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¿Por qué fray Juan de Ortega escribió el Lazarillo de Tormes?
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¿Por qué fray Juan de Ortega escribió el Lazarillo de Tormes?

Actualizado 29/01/2024 10:00
Redacción

Resumen de la conferencia ofrecida en Salamanca por Antonio García Jiménez, de la Biblioteca Nacional de España

El autor del Lazarillo de Tormes es el mayor misterio de la literatura española, como también lo es la finalidad última de su autor al escribirlo: ¿qué mensaje quería transmitir contando la vida de hambre y penurias de un humilde muchacho que llega a triunfar de adulto como pregonero de Toledo pero sobre el que pesa la sospecha de ser un marido cornudo?

Este artículo intentará demostrar que el Lazarillo es obra del fraile jerónimo Juan de Ortega y que su intención al escribirlo fue contar de manera cómica algunas cosas de su propia vida. Es decir, que Lázaro de Tormes es un personaje de ficción del que fray Juan se valió para hacer reír, criticar la sociedad de su tiempo y también para justificar su propia conducta. El Lazarillo tiene forma de carta dirigida a alguien identificado como Vuestra Merced, pero en realidad va dirigida a un grupo de personas poderosas que conocían al religioso. Es una carta manuscrita que se acabó publicando por la imprenta pero en cuya edición nada tuvo que ver el autor, porque se trata de la vida de un adulto, de Lázaro de Tormes, no la del Lazarillo del título que solo es la primera parte de su vida. Y porque la clave del libro es el final: un triángulo amoroso que es una metáfora que hay que leer en sentido figurado y que emplea fray Juan de Ortega para, a la vez, justificarse y expresar sus sentimientos.

Antes de nada, lo primero es probar que este fraile jerónimo es el autor de la obra. El fue la primera persona a la que se le atribuyó. Su hermano de Orden fray José de Sigüenza afirmó que se había encontrado el borrador del Lazarillo en la celda de fray Juan de su propia mano escrito. Se supone que después de su muerte.

De ningún otro candidato, y hay varios, hay un testimonio tan directo. Se ha pensado que podía referirse a una copia pero Sigüenza, que fue escritor él también, sabría distinguir un borrador que es un primer esbozo con tachaduras y enmiendas de una copia que es un simple traslado mecánico. Además de describir el carácter de fray Juan como muy apropiado para ser el autor de la obra, el padre Sigüenza dijo que se creía que lo había escrito cuando era estudiante en Salamanca.

En esto último no estaba seguro, y efectivamente fray Juan no lo escribió de joven sino con casi 60 años, cuando era el general de la Orden Jerónima y se le había encargado dirigir la construcción de la casa anexa al monasterio de Yuste donde se retiró y falleció el emperador Carlos V. Este importante cometido está muy relacionado con la escritura del Lazarillo como intentaré probar.

Además del testimonio del padre Sigüenza hay un indicio de autoría obvio. El Lazarillo es la vida de un personaje que nació en el río Tormes y que lleva este sobrenombre. Pues bien, no hay ningún candidato que tenga una relación tan estrecha con este río como fray Juan de Ortega, cuya casa madre, el monasterio de San Leonardo de Alba de Tormes, estaba situado cerca del río. El vivió casi toda su vida allí.

Los frailes tenían aceñas para batanar sus hábitos y para moler el trigo que les llevaban los labradores comarcanos. Lázaro nació en una aceña en el Tormes; su padre era un molinero ladrón y murió en los Gelves sirviendo a un caballero. En esa batalla murió el heredero de la Casa de Alba, linaje que tenía el señorío de la villa y el patronazgo del monasterio, donde se enterraban sus miembros. Aquí ya vemos como fray Juan introduce en el relato ficticio algún elemento que tiene que ver con su vida.

Cualquiera que lea el libro con atención verá lo mucho que se menciona a Dios, que está constantemente ayudando al protagonista. Víctor García de la Concha, que fue director de la RAE, llegó a considerar a Dios como coprotagonista de la obra por lo mucho que es invocado. Leyendo el Lazarillo uno pronto se da cuenta que hay dos voces paralelas, la del personaje que narra sus peripecias y la del autor que va intercalando comentarios críticos sobre la poca caridad de los amos del niño. Como la obra es una carta de Lázaro de Tormes ya adulto contando su vida, parece que es éste el que hace los comentarios, pero su tono suena al sermón de un religioso. Es el propio fray Juan criticando a clérigos poco evangélicos y a otros miembros de la sociedad.

