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Recuerdo del escritor salmantino José Sánchez Rojas, con motivo del 92 aniversario de su fallecimiento
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por MIGUEL ANGEL DIEGO NÚÑEZ

Recuerdo del escritor salmantino José Sánchez Rojas, con motivo del 92 aniversario de su fallecimiento

Actualizado 27/12/2023 13:49
Redacción

Periodista y autor albense que fue un gran divulgador de Castilla, del carácter, el alma y el paisaje de esta tierra

José Sánchez Rojas nació el 19 de abril de 1885 en Alba de Tormes. Estudió derecho en la Universidad de Salamanca y posteriormente se doctoró en Madrid. Amplió sus estudios en Italia y Suiza y, a la vuelta, comenzó a colaborar en diferentes periódicos y a escribir libros. Falleció el 31 de diciembre de 1931 en Salamanca, por lo que este domingo se cumple el 92 aniversario de su muerte.

Entre sus obras destacan A propósito de los exámenes, El problema del anarquismo (disertación académica), Elogio de Julián Sánchez Ruano, Las mujeres de Cervantes, Castilla y Cataluña, Paisajes y cosas de Castilla, Elogio de José María Gabriel y Galán o Sensaciones de Salamanca, así como multitud de artículos y revistas como El Adelanto de Salamanca, La Vanguardia o ABC.

Pero si por algo destaca sobre otras cosas es por la pasión con que hablaba de Castilla, de Salamanca, de Alba de Tormes y de su santa preferida, Teresa de Jesús, y no era solo escribir sobre estos temas, sino propagar su conocimiento. De hecho, llevó Castilla a los catalanes en momentos de reivindicación a principios de siglo, dándoles a conocer el carácter, el alma y el paisaje castellano. Tal fue el interés que despertaron sus artículos que una veintena fueron traducidos al catalán en las revistas de mayor interés.

A continuación adjuntamos el recuerdo de Sánchez Rojas que hace Miguel Ángel Diego Núñez, autor del libro Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX (una antología).

José Sánchez Rojas falleció en Salamanca el 31 de diciembre de 1931. Tras el torbellino de la Segunda República y la Guerra Civil, su figura y memoria en España quedaron opacadas y olvidadas. Su recuerdo apenas se mantuvo vivo en Salamanca, de modo especial con los aniversarios de su muerte, en las páginas de El Adelanto.

Su personalidad y valor literario, con los años, se deslizó insensiblemente por una progresiva pendiente hacia una profundidad insondable y oscura. Sin embargo, en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo XX el valor, brío y lucidez de tres hombres rescatan a Sánchez Rojas del olvido al que parecía destinado, tres aldabonazos que le liberan de un sueño prolongado y coinciden en subrayar su genialidad.

RAFAEL SANTOS TORROELLA (1914-2002)

El primer aldabonazo, el más contundente y sonoro, lo protagoniza Rafael Santos Torroella; se origina en Madrid el 12 de enero de 1946, en las páginas de El Español, quince años después de la muerte de Sánchez Rojas, y tiene su eco en El Adelanto de Salamanca, el 20 del mismo mes. El semanario madrileño recoge a toda página el trabajo de Santos Torroella sobre el escritor albense dejando claras sus intenciones desde un principio:

“no se habrán borrado enteramente ni su nombre ni su recuerdo en la memoria de todas aquellas personas -y fueron muchas- que le trataron. Ellas comprenderán, sin duda, las razones que me mueven a evocar aquí su vida y sus escritos, si es que tras el Pepe Sánchez Rojas familiar, el desgarrado y lastimoso Rojitas, que anduvo siempre, como el caracol, con su casa a cuestas -y es mucho decir de su mísero ajuar-, supieron adivinar el fondo de renunciamiento, de genialidad y de ternura que albergaba dentro de sí.”

