A ver, el título es irónico. No estoy pidiendo tirar el arte a la basura, pero debo advertir que, a veces, por falta de conocimientos o de sensibilidad, podemos tirar el arte al vertedero, sobre todo si la obra artística es vieja y está rota.
Esta mañana se presentan en la capilla de Santa Catalina, en el Claustro de la Catedral, los instrumentos musicales del Renacimiento, propiedad de la Catedral de Salamanca, que han sido restaurados durante los últimos meses por el Instituto del Patrimonio Cultural de España.
Hace unos cuatrocientos y algunos años, lustro arriba o abajo, se vivió una revolución en el mundo de la Música, en el concepto y en los nuevos instrumentos que iban a ser necesarios para trasladar al público la nueva sensibilidad: el paso, o mejor el salto, del Renacimiento al Barroco. El Cabildo de Salamanca y, en su seno el Maestro de Capilla, siguieron la corriente de moda y optaron por el cambio. ¿Qué hacer con los instrumentos musicales que, de repente, habían pasado de moda y no eran capaces de hacer sonar la nueva música? Los Cabildos han sido y son comunidades plurales que intentan aunar pensamientos y proyectos no pocas veces contradictorios. Sea como fuere, alguien decidió conservar los viejos instrumentos renacentistas que tanto habían ennoblecido la Liturgia catedralicia, apelotonándolos en un viejo arcón. Quizá se trataba de un nostálgico de la música retro, o de un archivero, habituado a guardar metódicamente testimonios de todas las épocas, no solo en pergamino o en papel.
Ciertamente hubo grave peligro de que desaparecieran, pero como las catedrales suelen ser espaciosas, un arcón viejo y polvoriento más no tenía importancia y en algún rincón siguió empolvándose durante cuatrocientos años más. El arcón elegido fue seguramente reciclado de usos anteriores; el caso es que en él no cabían todos los instrumentos y unos cuantos fueron depositados en una de las cajoneras oceánicas de la Sacristía de nuestra Catedral Nueva. Pero también las enormes cajoneras merecen ser desempolvadas de cuando en vez y, hace unos cuantos lustros, intentando sacar una de esas cajoneras para limpiarlas, se oyeron unos ruidos: algunos objetos habían caído a la cajonera de abajo… eran los instrumentos que no habían cabido en el arcón y que, unidos a estos, formaban la más rica colección de instrumentos musicales renacentistas del mundo. No es farol. Es lo que hay.
Juan Alberto Pérez Valera, miembro del Ensamble la Danserye, va a hacer revivir esta mañana la música de algunos de esos instrumentos, que ahora lucen consolidados y lustrosos. Es posible que muchas personas, contemplándolos, duden de que puedan contener música, pues las lengüetas y otras componentes han desaparecido. Pero sucede que la Música, con mayúsculas, desde los tiempos primordiales de Pitágoras, son Matemáticas, Geometría, relaciones de parábolas, círculos, ángulos, curvas y rectas en proporciones exactas. A partir de esos datos matemáticos ha sido posible replicar estos instrumentos de manera que no solo contuvieran la música en formas matemáticas, sino que fueran también perfectamente audibles y disfrutables. Esto es lo que han hecho, con estos instrumentos antiguos incompletos, los miembros de La Danserye y otros investigadores de la música antigua.
Conservar el Arte heredado de los mayores no es tarea solo de expertos y profesores sesudos. Ayer mismo, hacia mediodía, María, una voluntaria ecuatoriana con apenas estudios de Enseñanza Primaria, intentando quitar un poco de polvo del retablo de la iglesia de San Martín de Salamanca, recientemente restaurada, notó que el plumero no avanzaba por el pequeño espacio entre una de las columnas y el fondo del retablo, algo se lo impedía. Con ingenio y constancia consiguió extraer el obstáculo: era la mano derecha de la imagen de San Martín de Tours, obispo y patrono de la parroquia –otros expertos dicen que se trata de San Agustín- y un fragmento metálico que había formado parte del báculo episcopal. Encerrado el retablo en plástico durante los meses que duró la obra de restauración artística del interior de la iglesia y que tan luminosa y limpia han dejado, es posible que, al retirar los plásticos, la mano y el báculo se despegaran y fueran a dar a ese hueco inalcanzable para la vista, pero no para la inteligencia. María no ha estudiado arte, pero su inteligencia natural y su sensibilidad le permitieron distinguir enseguida que sus hallazgos eran importantes y que ha colaborado activamente en la conservación del Patrimonio del templo.
Es muy importante que las nuevas generaciones de niños y adolescentes estén en contacto con estas aventuras relacionadas con la conservación del Patrimonio y puedan tener contacto directo y, a la par respetuoso, con el Arte heredado de nuestros mayores. Así tendrán más criterio y sensibilidad para disfrutar del Arte contemporáneo.
Antonio Matilla, Deán de la Catedral y párroco de San Martín de Tours.
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