, 12 de mayo de 2024
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Luis García Jambrina: “Unamuno es un referente ahora muy necesario”
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presenta su última obra en la librería Santos Ochoa

Luis García Jambrina: “Unamuno es un referente ahora muy necesario”

Actualizado 26/01/2024 10:06
Redacción

Con gran éxito de público y la presentación de Paqui Noguerol, Luis García Jambrina nos descubre a un Unamuno detective andante

Como bien señala la profesora Paqui Noguerol, a quien Luis García Jambrina agradece su entrega diciendo que “Escribo libros para que Paqui los presente”, el autor zamorano es profeta en su tierra de adopción. El hermoso teatro que evoca la plaza salmantina en la librería Santos Ochoa está lleno para escuchar a Luis García Jambrina hablar de esta obra en la que, después de convertir a Fernando de Rojas en pesquisidor, ha hecho de Miguel de Unamuno un detective andante.

Recuerda, en su espléndida y detallada presentación, fruto de una lectura exhaustiva y también académica de la obra de Jambrina, la profesora sevillana que con las novelas del autor aprendemos historia, disfrutamos de una trama cuidadosa y además, reflexionamos sobre el presente. Jambrina, que tanto sabe de Unamuno, fascinado por la persona y el personaje, escribió un ya épico y temprano cuento sobre sus últimos momentos –aquellos que evoca en el magnífico ensayo a cuatro manos con Manuel Menchón- y nos ofrece una visión del rector joven, con apenas 41 años, quien se embarca en un thriller tan trepidante como la novela negra de Jambrina “Tierra de lobos”, en la que también recreaba una Salamanca rural de abusos y silencios. Esos silencios que, como en “La sombra del otro”, donde recrea a Cervantes, el autor, siempre según Noguerol, gran conocedora de su obra, ha creado una poética. A lo que el autor de los manuscritos responde que no habría podido atreverse a escribir una novela sobre Unamuno sin la preparación que supone todo lo anterior.

¿Cómo proyectó Jambrina esta curiosa novela? Desde el cuento “El último café”, se encariñó con el personaje de Unamuno a quien pensó como víctima de un intento de asesinato. Desde su trabajo académico, la obra y la persona del rector habían sido una constante que deseaba seguir indagando y hacerlo desde la perspectiva de la novela clásica de detectives donde aparecen unidos elementos como lo social, el amor y la acción. De ahí la identificación de Unamuno con el detective inglés y con ese Quijote que son para el autor personajes literarios absolutamente vivos. A esto se suma un detalle “marca Jambrina” como apunta Noguerol, partir de un hecho histórico para situar la trama, un episodio doloroso que despertó una polémica pública entre Maeztu y Unamuno. En 1905, el pueblo de Boada en pleno, tras perder sus tierras comunales, pide al presidente de la Argentina emigrar en pleno. Unamuno, que había leído libros de economía se interesó por el tema y viajó a Boada en tren –ahora no sería posible, como apunta el autor con cierta sorna- para hablar con las gentes del pueblo. A esta defensa real, se unió en el imaginario del autor, un crimen cometido tiempo antes en Matilla de los Caños en el que se asesinó a un capataz abusivo, un Fuenteovejuna a la charra, ambos episodios, dolorosamente de actualidad por el tema de la España vaciada y de los que Jambrina, documentalista riguroso, se ha empapado con voluntad brechtchiana de leer en clave actual. Regresa del pasado pues al presente, como afirma Noguerol, en tiempos de ecocrítica y desertización. Implicado con su tiempo, Unamuno era un hombre de pelea y compromiso. Un compromiso al que Jambrina remite gracias a una bibliografía que prueba la honestidad de sus fuentes.

Investigador riguroso, Jambrina también es un experto en guion cinematográfico y sabe llevarnos a través de la cursiva, a una estructura cerrada que nos sitúa y acompaña mientras el juego metaficcional también hace su aparición. Jambrina trabaja un libro unamuniano poco conocido, “Teresa”, que quizás naciera de un amor platónico del autor para crear a la típica mujer fatal del cine negro, una anarquista catalana con la que mostrar al rector escribiendo poemas, dando clases, ocupado en sus quehaceres familiares, espoleado por su esposa “el amor costumbre” y al mismo tiempo, fascinado por un personaje, “el amor pasión”, que quizás le enseñó a pensar con el sentimiento y que le muestra el valor de la intuición frente a la razón y a la ciencia. Teresa es quizás el elemento más discutible de la novela, pero es un juego literario que parte de la obra del propio Unamuno, y de la experiencia reciente del propio Jambrina, que ha sublimado una experiencia amorosa en lo que es el dibujo de una heroína trágica retratada con las pinceladas del cine negro.

Y junto a ella, Manuel, su Watson particular, los secundarios de lujo, el irreductible rector que prefiere la verdad a la paz, la ciudad de Salamanca, magníficamente retratada con sus calles, sus tabernuchas, sus espacios para el paseo y la vida en ese trepidante mes en el que se desarrolla la historia. Un tiempo en el que llueve, hace frío, nieva, la navidad marca la acción como la presión ajena, la injusticia, el empeño, la personalidad de un protagonista a quien el autor ama y con el que se identifica en esta obra con la que tanto se ha implicado. Una obra para mostrar quizás al personaje y a la persona, de lectura aparentemente rauda, sencilla, amenísima y con una carga de profundidad que requiere del lector una posterior reflexión.

Reflexión que hace el propio autor para acabar definiendo a Unamuno: “Es un referente y ahora muy necesario en este tiempo de la posverdad. Es el intelectual”, y cabe pensar, tras escuchar este estimulante intercambio con su lectora y colega, tan conocedora como incisiva, que este primer caso de Unamuno, al que le seguirán otros que se imbricarán con la historia que vive el autor vasco, es una reflexión acerca de la necesidad del intelectual de habitar su tiempo activamente, implicándose, tomando partido hasta mancharse. Como se ha manchado de tinta siempre las manos Luis García Jambrina, ya sea empuñando la pluma por las calles de la Salamanca renacentista de la mano de Rojas, ya sea recorriendo la ciudad acompañando a un hombre tan afecto a la amistad y al diálogo como Unamuno. Un diálogo que trasciende literatura, historia, años y vida. Un diálogo entre los diversos Unamunos que son uno y los muchos Jambrinas, que son todos. Ambos unidos ahora en una fascinante partida de ajedrez. Ambos identificados, silueta única, pajarita perfecta en su equilibrio lleno de gracia.

Charo Alonso / Fotos de Carmen Borrego.