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Antiguamente hacía frío
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COLES DE BRUSELAS, 74

Antiguamente hacía frío

Actualizado 02/02/2024 14:27
Concha Torres

Mi padre usaba mucho “antiguamente” para referirse a su juventud e infancia, que tampoco le quedaban tan lejos porque, desgraciadamente, tuvo una vida corta. Era casi una muletilla más que un adverbio de tiempo; a veces nos la aplicaba a nuestra propia vida sin darse cuenta de que a mí, por lo menos me sacaba treinta años. En ese “antiguamente” estaban contenidas todas las perplejidades y el asombro ante los sucesos de su tiempo, toda la nostalgia de su época juvenil, de su madre que perdió muy joven, de sus estudios que nunca le gustaron (aunque sí y mucho la vida de estudiante) y de un cualquier tiempo pasado que no era mejor pero sí era el suyo, en el que podía conjugar los verbos en futuro y hacer planes. El antiguamente de mi padre tenía muchas referencias meteorológicas; era como un calendario zaragozano propio en el que él recordaba los fríos de enero, el río hecho una costra de hielo (candado, que decimos los salmantinos), la llegada de la cigüeña por San Blas y el mes de marzo, del que desconfiaba por sus traidoras heladas tardías. Cuando toda esa construcción fallaba y no se comportaba el tiempo “como antiguamente” no se hablaba entonces de cambio climático y, sin embargo, se ve que ya apuntaba a lo que nos está ocurriendo.

Me hubiera gustado verlo en estos tiempos insólitos que atravesamos, cuando “antiguamente”, al ritmo frenético de la realidad cambiante y el metaverso, es prácticamente antes de ayer. Y no digamos en este enero salmantino donde estoy sin que toque y donde los turistas toman el sol en manga corta en la plaza y los locales nos pellizcamos para recordarnos que es enero, aunque el termómetro marque veinte grados y el abrigo esté de más. La antigüedad climática era más fiel a los refranes que la actualidad.

Y ciertamente es una aberración esta primavera en enero donde yo me tengo que quitar el abrigo por la calle y los almendros están empezando a florecer; pero si ustedes vivieran en un lugar en el que no ha parado de llover desde el uno de noviembre convendrían conmigo que es un lujo que hay que aprovechar. Ahora que estamos en época de turismo desenfrenado y viajeros a cualquier parte con tal de poder contarlo en Instagram, recuerdo otros tiempos pretéritos (antiguamente) donde en un supermercado irlandés me encontré sangría lista para consumir con la mención “Spanish bottled sun” (sol de España embotellado). Y me pregunto si después de haber vendido toda la costa mediterránea a trozos, habernos cargado las Baleares a golpe de disc jockeys, dejar las Canarias en manos de hordas de Vikingos que beben más que respiran, convertir el Camino de Santiago en una calle peatonal y empezar a invadir también la costa cantábrica; me pregunto, digo, si no deberíamos inventar un nuevo producto que sea ese sol embotellado, especialmente el de enero, que se agradece más. Porque si esto sigue así, en cuanto que se corra la voz (y los turistas y viajeros son gente espabilada) a partir de junio no va a venir nadie porque el sol ya no será embotellado sino de justicia…Y acompañado por unas agradables temperaturas que no bajarán de cuarenta. Y el otrora tranquilo y sosegado mes de enero, por frío y especialmente nublado en la Meseta castellana, va a resultar un nuevo lugar a donde desplazarse, para hacerse la foto y enseñarla.

Viniendo de las brumas del norte, donde este año especialmente la atmósfera se ha ensañado con los pobres habitantes entre los que me incluyo, el sol de enero es un regalo, probablemente envenenado, pero regalo al fin. No va a ser posible embotellarlo ni exportarlo, y como además en estos días anómalos han coincidido con una de esas mega ferias de muestras para turistas (FITUR por sus siglas) prepárense mis paisanos a una nueva invasión cada invierno. Dentro de nada, habrá turistas que tengan como objetivo ir a lugares donde van otros turistas y observarlos, como si fueran las fieras del zoo o las aves migratorias de Doñana, que de todas formas ya no necesitan migrar. No, papá, antiguamente esto no pasaba; tienes toda la razón.

Concha Torres

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