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Cáritas
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Cáritas

Actualizado 06/12/2023 09:36
Raúl Izquierdo

Cáritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo.

La caricia de la Madre Iglesia a sus hijos, la ternura, la cercanía (Papa Francisco)

Queridísima Cáritas:

Ahí estás, cerca de tus hijos e hijas más vulnerables, de los colectivos de personas de los que casi nadie se acuerda, excepto cuando hay que sacarse la foto de rigor. Seres humanos que a veces sobreviven como pueden en una barca que hace aguas por todos los lados, sin rumbo ni timón, sin horizonte y con peligro inminente de morir ahogados por las aguas de la indiferencia, los prejuicios o los miedos del resto de la ciudadanía.

Tú Cáritas no te rindes y no te rindas. Desde hace muchos años decidiste que el ejercicio de la caridad tenía que ser más integral y menos asistencial. Que simplemente dar un bocadillo o alimentos era insuficiente para salir del agujero de la pobreza y además generaba personas dependientes de ayudas y limosnas. Y entonces te diste cuenta que había que hacer un trabajo más completo, aunque también más difícil. Porque las personas, todas las personas, tienen capacidades para retomar el control de su existencia, aunque necesiten apoyos y recursos, y sobre todo, confianza.

Por eso entendiste desde hace tiempo la importancia de acompañar procesos, de generar oportunidades, de sensibilizar a la población, incluso cuando ha llegado el caso, de denunciar. Sí, porque muchos tienen poco porque pocos tienen mucho, quizá demasiado. Y porque hay estructuras económicas, políticas y sociales que son injustas, egoístas e inaceptables, pero que tragamos con muy poco sentido crítico. Pero tú, Cáritas, estás ahí para recordarnos esto y para intentar ofrecer alternativas y caminos poco pisados.

No tragas con el limosneo, que no ayuda al cambio de la situación de la persona que lo recibe, pero que deja muy satisfecho y con la conciencia muy tranquila al que lo da. Tú siempre has creído que hay que trabajar a favor de la dignidad de la persona, de su recuperación en todas las dimensiones posibles, porque cada ser humano es una vida irrepetible y única, con un valor inmenso. Y sí, Cáritas, haces bien en animarnos a dar dinero o tiempo, y tú sabrás bien cómo gestionarlo.

Querida Cáritas, sigue haciéndote preguntas aunque sean incómodas, porque no la pobreza y la exclusión tienen razones, y no vienen porque sí. Y sigue mostrándonos datos, aunque sean desgarradores, aunque se nos pueda caer la cara de vergüenza como sociedad. Tú pones el centro de tu trabajo en la persona, y más allá de las etiquetas de ilegales, irresponsables, enfermos o delincuentes, sabes que hay alguien que ama y es amada, que busca, que sueña y que quisiera ser feliz. También alguien que seguramente no ha tomado buenas decisiones en algún momento de su vida (como yo y como casi todos y todas).

Tú nunca has querido entrar a juzgar a las personas, y has evitado los sermones de culpabilización hacia ningún colectivo. Me has recordado a veces, Cáritas, a aquel Jesús de Nazareth que en los Evangelios hablaba de los que estaban solos o desnudos, enfermos, en la cárcel o con hambre y con sed y de que hacer algo con esas personas era hacérselo a Dios mismo. Y es que cada ser humano es una historia sagrada, moldeada por un alfarero cuyo principal ingrediente fue el Amor. Vasijas de barro, pero llenas de un aliento eterno, de un tesoro del que a veces no somos muy conscientes.

No me quiero olvidar, querida Cáritas, de tus hijos e hijas que hacen posible tu misión con gran generosidad y competencia (que ambas son fundamentales). Todas y todos tus profesionales, que dedican su jornada laboral y más, que ponen todo su saber y querer, que se están formando continuamente, que realizan un trabajo tan difícil pero tan imprescindible, que a veces luchan contra los vientos, mareas y huracanes de la impotencia y la desesperanza. Que creen en la persona y que aman lo que hacen, aún con dificultades y dudas. Gracias a ellos y ellas, tus programas tienen estabilidad y permanencia y es entonces cuando eres creíble más allá de bonitas palabras y buenas intenciones.

Como no acodarme de tus voluntarios y voluntarias, que dedican tiempo y energías a dar algo de sí mismas y a poner sus talentos para que otros y otras salgan adelante. Y también de las instituciones y personas que dan dinero, mucho o poco, para sostener tu trabajo. La pobreza y la exclusión son lacras que nos afectan a todos como sociedad y que nos retratan en un espejo que siempre refleja lo que ve.

Finalmente, mi Cáritas querida, el paso del tiempo te ha hecho mejor, como ocurre con el buen vino. Te veo más guapa y lozana que nunca, fresca como una lechuga. Ya sé que tienes lo tuyo, que a veces te sientes agotada y quemada, pero al final, sigues con ese ánimo que ahora con el paso del tiempo, se ha mezclado con sabiduría y madurez. Ojalá sigas siendo sal en medio del guiso soso de la rutina de la vida y luz en medio de un mundo que tantas veces pasa frío y oscuridad.

Que sigas siendo caricia tierna y cercana.

Un abrazo grande de este admirador y seguidor.

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