Fray Juan de Ortega eligió el nombre de Lázaro para su protagonista porque es un personaje evangélico, no el Lázaro que resucita Cristo en el evangelio de San Mateo sino el Lázaro llagado que es alimentado con las migajas del rico del evangelio de San Lucas. Lo que el autor quiere exponer es que tuvo una infancia llena de privaciones que justificarán su sospechosa conducta final de adulto.

Otro indicio de autoría es la música, el canto. El carisma de los jerónimos era el canto del oficio divino en el coro. Pasaban muchas horas con la salmodia. Y lo curioso es que los tratados musicales de la época comparaban el cantor de coro al pregonero porque algunos pasajes de la liturgia se cantaban con voz pregonera sin apenas modulación. En el texto del Lazarillo hay expresiones musicales y la trayectoria del protagonista es una carrera con su voz: comienza con el ciego salmodiando oraciones para pedir limosna, luego trabaja voceando el agua por las calles de Toledo y acaba en esta ciudad de pregonero.

Es curioso que en el texto también el autor deja ver su aspecto físico cuando escribe. Así, el ciego al darle al niño con la jarra de vino en la cabeza le quebró los dientes: sin los cuales hasta hoy día me quedé; y los repelones que le daba continuamente hace que desaparezcan: aquellos pocos cabellos que tenía. Es como si leyendo viéramos al viejo monje tonsurado con su boca despoblada y su calva corona de religioso.

Hay otras veces en que el autor deja ver su condición de sacerdote, como cuando el niño entra en la catedral de Toledo con su nuevo amo el escudero y dice: le vi oír misa y los otros oficios divinos. No dice oímos misa porque en realidad fray Juan de Ortega estaba más acostumbrado a oficiarla y escribe esas palabras como si viera al escudero desde el altar.

Un indicio de mucho peso es la ruta de Salamanca a Toledo del Lazarillo, que es la misma que tenía que hacer fray Juan de Ortega. En su caso el partía de su monasterio de Alba de Tormes. Como general de los jerónimos tenía bajo su tutela al monasterio de San Pablo de monjas jerónimas de Toledo, y debía ir allí periódicamente para confesarlas y darlas la comunión.

Como el casco antiguo de Toledo permanece igual que hace 500 años cualquiera puede ver como la ubicación de este monasterio coincide con las coordenadas que se dan en el Lazarillo de la casa que habita el escudero con el niño: bajando desde la catedral hacia el río Tajo, cerca de este y del antiguo callejón de los muertos de San Lorenzo, por donde en la obra de ficción bajaban a enterrar al hombre que puso tanto espanto al niño y que es una de las escenas más cómicas.

Pero no es solo la ubicación. Es que en el Lazarillo se cuenta que eran vecinas del escudero y el niño unas mujeres que hilaban bonetes de algodón. Estas mujeres que viven en comunidad y dan de comer al niño cuando debido a la mala cosecha se prohíbe mendigar en la ciudad no son otras que las monjas del monasterio de San Pablo. Fray Juan de Ortega, como autor de la obra, oculta la verdadera naturaleza de estas mujeres pero las retrata como buenas cristianas. Ellas sí practican la caridad.

Otro indicio más: de fray Juan se conservan una veintena de cartas relacionadas con su cometido en la dirección de las obras de la casa del emperador en Yuste. Acabado su trienio como general es castigado por el nuevo general jerónimo por haber querido cambiar ciertas cosas contra la tradición de la Orden. En una de esas cartas dirigida al secretario del emperador se queja de que le acusaban de haber sido deshonesto en su mocedad. El Lazarillo se había publicado el año anterior y es como si sus hermanos de Orden sospecharan que antes de haber entrado en religión fray Juan de Ortega había protagonizado realmente alguno de los episodios del relato ficticio. Esta puede ser la razón por la que Sigüenza dijo que se pensaba que había escrito el Lazarillo siendo estudiante en Salamanca.

Hay algunos indicios más de autoría, pero creo que ya son suficientes. Se trata ahora de argumentar por qué fray Juan de Ortega escribió el Lazarillo. Y para esto lo primero que debe hacer quien lea estas líneas es desprenderse del prejuicio muy arraigado de que esta es una novela picaresca. Solo lo es en el sentido formal de que es una autobiografía de una persona humilde que va de amo en amo para ganarse la vida, pero no en su espíritu que es muy diferente de las novelas picarescas. Lázaro de Tormes no es un rufián o un bellaco sin conciencia. Él es un niño con picardía para conseguir la comida que no le dan sus mezquinos amos, pero se apiada y trabaja honradamente como el que más.

