Tales de Mileto demostró sentado a la mala sombra de la pared de su huerto, un día de aquellos calores de la Antigua Grecia, su teorema relativo a la proporcionalidad de los segmentos unidos por un punto y cortados por rectas paralelas. La inclinación del sol hacía que la sombra de su ciprés se alargara o se acortara. Así que ni corto ni perezoso lo aplicó para medir la altura de las pirámides durante su viaje a Egipto, ayudándose mediante las sombras que proyectan cuando éstas las encajamos en la misma medida que nosotros mismos. Tales como cualquiera, que se precie de sabio, también era despistado. Diógenes Laercio nos cuenta que al caer Tales en un pozo después de ser llevado por una vieja mujer a ver las estrellas está le contestó ante su petición de ayuda: “¿Cómo pretendes, Tales, saber a cerca de los cielos, cuando no ves lo que está bajo tus pies?” Pero Aristóteles afirmaba de Tales que para éste la cuestión primaria no era lo que sabemos sino como lo sabemos. Tales sin duda encerraba una sabiduría que daría que pensar a grandes científicos como Keynes, Newton, Einstein y a algunos aficionados como los que suscriben. Algunos ejemplos de sus sentencias fueron: “Lo más grande es el espacio, porque lo encierra todo; lo más veloz es el entendimiento, porque corre por todo; lo más fuerte es la necesidad, porque domina todo; lo más sabio es el tiempo porque lo esclarece todo”.
Volviendo a la proporción de lo que no es idéntico ante un segmento similar con cambio de ángulo nos debería dar que pensar sobre la exactitud en la proporción y exactitud en la referencia a partir de un canon o patrón. Podemos pensar en las leyes de Keynes que decían que el mundo no es proporcional ni equitativo para todos. También hacernos reflexionar sobre lo que es un deber, ya que es podemos asumir que los que están en la proporción correcta deberían ayudar a la otra proporción relativa que les cayó por azar al estar en otro ángulo. De niños también nos sorprendió como Newton, también en estado de vigilia, observando a la sombra de un manzano, descubrió porque Dios no puso los melones en un árbol, aunque conocíamos las piñas y los cocos. Pero Newton supo ir más allá y averiguar una ley que demostraba la caída de las manzanas, incluso pensando en sus diferentes pesos y hacia un punto en común, el centro de la tierra, el por qué y en qué magnitud. La grandeza de Einstein fue demostrar la en todos esos términos y en especial del tiempo.
A partir de estos descubrimientos, con grandeza de espíritu, sabiendo que la ciencia no para de avanzar y que Dios nos sorprende a cada momento, pensemos en lo que es relativo y lo que es proporcional desde el ángulo en el que no estamos o nos toca estar. ¿Tal como van las cosas las veremos caer por su propio peso, o no?...
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