“La educación es el arte de hacer visibles las cosas invisibles”
J.F. LYOTARD
“Toda vida es una constante educación”
ELEANOR ROOSEVELT
“La educación es la mejor arma para la paz”
MARÍA MONTESSORI
La sociedad es consciente de los cambios sociales y culturales de los últimos años y que han puesto en jaque el sistema educativo. Sabemos que hay que introducir transformaciones en el sistema de aprendizaje y evaluación. La cantidad de información que manejamos está haciendo poco manejable un sistema pedagógico centrado en la reproducción de contenidos, es necesario una transformación que ahora viene de golpe y sin transición. Vivimos en un cambio de paradigma, en la era posindustrial, donde el conocimiento y la creatividad son fundamentales para generar nuevos productos y servicios. Estamos pasando de funciones mecánicas y repetitivas hacia el ejercicio de un pensamiento abstracto e innovador que crea nuevas exigencias en la educación.
La sexta edición del Día Internacional de la Educación que se celebrará hoy, 24 de enero, bajo el lema "aprender para una paz duradera". El mundo asiste a una oleada de conflictos violentos paralela a un aumento alarmante de la discriminación, el racismo, la xenofobia y la incitación al odio. El aprendizaje para la paz debe ser transformador y contribuir a dotar a los estudiantes de los conocimientos, valores, actitudes, competencias y comportamientos necesarios para convertirse en agentes de paz en sus propias comunidades. Los cimientos de las sociedades más pacíficas, justas y sostenibles se sientan a través de la educación, una fuerza que impregna todas las facetas de nuestra vida cotidiana y nuestras perspectivas generales.
La educación ofrece a los niños y las niñas una oportunidad de salir de la pobreza y un camino para alcanzar un futuro prometedor. Sin embargo, 244 millones de niños y jóvenes están sin escolarizar, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni tienen los conocimientos básicos de matemáticas; menos del 40 por ciento de las niñas del África Subsahariana completan los estudios de secundaria de ciclo inferior y unos 4 millones de niños y jóvenes refugiados no pueden asistir a la escuela. El derecho a la educación de estas personas se ve afectado y eso es inaceptable. Sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos.
El aprendizaje y la educación se crearon a la medida de un mundo duradero, pero hoy vivimos en un constante cambio, en una realidad volátil y errática. En ese mundo la memoria era fundamental, más rica cuanto más lejos en el pasado lograba penetrar. Hoy la memoria, en un mundo lleno de datos y de información, incluso parece inhabilitante y a veces, inútil. La cultura actual, exige reinventarse continuamente, ser uno mismo, por lo que la escuela y el profesor, son uno más de las diversas fuentes de información. En ningún otro momento de la historia, los educadores han tenido que afrontar un desafío como nos presenta nuestro mundo cambiante y líquido, sobresaturado de información.
No es fácil educar en la paz y la no violencia en un mundo donde la indiferencia parece la pauta más generalizada. En una sociedad que mira para otro lado, y no se moviliza ni de corazón, ante millones de personas que tienen que abandonar sus hogares por culpa de una guerra, ante las grandes bolsas de pobreza y la falta de acceso a la atención sanitaria de tantas personas. Una cultura que lo que subraya es la incertidumbre y el miedo, no es fácil la tolerancia, la solidaridad, el respeto a los derechos y, se hace difícil poder imaginar un mundo donde las fuerzas globales estén sorprendentemente renovadas por la justicia y la equidad.
Estamos viviendo una inflexión histórica, nuestra realidad está cambiando y debemos desplegar la resiliencia para adaptarnos a los cambios, valorando las dificultades y las oportunidades, no perdiendo el sentido profundo de la vida. La única manera de descubrir la verdad es mirarla cara a cara, superar nuestras cegueras y miedos, así entonces comenzaremos a ver esa realidad.
Para ello es muy importante el papel de la escuela en la formación para la resiliencia y la paz, pero no es suficiente, es necesario también su aprendizaje en el hogar y en la sociedad. Educar para una cultura de la paz significa educar para la crítica y la responsabilidad, para la comprensión y el manejo positivo de los conflictos, así como potenciar los valores del diálogo y el intercambio y revalorizar la práctica del cuidado y de la ternura, todo ello como una educación pro-social que ayude a superar las dinámicas destructivas y a enfrentarse a las injusticias.
La paz es un valor universal que interpela a la conciencia de todos los hombres para fortalecerla y asegurarla. La cultura de la paz, más allá de la defensa de los derechos humanos, es un modo de estar en el mundo que defiende la no violencia mediante la educación, el diálogo, la cooperación, el derecho al desarrollo y erradicación de la pobreza, eliminación de cualquier forma de racismo y xenofobia, así como un desarrollo sostenible y la protección del planeta. Que cada uno desde nuestro lugar pongamos de nuestra parte para celebrar y difundir la Paz.
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