El final del Lazarillo es lo que ha condicionado la interpretación negativa, pero que Lázaro es cornudo es solo un chiste que el autor hace en sentido figurado. Para una interpretación correcta hay que conocer la biografía de fray Juan de Ortega. Son pocos los datos que se conocen pero muy esclarecedores. Lo más importante es que en 1538, cuando se estaban creando los obispados en América, fue designado por el emperador como obispo de Chiapas. Es el mismo año en el que Carlos V tuvo Cortes en Toledo, como se cuenta en el Lazarillo y cuando Lázaro de Tormes dice que estaba en su prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna. Para fray Juan de Ortega ser nombrado obispo era exactamente eso: un gran ascenso social.

Como buen religioso el acepta gustoso el nombramiento y hace los preparativos para ir a América mientras llegan las bulas del Papa (el emperador nombraba y el Papa ratificaba), pero año y medio después, sin llegar a embarcarse, acaba renunciando al obispado alegando causas justas, sus indisposiciones. Es decir, que sufría alguna enfermedad que le impediría llevar a cabo su misión evangélica.

Carlos V nombra luego obispo de Chiapas a fray Bartolomé de las Casas, el célebre defensor de los indios, que también acabaría renunciando años después pero por razones distintas. En su caso porque prefería estar cerca del poder en España para mejor influir en las decisiones en favor de los indios. En 1552, cuando fray Juan de Ortega es nombrado general de los jerónimos, Bartolomé de las Casas publica varias obras contra los españoles encomenderos que explotan a los indios.

Esta polémica alcanza entonces grandes proporciones con posiciones en la Corte a favor y en contra de Bartolomé de la Casas. Sus adversarios le llegan a acusar de apostasía por haber renunciado a su esposa la iglesia de Chiapas. Un obispo se desposa con su diócesis, su iglesia, y esta es la clave de todo porque fray Juan de Ortega también había renunciado años atrás a su esposa. La polémica coincide con el deseo de abdicar del emperador, quien lo comunica reservadamente en 1553, cuando fray Juan recibe el encargo de hacerle la casa en Yuste. Es el mismo año en que muy probablemente se escribió el Lazarillo, que acabaría publicado al año siguiente.

Hay claramente un hilo que conecta el Lazarillo con estos acontecimientos históricos en los que fray Juan de Ortega se ve involucrado. En la obra el arcipreste de San Salvador casa a Lázaro de Tormes con una criada suya y esto no es más que un juego chistoso que hay que leer en sentido figurado. Porque el arcipreste de San Salvador no es más que el disfraz que fray Juan pone al emperador quien, junto con el Papa, era la mano derecha de Dios en el mundo. Y la criada con la que Carlos V casa a Lázaro es la iglesia de Chiapas.

El emperador, lógicamente, deseaba saber que clase de religioso era la persona que le había de construir su última morada de este mundo en Yuste, y qué de sincera había sido su renuncia al obispado, pues sus indisposiciones no le habían impedido llegar a general de los jerónimos. No parecía estar muy enfermo para haber rechazado el nombramiento. Y esto sucede en un momento en que la expansión de la fe de Cristo es la mayor vocación para un religioso y cuando en los primeros compases del Concilio de Trento se pone el énfasis de que los obispos residan en sus diócesis.

Fray Juan tiene que justificar su conducta, pero para un religioso no está bien hablar de sí mismo. Crea entonces el personaje de Lázaro de Tormes para que hable por él y proclame su amor por su esposa, para decir que sigue casado con ella aunque sea un cornudo porque la iglesia de Chiapas ha ido a parar a otros, que su vocación era auténtica aunque no pudo culminarla. Cuenta la historia del niño que leemos en el Lazarillo, una infancia de maltratos y penurias, quizá para decir que la suya también había sido la de un niño pobre y enfermo y que su vida empezó a cambiar para mejor cuando tomó el hábito jerónimo e ingresó en el monasterio de Alba de Tormes.

Como desconocemos el aspecto físico y casi todo de la vida de fray Juan de Ortega no sabemos si padecía realmente alguna dolencia, pero lo más probable, de acuerdo con los documentos de los archivos, es que sí sufriera alguna enfermedad porque él, pese a sus indisposiciones, aceptó el nombramiento y se dispuso para viajar a América hasta que año y medio después tuvo que renunciar. De hecho, murió en 1557, un año antes de que Carlos V falleciera en Yuste.

Como hay pocas dudas de que fray Juan de Ortega escribió el Lazarillo por los muchos indicios que he mencionado, el principal de ellos el testimonio del padre Sigüenza sobre el borrador encontrado en la celda de su propia mano escrito, el por qué de escribirlo se ajusta muy bien al contexto histórico y a las circunstancias que le tocaron vivir a este fraile jerónimo de genio alegre y cortesano a quien el emperador debía tener en gran estima.

Antonio García Jiménez, Biblioteca Nacional de España