Los párrafos analizan su vida, aportan confidencias e intimidades, glosan su estilo y su obra, que Rafael renuncia a analizar pormenorizadamente para afirmar:

“Tal vez lo mejor es lo que no conocemos, lo que el escritor tenía preparado ya para la imprenta antes de morir, y que ignoramos si alguna mano amiga logró salvar del naufragio de sus papeles a raíz de su muerte: la “Guía teresiana”, a que con tanto cariño dedicó los últimos años de su vida, y que había de ser, a lo que nos dicen las contadas personas que vieron el manuscrito, una fervorosa, exhaustiva y bellísima reconstrucción de las andanzas de Santa Teresa de Jesús, la monjita infatigable, cuyo recuerdo y devoción habían de llevar al espíritu de este nómada de la literatura los únicos rayos de luz radiante y piadosa que pudo conocer en este mundo.”

RUFINO AGUIRRE IBÁÑEZ (1902-1955)

El paso adelante dado por Rafael Santos Torroella impulsa a que Rufino Aguirre Ibáñez, periodista y autor amigo de Sánchez Rojas, haga otro tanto. El resultado es un artículo aparecido en El Adelanto un mes después, el 14 de febrero de 1946, que lleva por título “El hombre y algunas cosas más del escritor Sánchez Rojas”.

Rufino Aguirre viene a confesar que el interrogante contenido en el artículo de Santos Torroella «¿Recordará alguien hoy, a tan poca distancia de su muerte, al escritor salmantino José Sánchez Rojas?» ha actuado de espoleta, removido sus recuerdos, y le empuja a admitir que:

“Con mucha frecuencia nos ha pasado por la imaginación poner en orden nuestros recuerdos personales para que sirvieran a otros de estímulo en el estudio crítico de su personalidad literaria, que no se ha hecho todavía y que está reclamando su memoria.”

Recuerda que conoció a Pepe Sánchez Rojas el 27 de febrero de 1919, en el entierro de Dorado Montero, y que a partir de ahí comenzó su amistad. Nos revela entonces:

“para llegar a los repliegues más recónditos de su alma, se hacían precisos años enteros de no desmentida amistad y trato constante y esperar a que una madrugada (…) comenzase a hablar y os dijese sus confidencias, en las que alumbraba abismos de amargura y tristeza, por muy pocos sospechados. Y os hablaba de su infancia triste, de su adolescencia soñadora y de su juventud de estudio y lecturas, que alimentaban una ambición legítima de medro y bienestar; del amor incomprendido, de la desilusión y la amargura de los primeros fracasos y de ese tierno, inalienable y dulce rincón donde iba guardando los buenos afectos que eran la única alegría de su madurez, anticipada por la soledad”

Se detiene en destacar su salmantinismo, su conocimiento de las tierras españolas: León, Extremadura, Aragón, la Mancha, Cataluña…, y la temática de su producción, para destacar su labor de cronista. Concluye:

“Su prosa tersa, su estilo, animado y gracioso, y la belleza de algunas páginas de este escritor, justificarían una selección esmerada y un estudio más detenido que el que hemos podido dedicarle ahora y en el que no hemos puesto sino el cariñoso afecto que tuvimos por aquel «niño y loco -como acertó a retratarle don Fernando Iscar-, con ese desequilibrio nervioso o mental que es el triste y glorioso estilo de los hombres geniales»”

El año 46 supone el punto de inflexión en la curva del reconocimiento de Sánchez Rojas; en las páginas de El Adelanto, Emilio Salcedo le cita en sus artículos dedicados a Fray Luis de León y a Cervantes; al finalizar el año, el mismo diario, en su número del 31 de diciembre, expresa en “breves pero sentidas líneas, el cariñoso recuerdo debido al viejo amigo y entrañable compañero, que honrara durante años enteros las columnas de nuestro diario con su inspiración genial y su ágil y amena literatura, breve muchas veces, pero siempre magnífica.”

ANTONIO ÁLAMO SALAZAR (1921-1981)

Si 1946 supuso un revulsivo que recuperó la figura de José Sánchez Rojas, el año siguiente, en el que se conmemora el IV Centenario del nacimiento de Cervantes, vino a acrecentarla y consolidarla el poeta Antonio Álamo Salazar. El 31 de diciembre, El Adelanto publica un trabajo literario suyo “Como homenaje y en memoria del brillante cronista salmantino Pepe Sánchez Rojas, de cuyo fallecimiento se cumplen hoy dieciséis años.”

