro, ancho mar. Cuántas viene a tu memoria la dicha callada de nuestros encuentros, cuántas requieres la inefable orientación de la rosa de los vientos para llegar hasta mí.

¿Duermes como yo en el vaivén de tu regazo? ¿Aletea tu corazón, pájaro alado, soñando que viene a mi encuentro? ¿Escribes con tu vuelo palabras de amor, en tu horizonte, que me llegará desde lejos impulsado por el viento de poniente? ¿Sueñas, como yo, con besos de salitre en mis labios?

Espera mi llegada en tu envoltura, guarda la semilla en tu regazo, aguarda anhelante la ardiente savia del inicio, raíces de alegría en los encuentros, susurros de tus notas hacen música en mi oído, tu espuma me sostiene allá en lo alto, sabor a mar, agradecida.

Canta tu arrullo interminable, despliega tus briznas de sosiego, ofrécele tus brillos al sol, y espera, confiado, mi regreso. Llena, henchida, arrebolada y tierna, como el bello arrullo de una nueva primavera.

Mercedes Sánchez