Viernes, 11 de octubre de 2024
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El progrevirus 
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El progrevirus 

Actualizado 01/01/2024 18:22
Francisco López Celador

Cuando el funesto Covid-19 hizo su aparición por estas latitudes, este gobierno tan progresista y resolutivo que nos ha tocado en suerte reaccionó con prontitud y eficacia poniendo en marcha el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) –cuanto más largo es el título, menor suele ser la eficiencia-, dirigido por el afamado doctor Fernando Simón. Mano de santo, Con un despliegue de medios más propio de la GM III, tuvimos periódicos comunicados dedicados a minimizar los posibles efectos de una simple gripe y, de paso, justificar la celebración de manifestaciones orquestadas por el sanchismo y el podemismo, o la asistencia a competiciones deportivas sin recortes en los aforos. El famoso Centro se lo puso demasiado fácil al “bichito” y España también encabezó el escalafón de ingresos y fallecimientos de los países de nuestro entorno.

Superada la pandemia –con alguna recidiva preocupante-, España hizo intención de superar el profundo bache, pero las calamidades aparecen a la vuelta de cada esquina. Estamos condenados a sufrir más que los demás, por mucho que este gobierno se esfuerce en decirnos que estamos en la champions. Ha conseguido que se produzca un fenómeno poco visto fuera de nuestras fronteras. Los seguidores del gran jefe han adquirido el gen necesario para poder cambiar de opinión en un abrir y cerrar de ojos. Ya sabemos que, cuando Sánchez asegura algo, significa que está convencido de hacer lo contrario. En temas sin demasiada trascendencia, se podía pensar que era un simple fabulador, y así tuvo ocasión de engatusar a más de uno. Sin embargo, cuando lo prometido es esencial para el conjunto de españoles, ya hemos comprobado que sigue haciendo lo contrario, por ilógico, perjudicial o injusto que resulte para la mayoría. Ya estamos acostumbrados. Sánchez es capaz de vender a su padre si con ello puede continuar un día más en La Moncloa.

Característica tan singular ha terminado contagiando a los suyos. Ha llegado la epidemia de los colocados, la epidemia del progrevirus. Miembros del gobierno, el staff monclovita y todos los que han conseguido una sustancial nómina por aplaudir a su caudillo, están dispuestos a ver la nieve de color carmesí y el carbón blanco como la harina, aunque cinco minutos antes lo vieran blanco y negro. ¡Que sí, si lo dice Sánchez, sus razones tendrá! Se han contagiado –o, más bien, quieren dejar claro que son de la claque- y han aprendido a cambiar de opinión de labios para afuera. De otra forma no se explica que personas cultas se presten a semejante desvarío.

Pedro Sánchez ha conseguido desintegrar todo resquicio de socialdemocracia que le quedaba al PSOE. Los pocos socialistas que quedan en España están alejados –o expulsados- de su partido. También ellos están sorprendidos con la deriva de Sánchez, aunque no todos lo demuestren con hechos. El resto de militantes ya están abducidos por el pastor.

Resulta difícil saber cuál de las graves conjuras de Sánchez será la que peores consecuencias acarree para España, porque ya son demasiadas. Por su inmediatez, la entrega a Bildu del ayuntamiento de Pamplona puede ser de las peores. Sí, ya sé que la maniobra se ha llevado a cabo por los cauces democráticos, pero, ni mucho menos, por los cauces éticos y morales. Hay que ser demasiado ególatra y muy poco humano para aliarse con los satélites de quienes acabaron con la vida de españoles inocentes. Hace falta tener el corazón de granito para cambiar el sillón de La Moncloa por la sangre de compañeros de partido, y no morir de vergüenza. Sánchez, a esa maniobra le llama progresismo. Pues bien, todos los corifeos de Su Superioridad han asaltado los medios afines para declarar que el acuerdo sellado entre PSOE y Bildu redundará en el inmediato progreso de Pamplona y toda Navarra. Por desgracia, es verdad. Ya hemos visto las primeras manifestaciones de apoyo a ETA. Era de esperar porque nunca condenaron sus asesinatos ni dejaron de homenajear a los asesinos. Ahora en toda Navarra, pero antes en toda España, se ha declarado la epidemia del progrevirus. Las vacunas, como era de esperar, pierden sus efectos, pero sólo se administran cada cuatro años.

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