En el texto vierte una confidencia: «hace unos días estuvimos en el pobre y destartalado cementerio de esta villa [Alba de Tormes], y elevamos una oración ante la sepultura de Sánchez Rojas; ¡pobre sepultura!, una cruz coqueta (si es que coqueta puede ser alguna cruz), tocada de pétreo sudario; unas barras caídas, torcidas, mohosas, bella estampa para algún óleo, que pudiera titularse “poesía muerta”». Después, se detiene a analizar la obra “Las mujeres de Cervantes” de Sánchez Rojas, y afirma sin ambages:

“la gama de matices femeninos que Miguel dio vida con su pluma, es obra de un genio…, sólo otro genio habría de descubrir tanta belleza. Sánchez Rojas lo era, era genio porque era poeta, sí poeta, y muy subido, en la alta claridad de su prosa emotiva y cautivadora; por esto, Sánchez Rojas, genio, describe lo que Cervantes no pudo -materialmente- desmenuzar en sus escritos…, toda la femenina filosofía que se encierra en las mujeres hijas o hijastras de la imaginación fecunda del Manco de Lepanto.”

Y subraya:

“Lo genial, lo que amasó y rizó en la imaginación de un hombre que entendía de sueños, solamente podrá ser perfectamente intuido, aclarado y ampliado, por otro sueño encendido con el destello de una nueva ráfaga genial…”

1948: EL AUSTERO HOMENAJE DE LOS PERIODISTAS SALMANTINOS A SÁNCHEZ ROJAS

Hace 75 años, el 16 de octubre de 1948, los periodistas salmantinos acuden a Alba de Tormes a realizar una ofrenda a Santa Teresa de Jesús, su copatrona. Se cuentan entre ellos los representantes de la Asociación de la Prensa salmantina, Fernando Iscar Peyra, presidente honorario; Antolín Martín Hernández, vicepresidente; Delfín Val Jarrín, secretario, y tres miembros de la Junta directiva: Enrique de Sena, Rufino Aguirre y Tomás Martín Borreguero. Los acompañan Gabriel Hernández, Guzmán Gombau, Luciano Sánchez Fraile, Miguel Ortiz, José Núñez, Mariano Núñez, Blas Santos Franco, Ramón Arenas, Enrique Hernández, Francisco Sierra, Antonio Sánchez Gómez, Santiago Pérez Martín, Pedro Méndez, Germán Herrero, Arístides Mateos y Emilio Salcedo. A ellos, se unen los corresponsales en Alba de los diarios salmantinos Jaime Briz y Ángel Galán.

Después de la misa solemne y la comida de confraternidad, los periodistas salmantinos se desplazan al camposanto para depositar un ramo de flores sobre la tumba del escritor y periodista José Sánchez Rojas, antes de regresar a Salamanca. Gehache describe así el momento:

“tras de hacer ofrenda de nuestra labor a la que fue escritora y santa, llegamos al cementerio albense y en la tumba donde reposan los restos del que fue camarada y amigo, quedó un ramillete de claveles. En la losa gris, las flores rojas, diseminadas, parecían gotas de sangre, resaltando sobre la maleza reseca del cementerio. Y, entonces, surgió el simbolismo de aquellos claveles que fueron la flor preferida de Sánchez Rojas cuando en su vida nómada e incierta, se abrían sus manos para cortarlos de los jardines sevillanos.”

En diciembre de 1948, Rufino Aguirre escribe en El Adelanto un artículo conmemorativo en el aniversario del fallecimiento de Unamuno y de Sánchez Rojas; un año después, Antonio Álamo Salazar publica, en el mismo diario, un artículo “A la memoria de Sánchez Rojas”.

Fueron precisos 16 años para levantar la pesada losa colocada sobre la figura de José Sánchez Rojas, sus valores literarios y humanos, aunque la valía de su estilo y su prosa siempre fueron reconocidos por todos. Una vez recobrada y revalorizada, va siendo hora de preparar el centenario de su muerte con la dignidad y relevancia que merece en las diversas facetas de su dilatada labor.

Miguel Ángel Diego Núñez

Autor del libro Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX (una antología).